/ viernes 16 de agosto de 2019

El legado de Obeso Rivera

Con la muerte del señor cardenal don Sergio Obeso Rivera se cierra una etapa de inteligencias luminosas con la que se vio enriquecida la sociedad xalapeña. Con su testimonio, que era la más elocuente de sus predicaciones, dejó un abundante legado:

Demostró que un buen cristiano no es el que se dedica al conocimiento perfecto de la fe. Un buen cristiano es un buen ciudadano. Conocimos a un hombre íntegro, de una sola pieza, con una finura envidiable y un trato tan exquisito que todos los que se acercaban a él se retiraban con la sensación de haber sido atendidos con cariño. ¡Qué grande fue su delicadeza y la ternura de su trato! Un hombre humilde que jamás se preció de ninguna de sus investiduras. Un hombre honesto que sabía perfectamente que la fuerza de Dios se demuestra con mayor contundencia en la debilidad. Por eso, nunca se preocupó por mantenerse fuerte, según las categorías humanas.

Un pastor abnegado, fiel, que ofrendó su vida en servicio a Dios por amor a la Iglesia. No era un pastor de poses ni de títulos. Era el hombre del discernimiento, siempre preocupado por ser y estar cercano a su gente. Se debía a su pueblo. Tantas fueron sus gestiones en la Iglesia nacional y en la Iglesia de Xalapa que buscó que los fieles siempre fueran atendidos por pastores, nunca por intelectuales ni funcionarios. Son loables sus gestiones en las relaciones del Estado y de la Iglesia a nivel nacional, su esfuerzo para la creación de las diócesis de Córdoba y Orizaba, sus trabajos en el proceso de elevación a los altares del Santo Obispo de Veracruz. Fue un hombre de oración. Un pastor que se disponía a celebrar la Eucaristía como una verdadera acción de gracias, puntual, sencillo, delicado. Un obispo siempre dispuesto a servir la mesa para sus hijos. Un padre de todos.

Si en vida enseñó tanto con su testimonio callado, con su muerte ha cincelado su testamento de forma incomparable. Sabiendo que de Dios venía y a Él volvía, se entregó con paciencia en los sufrimientos. Su muerte ha sido un ejemplo formidable para todos, sin reflectores, sin grandilocuencias, en la simplicidad de un ataúd llano y humilde a ras de suelo y con la luz del Resucitado. ¡Gran enseñanza de lo que es la vida!

Grande fue Sergio Obeso, incomparable su testimonio. Un pastor con el que Dios nos ha bendecido demostrando que el actor es Él y que su gracia se muestra más en la debilidad humana. ¡Su vida fue una verdadera bendición para todos!

Con la muerte del señor cardenal don Sergio Obeso Rivera se cierra una etapa de inteligencias luminosas con la que se vio enriquecida la sociedad xalapeña. Con su testimonio, que era la más elocuente de sus predicaciones, dejó un abundante legado:

Demostró que un buen cristiano no es el que se dedica al conocimiento perfecto de la fe. Un buen cristiano es un buen ciudadano. Conocimos a un hombre íntegro, de una sola pieza, con una finura envidiable y un trato tan exquisito que todos los que se acercaban a él se retiraban con la sensación de haber sido atendidos con cariño. ¡Qué grande fue su delicadeza y la ternura de su trato! Un hombre humilde que jamás se preció de ninguna de sus investiduras. Un hombre honesto que sabía perfectamente que la fuerza de Dios se demuestra con mayor contundencia en la debilidad. Por eso, nunca se preocupó por mantenerse fuerte, según las categorías humanas.

Un pastor abnegado, fiel, que ofrendó su vida en servicio a Dios por amor a la Iglesia. No era un pastor de poses ni de títulos. Era el hombre del discernimiento, siempre preocupado por ser y estar cercano a su gente. Se debía a su pueblo. Tantas fueron sus gestiones en la Iglesia nacional y en la Iglesia de Xalapa que buscó que los fieles siempre fueran atendidos por pastores, nunca por intelectuales ni funcionarios. Son loables sus gestiones en las relaciones del Estado y de la Iglesia a nivel nacional, su esfuerzo para la creación de las diócesis de Córdoba y Orizaba, sus trabajos en el proceso de elevación a los altares del Santo Obispo de Veracruz. Fue un hombre de oración. Un pastor que se disponía a celebrar la Eucaristía como una verdadera acción de gracias, puntual, sencillo, delicado. Un obispo siempre dispuesto a servir la mesa para sus hijos. Un padre de todos.

Si en vida enseñó tanto con su testimonio callado, con su muerte ha cincelado su testamento de forma incomparable. Sabiendo que de Dios venía y a Él volvía, se entregó con paciencia en los sufrimientos. Su muerte ha sido un ejemplo formidable para todos, sin reflectores, sin grandilocuencias, en la simplicidad de un ataúd llano y humilde a ras de suelo y con la luz del Resucitado. ¡Gran enseñanza de lo que es la vida!

Grande fue Sergio Obeso, incomparable su testimonio. Un pastor con el que Dios nos ha bendecido demostrando que el actor es Él y que su gracia se muestra más en la debilidad humana. ¡Su vida fue una verdadera bendición para todos!