/ miércoles 24 de octubre de 2018

El optimismo ante el devenir

De manera inicial manifiesto que cuando se evocan los sucesos del 68 y sus antecedentes, acontece que hay algunas personas que se incomodan e indican la existencia de otros asuntos presentes más importantes. Olvidan que la historia es la sucesión de eventos y que cada hecho social-económico-político es consecuencia y antecedente de otros acontecimientos. Los movimientos obreros, campesinos, magisteriales y de los médicos de los años 50 y 60 fueron los eslabones previos del movimiento estudiantil de 1968, el cual detonó la inconformidad de una sociedad aplastada por las acciones de un instituto político hegemónico y de un presidencialismo prepotente. Ante todo ello, no hay que olvidar lo que pasó y enfrentar con sentido crítico e inteligente las peripecias y retos contemporáneos, rememorando que nuestros antecesores se esforzaron y padecieron; hoy nosotros debemos hacer lo propio, cumplir con nuestro compromiso solidario, contribuir a mejorar las condiciones existentes.

De Tlatelolco a Ayotzinapa han acontecido muchas arbitrariedades y la herida en la dignidad del pueblo sigue abierta; no marginemos nuestro pretérito y empecemos a edificar un promisorio devenir con participación organizada y comprometida, en el marco de una democracia participativa. Ameritamos asimilar que lo ocurrido el primero de julio del presente año es la clarinada del anhelado cambio y que ello se hará posible si la comunidad mexicana y su gobierno vinculan sus fuerzas, si laboran en favor de los mismos ideales y propósitos humanistas. La potencialidad del pueblo mexicano es extraordinaria, no hay que menospreciarla; a lo largo de las épocas ha sobrevivido a enfermedades, guerras, divisiones y crisis. Desde nuestros antepasados originales, durante el sojuzgamiento brutal de los ibéricos, ante la gesta independentista, la Reforma y la Revolución, tales seres de bronce y mestizos se crecieron al castigo para alcanzar sus propósitos, en medio de desigualdades e injusticias.

Ahora la misión que se torna insoslayable es proseguir adelante como país, abrigando confianza, laborando con entusiasmo y proyectando optimismo. A partir de diciembre es menester que prevalezca la confianza, transitaremos por rumbos seguros para superar paulatinamente problemas diversos. Para nada debemos prestar oídos a elementos mal intencionados que aseveran, desde la óptica de sus prejuicios, que todo seguirá igual y que la nueva administración de la República fracasará. Ante ese vendaval de rumores y maledicencias tendremos que luchar y poner un alto a esos heraldos de las supuestas calamidades e indicarles con énfasis que los funcionarios del Poder Ejecutivo iniciarán sus labores en diciembre y es pertinente esperar acontecimientos, así como tener evidencias antes de proferir infundios, falacias y chismes de las más baja estofa.

Proliferan los resentidos por la derrota electoral última; tales seres acostumbrados a la vida plácida y a las mieles del poder proyectan cieno por doquier y atacan de manera cobarde a los adversarios triunfantes. Se cierran al análisis frío y se sienten traicionados por sus dóciles vasallos. Se angustian ante los tiempos actuales y no encuentran solución a su problema, porque se acostumbraron al servilismo, a la genuflexión, al trato despótico del superior, toda vez que al final participaban vergonzosamente del resto del banquete gubernamental. Escuché hace poco por la radio el comentario falaz de un individuo que acusó a López Obrador por los últimos aumentos a los combustibles y a los productos básicos, cuando el tabasqueño aún no toma posesión de su alta responsabilidad. Tal cosa me pareció torpe e impropia, pero lo insólito es que algunos pocos de los que escucharon esa versión la asumieron como verídica. Por favor “no caigamos” en las trampas e invenciones tortuosas de los sicarios mediáticos.


De manera inicial manifiesto que cuando se evocan los sucesos del 68 y sus antecedentes, acontece que hay algunas personas que se incomodan e indican la existencia de otros asuntos presentes más importantes. Olvidan que la historia es la sucesión de eventos y que cada hecho social-económico-político es consecuencia y antecedente de otros acontecimientos. Los movimientos obreros, campesinos, magisteriales y de los médicos de los años 50 y 60 fueron los eslabones previos del movimiento estudiantil de 1968, el cual detonó la inconformidad de una sociedad aplastada por las acciones de un instituto político hegemónico y de un presidencialismo prepotente. Ante todo ello, no hay que olvidar lo que pasó y enfrentar con sentido crítico e inteligente las peripecias y retos contemporáneos, rememorando que nuestros antecesores se esforzaron y padecieron; hoy nosotros debemos hacer lo propio, cumplir con nuestro compromiso solidario, contribuir a mejorar las condiciones existentes.

De Tlatelolco a Ayotzinapa han acontecido muchas arbitrariedades y la herida en la dignidad del pueblo sigue abierta; no marginemos nuestro pretérito y empecemos a edificar un promisorio devenir con participación organizada y comprometida, en el marco de una democracia participativa. Ameritamos asimilar que lo ocurrido el primero de julio del presente año es la clarinada del anhelado cambio y que ello se hará posible si la comunidad mexicana y su gobierno vinculan sus fuerzas, si laboran en favor de los mismos ideales y propósitos humanistas. La potencialidad del pueblo mexicano es extraordinaria, no hay que menospreciarla; a lo largo de las épocas ha sobrevivido a enfermedades, guerras, divisiones y crisis. Desde nuestros antepasados originales, durante el sojuzgamiento brutal de los ibéricos, ante la gesta independentista, la Reforma y la Revolución, tales seres de bronce y mestizos se crecieron al castigo para alcanzar sus propósitos, en medio de desigualdades e injusticias.

Ahora la misión que se torna insoslayable es proseguir adelante como país, abrigando confianza, laborando con entusiasmo y proyectando optimismo. A partir de diciembre es menester que prevalezca la confianza, transitaremos por rumbos seguros para superar paulatinamente problemas diversos. Para nada debemos prestar oídos a elementos mal intencionados que aseveran, desde la óptica de sus prejuicios, que todo seguirá igual y que la nueva administración de la República fracasará. Ante ese vendaval de rumores y maledicencias tendremos que luchar y poner un alto a esos heraldos de las supuestas calamidades e indicarles con énfasis que los funcionarios del Poder Ejecutivo iniciarán sus labores en diciembre y es pertinente esperar acontecimientos, así como tener evidencias antes de proferir infundios, falacias y chismes de las más baja estofa.

Proliferan los resentidos por la derrota electoral última; tales seres acostumbrados a la vida plácida y a las mieles del poder proyectan cieno por doquier y atacan de manera cobarde a los adversarios triunfantes. Se cierran al análisis frío y se sienten traicionados por sus dóciles vasallos. Se angustian ante los tiempos actuales y no encuentran solución a su problema, porque se acostumbraron al servilismo, a la genuflexión, al trato despótico del superior, toda vez que al final participaban vergonzosamente del resto del banquete gubernamental. Escuché hace poco por la radio el comentario falaz de un individuo que acusó a López Obrador por los últimos aumentos a los combustibles y a los productos básicos, cuando el tabasqueño aún no toma posesión de su alta responsabilidad. Tal cosa me pareció torpe e impropia, pero lo insólito es que algunos pocos de los que escucharon esa versión la asumieron como verídica. Por favor “no caigamos” en las trampas e invenciones tortuosas de los sicarios mediáticos.


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