/ sábado 18 de diciembre de 2021

El misterio de la encarnación

La santísima Virgen María, la nueva Eva, madre de todo el género humano, supo escuchar la voluntad de Dios y responder con su valiente timidez a la llamada que Él le hizo para colaborar en el misterio de la encarnación, su función se expresa de manera muy simple, pero a la vez muy compleja, su tarea consistió simplemente en dejar que Dios lo hiciera todo. Que el Poderoso hiciera sus grandes obras en ella.

A continuación, cito la manera en la que Bernanos, en su Diario de un cura rural, explica a su joven compañero: “la virgen santa no tuvo triunfos ni milagros. Su Hijo no permitió que la gloria humana la rozara siquiera.

Nadie ha vivido, ha sufrido y ha muerto con tanta sencillez y en una ignorancia tan profunda de su propia dignidad, que, sin embargo, la pone muy por encima de los ángeles. Nació sin pecado, un arroyuelo puro y límpido. Los antiguos demonios familiares del hombre contemplan desde lejos a esta criatura maravillosa que está fuera de su alcance”.

En aquella covacha en la que se pudo encontrar María el día glorioso que lo cambió todo, aquel en el que un ángel entró a donde ella se encontraba. Como afirma la Escritura, la jovencita se turbó de sus palabras, no de ver a esta figura desconocidísima del ángel, cuyo nombre -Gabriel-, significa: “Dios se ha mostrado fuerte”, y cómo no, si ante la débil apariencia de esta muchacha Dios irrumpe con una fuerza implacable. Dios ha querido poner su morada entre los hombres, por amor se ha encarnado, no ha venido a vengar la condena antigua de un pecado, sino a mostrar el caudal de amor que esconde el corazón que tanto ha amado al mundo.

De nadie más se ha dicho lo que de María pronunció el ángel, “llena de gracia”, ella era la mujer que Dios había elegido y la había colmado de todos sus dones y de todas sus gracias, lo que esto quiere decir es que “Dios la poseía mucho más que el esposo posee a la esposa”, era Dios mismo quien la había elegido y la había inundado de todo lo que la quiso llenar para, después, invitarla a formar parte de una misión grandísima, del cumplimiento de la promesa por la que tanto esperaron los profetas.

El padre Martín Descalzo cuenta una anécdota que le sucedió en una cafetería de un hotel en Roma: se le acercó una chica japonesa para pedirle que le explicara el ave maría, que la había dejado llorando una noche entera, a lo que él le contestó que, debería pasarse muchas noches llorando para poderle contestar a esa pregunta.

La santísima Virgen María, la nueva Eva, madre de todo el género humano, supo escuchar la voluntad de Dios y responder con su valiente timidez a la llamada que Él le hizo para colaborar en el misterio de la encarnación, su función se expresa de manera muy simple, pero a la vez muy compleja, su tarea consistió simplemente en dejar que Dios lo hiciera todo. Que el Poderoso hiciera sus grandes obras en ella.

A continuación, cito la manera en la que Bernanos, en su Diario de un cura rural, explica a su joven compañero: “la virgen santa no tuvo triunfos ni milagros. Su Hijo no permitió que la gloria humana la rozara siquiera.

Nadie ha vivido, ha sufrido y ha muerto con tanta sencillez y en una ignorancia tan profunda de su propia dignidad, que, sin embargo, la pone muy por encima de los ángeles. Nació sin pecado, un arroyuelo puro y límpido. Los antiguos demonios familiares del hombre contemplan desde lejos a esta criatura maravillosa que está fuera de su alcance”.

En aquella covacha en la que se pudo encontrar María el día glorioso que lo cambió todo, aquel en el que un ángel entró a donde ella se encontraba. Como afirma la Escritura, la jovencita se turbó de sus palabras, no de ver a esta figura desconocidísima del ángel, cuyo nombre -Gabriel-, significa: “Dios se ha mostrado fuerte”, y cómo no, si ante la débil apariencia de esta muchacha Dios irrumpe con una fuerza implacable. Dios ha querido poner su morada entre los hombres, por amor se ha encarnado, no ha venido a vengar la condena antigua de un pecado, sino a mostrar el caudal de amor que esconde el corazón que tanto ha amado al mundo.

De nadie más se ha dicho lo que de María pronunció el ángel, “llena de gracia”, ella era la mujer que Dios había elegido y la había colmado de todos sus dones y de todas sus gracias, lo que esto quiere decir es que “Dios la poseía mucho más que el esposo posee a la esposa”, era Dios mismo quien la había elegido y la había inundado de todo lo que la quiso llenar para, después, invitarla a formar parte de una misión grandísima, del cumplimiento de la promesa por la que tanto esperaron los profetas.

El padre Martín Descalzo cuenta una anécdota que le sucedió en una cafetería de un hotel en Roma: se le acercó una chica japonesa para pedirle que le explicara el ave maría, que la había dejado llorando una noche entera, a lo que él le contestó que, debería pasarse muchas noches llorando para poderle contestar a esa pregunta.