/ viernes 16 de febrero de 2018

El poder de las redes sociales

Fidias, reconocido como el más famoso de los escultores de la Antigua Grecia, trabajó con éxito la piedra, el oro y la madera, y seguramente tenía además, el atributo de la paciencia, ésa que permite al artista plástico generar obras monumentales a partir de deformes piedras y rocas de dureza impresionante.

Viene a colación el nombre del artista ateniense, porque en mi concepto algún paralelo tiene la democracia con la escultura. Ambas florecen con el trabajo perseverante de los ciudadanos; se construyen a partir de obstáculos y florecen sólo gracias al trabajo fecundo de almas grandes y ciudadanos comprometidos. Un signo indiscutible de nuestro tiempo es cada vez mayor complejidad a la que van haciendo frente las sociedades, los sistemas políticos y económicos en todo el planeta. Hace pocos años nadie hubiera imaginado la existencia y menos la velocidad de la expansión de las redes sociales. Las redes sociales aportan de forma positiva al tejido social. Sin embargo, mal utilizadas pueden causar gran daño generando inestabilidad en los sistemas políticos.

La circulación de información falsa es algo para lo que no está preparada la legislación de los países. La subida de información que puede ser compartida millones de veces sin ningún tipo de filtro sobre su veracidad. Las redes sociales pueden cambiar el ánimo social haciendo vivir una realidad paralela, ficticia alejada de cualquier objetividad a la que hoy muchos denominan posverdad.

La idea de la posverdad no es nueva, ha sido estudiada por distintos pensadores y filósofos bajo la denominación de relativismo, corriente de pensamiento que sostiene que la verdad no existe, que todo depende de la realidad o conveniencia del momento.

La postura relativista se convierte así en la antesala de la corrupción generalizada.

Una sociedad en la que prima la posverdad no puede alcanzar la democracia, ya que los ciudadanos no tienen acceso a información objetiva para tomar decisiones asertivas. La posverdad es veneno puro para las sociedades democráticas, abiertas, en las que premian como centro los derechos humanos.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, declaró la guerra a las noticias falsas. Anunció una ley para controlar, limitar y castigar su propagación, en las campañas electorales por parte de entidades extranjeras.

En México estamos indefensos contra una campaña así en redes sociales. No hay marco legal que la contemple. El riesgo no está en la capacidad de la autoridad electoral para proteger sus sistemas, el riesgo está en la capacidad de este camino para inclinar engañada a la opinión pública hacia una idea o candidato.

Es importante que las autoridades, los legisladores y la sociedad en general construyamos conciencia del riesgo en que nos encontramos y se tomen medidas concretas. Hoy en día ya es imposible no mirar al mundo a través de las redes sociales.

Tal es el alcance de esta vía de comunicación, que ha sido necesario crear protocolos para que tantos divulgadores como usuarios aprovechen las ventajas de las tantísimas posibilidades que ofrece la tripe w. Esto nos ha obligado a todos: empresas, medios y ciudadanos a partir el rigor de la información, pero también debe llevarnos a hacer de ésta una herramienta suficiente para motivar a la participación más allá de un like, de un “compartir”. El Internet debe servir para que todo lo que política y socialmente se vierte en él, incida y nos haga tomar decisiones cuando estamos en una casilla a punto de emitir nuestro voto.

Fidias, reconocido como el más famoso de los escultores de la Antigua Grecia, trabajó con éxito la piedra, el oro y la madera, y seguramente tenía además, el atributo de la paciencia, ésa que permite al artista plástico generar obras monumentales a partir de deformes piedras y rocas de dureza impresionante.

Viene a colación el nombre del artista ateniense, porque en mi concepto algún paralelo tiene la democracia con la escultura. Ambas florecen con el trabajo perseverante de los ciudadanos; se construyen a partir de obstáculos y florecen sólo gracias al trabajo fecundo de almas grandes y ciudadanos comprometidos. Un signo indiscutible de nuestro tiempo es cada vez mayor complejidad a la que van haciendo frente las sociedades, los sistemas políticos y económicos en todo el planeta. Hace pocos años nadie hubiera imaginado la existencia y menos la velocidad de la expansión de las redes sociales. Las redes sociales aportan de forma positiva al tejido social. Sin embargo, mal utilizadas pueden causar gran daño generando inestabilidad en los sistemas políticos.

La circulación de información falsa es algo para lo que no está preparada la legislación de los países. La subida de información que puede ser compartida millones de veces sin ningún tipo de filtro sobre su veracidad. Las redes sociales pueden cambiar el ánimo social haciendo vivir una realidad paralela, ficticia alejada de cualquier objetividad a la que hoy muchos denominan posverdad.

La idea de la posverdad no es nueva, ha sido estudiada por distintos pensadores y filósofos bajo la denominación de relativismo, corriente de pensamiento que sostiene que la verdad no existe, que todo depende de la realidad o conveniencia del momento.

La postura relativista se convierte así en la antesala de la corrupción generalizada.

Una sociedad en la que prima la posverdad no puede alcanzar la democracia, ya que los ciudadanos no tienen acceso a información objetiva para tomar decisiones asertivas. La posverdad es veneno puro para las sociedades democráticas, abiertas, en las que premian como centro los derechos humanos.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, declaró la guerra a las noticias falsas. Anunció una ley para controlar, limitar y castigar su propagación, en las campañas electorales por parte de entidades extranjeras.

En México estamos indefensos contra una campaña así en redes sociales. No hay marco legal que la contemple. El riesgo no está en la capacidad de la autoridad electoral para proteger sus sistemas, el riesgo está en la capacidad de este camino para inclinar engañada a la opinión pública hacia una idea o candidato.

Es importante que las autoridades, los legisladores y la sociedad en general construyamos conciencia del riesgo en que nos encontramos y se tomen medidas concretas. Hoy en día ya es imposible no mirar al mundo a través de las redes sociales.

Tal es el alcance de esta vía de comunicación, que ha sido necesario crear protocolos para que tantos divulgadores como usuarios aprovechen las ventajas de las tantísimas posibilidades que ofrece la tripe w. Esto nos ha obligado a todos: empresas, medios y ciudadanos a partir el rigor de la información, pero también debe llevarnos a hacer de ésta una herramienta suficiente para motivar a la participación más allá de un like, de un “compartir”. El Internet debe servir para que todo lo que política y socialmente se vierte en él, incida y nos haga tomar decisiones cuando estamos en una casilla a punto de emitir nuestro voto.