/ domingo 20 de enero de 2019

El operador electoral de AMLO

De todos los exfuncionarios que en las últimas tres décadas han despachado como titulares de la Secretaría de Gobierno, quizá el más paranoico ha sido Miguel Ángel Yunes Linares.

Cosa de recordar, por ejemplo, que al inicio de la administración del gobernador Patricio Chirinos, en diciembre de 1992, cuando Yunes se hizo cargo de la Segob, todas las manifestaciones de protesta que se realizaban en la plaza Lerdo de Xalapa y en el resto de la entidad se las quiso atribuir al patrocinio del grupo del exmandatario Dante Delgado, lo que habría propiciado una fuerte discusión con su compadre José Luis Lobato Campos, exsecretario de Educación de Veracruz muy allegado a Delgado Rannauro, lo que obligó al extitular de la SEV a exiliarse del estado.

Por eso, el peor error que ahora podría cometer Éric Cisneros, también como secretario de Gobierno de la administración que encabeza Cuitláhuac García, sería incurrir en la misma actitud paranoica que hace 27 años enfermó políticamente a Yunes Linares, tanto, que terminó por descarrilar su aspiración de suceder a Chirinos en la gubernatura, ya que como dirigente estatal del PRI grupos del partido tricolor y de la oposición agraviados le cobraron las cuentas pendientes en la desastrosa elección municipal de 1997.

Y es que luego del reciente desaguisado que ocurrió en el municipio de Chinameca por el repudiado proyecto del relleno sanitario; del falso aviso publicado en un diario porteño con el que se pretendió involucrarlo en la contratación de activistas sociales, y ahora la denuncia de la dirigencia nacional del PRD que ha querido implicarlo en presuntas negociaciones corruptas con alcaldes del partido del sol azteca, lo más fácil para Cisneros sería endorsárselo al exmandatario estatal del PAN que no pudo heredarle el poder a su primogénito.

Porque motivos tiene para suponerlo, pues recuérdese que Yunes advirtió primero, ocho días después de la elección de gobernador, que “la historia no termina, la historia nunca concluye, la historia no se escribe en un día y en un solo acto; hay mucho por hacer, hay mucha historia que construir en Veracruz”, remachando con un “que quede claro: la lucha sigue”. Y luego, al final de su mandato, el exgobernador de la alianza PAN-PRD se despidió con otro mensaje futurista: “Hoy dejamos el Gobierno del Estado, pero Veracruz requiere de hombres grandes y en 2024 lucharemos para que Veracruz tenga un gobernador a la altura de su grandeza”.

Ello explicaría que los misiles dirigidos contra Cisneros serían porque no sólo es el funcionario estatal que está confrontando abiertamente al grupo yunista, presionando la destitución del fiscal Jorge Winckler, sino porque saben también que será quien llevará la operación electoral en 2021 y 2024 si sobrevive en la Segob.

De todos los exfuncionarios que en las últimas tres décadas han despachado como titulares de la Secretaría de Gobierno, quizá el más paranoico ha sido Miguel Ángel Yunes Linares.

Cosa de recordar, por ejemplo, que al inicio de la administración del gobernador Patricio Chirinos, en diciembre de 1992, cuando Yunes se hizo cargo de la Segob, todas las manifestaciones de protesta que se realizaban en la plaza Lerdo de Xalapa y en el resto de la entidad se las quiso atribuir al patrocinio del grupo del exmandatario Dante Delgado, lo que habría propiciado una fuerte discusión con su compadre José Luis Lobato Campos, exsecretario de Educación de Veracruz muy allegado a Delgado Rannauro, lo que obligó al extitular de la SEV a exiliarse del estado.

Por eso, el peor error que ahora podría cometer Éric Cisneros, también como secretario de Gobierno de la administración que encabeza Cuitláhuac García, sería incurrir en la misma actitud paranoica que hace 27 años enfermó políticamente a Yunes Linares, tanto, que terminó por descarrilar su aspiración de suceder a Chirinos en la gubernatura, ya que como dirigente estatal del PRI grupos del partido tricolor y de la oposición agraviados le cobraron las cuentas pendientes en la desastrosa elección municipal de 1997.

Y es que luego del reciente desaguisado que ocurrió en el municipio de Chinameca por el repudiado proyecto del relleno sanitario; del falso aviso publicado en un diario porteño con el que se pretendió involucrarlo en la contratación de activistas sociales, y ahora la denuncia de la dirigencia nacional del PRD que ha querido implicarlo en presuntas negociaciones corruptas con alcaldes del partido del sol azteca, lo más fácil para Cisneros sería endorsárselo al exmandatario estatal del PAN que no pudo heredarle el poder a su primogénito.

Porque motivos tiene para suponerlo, pues recuérdese que Yunes advirtió primero, ocho días después de la elección de gobernador, que “la historia no termina, la historia nunca concluye, la historia no se escribe en un día y en un solo acto; hay mucho por hacer, hay mucha historia que construir en Veracruz”, remachando con un “que quede claro: la lucha sigue”. Y luego, al final de su mandato, el exgobernador de la alianza PAN-PRD se despidió con otro mensaje futurista: “Hoy dejamos el Gobierno del Estado, pero Veracruz requiere de hombres grandes y en 2024 lucharemos para que Veracruz tenga un gobernador a la altura de su grandeza”.

Ello explicaría que los misiles dirigidos contra Cisneros serían porque no sólo es el funcionario estatal que está confrontando abiertamente al grupo yunista, presionando la destitución del fiscal Jorge Winckler, sino porque saben también que será quien llevará la operación electoral en 2021 y 2024 si sobrevive en la Segob.

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