/ lunes 4 de noviembre de 2019

El problema de no saber perder

¿Qué sabe el presidente de un posible golpe de estado? ¿Es real esa posibilidad o solo una bola rápida más de López Obrador para justificarse y causar distracción de los problemas en que se mete?

Porque del nulo crecimiento en la economía, del multimillonario subejercicio en el gasto, de la desbordada delincuencia ejerciendo su despiadado mando en amplias zonas del país, de los operativos fallidos y de las promesas incumplidas pasamos a que los “conservadores” pretenden dar un golpe de estado en México.

Conozco casos así: un grupo de ultraderecha durante décadas tuvo como su enemigo mortal al comunismo; cuando éste se derrumbó, entonces el rival pasó a ser el diablo, asegurándose un enemigo eterno. Fidel Castro le dijo durante medio siglo a los cubanos que el peligro era Estados Unidos; en sus últimos años, creo que cansado de decir lo mismo en sus largos discursos, cambió la amenaza y dijo que ésta era una inminente guerra nuclear.

En México lo que corresponde es que el presidente se serene y deje de inventar enemigos, decir mentiras para justificarse y de tratar de ganar en todo lo que participa.

No ha perdido, según él, en ningún caso. Todo revuelve, a todo le busca con tal de salir airoso. Pierde de vista que la gente desconfía del que nunca pierde y del que nunca hace algo mal, como es su caso.

Reconocer yerros no es el fin del mundo, pero para López Obrador sí. No sabe perder y eso, a nivel de presidente de un país, es un grave problema. Si un niño hace trampa, miente o arrebata para no verse derrotado nunca en las canicas o en los videojuegos, pues no pasará de algunas rabietas o que deje de tener amigos. Pero si el que aplica el mismo método es un jefe de Estado, entonces habrá conflictos que quién sabe cómo terminen.

Por lo pronto hay polarización entre sectores poblacionales de México, pero su abanico de “enemigos” se ha ido ampliando. En los últimos días, tras el “fallo táctico” en el operativo para detener al hijo de El Chapo en Culiacán y el enésimo reparto de culpas a otros para no quedar mal, los militares abiertamente han manifestado su inconformidad.

El discurso del general Carlos Demetrio Gaytán no puede ser minimizado. Lo dijo en un acto oficial del Ejército y por lo tanto se entiende que con la autorización del Secretario de la Defensa.

¿Qué más sigue de continuar así López Obrador? Un golpe de estado, no. “No hay nada que temer”, compuso ayer AMLO tras sus expresiones del sábado, pero sí más problemas para México.

Señor Presidente, serénese. Tenga menos “triunfos” personales y dé más resultados para el país, sobre todo en materia económica, obras y seguridad. Así tendrá tranquilos y de su parte a la mayoría.

¿Qué sabe el presidente de un posible golpe de estado? ¿Es real esa posibilidad o solo una bola rápida más de López Obrador para justificarse y causar distracción de los problemas en que se mete?

Porque del nulo crecimiento en la economía, del multimillonario subejercicio en el gasto, de la desbordada delincuencia ejerciendo su despiadado mando en amplias zonas del país, de los operativos fallidos y de las promesas incumplidas pasamos a que los “conservadores” pretenden dar un golpe de estado en México.

Conozco casos así: un grupo de ultraderecha durante décadas tuvo como su enemigo mortal al comunismo; cuando éste se derrumbó, entonces el rival pasó a ser el diablo, asegurándose un enemigo eterno. Fidel Castro le dijo durante medio siglo a los cubanos que el peligro era Estados Unidos; en sus últimos años, creo que cansado de decir lo mismo en sus largos discursos, cambió la amenaza y dijo que ésta era una inminente guerra nuclear.

En México lo que corresponde es que el presidente se serene y deje de inventar enemigos, decir mentiras para justificarse y de tratar de ganar en todo lo que participa.

No ha perdido, según él, en ningún caso. Todo revuelve, a todo le busca con tal de salir airoso. Pierde de vista que la gente desconfía del que nunca pierde y del que nunca hace algo mal, como es su caso.

Reconocer yerros no es el fin del mundo, pero para López Obrador sí. No sabe perder y eso, a nivel de presidente de un país, es un grave problema. Si un niño hace trampa, miente o arrebata para no verse derrotado nunca en las canicas o en los videojuegos, pues no pasará de algunas rabietas o que deje de tener amigos. Pero si el que aplica el mismo método es un jefe de Estado, entonces habrá conflictos que quién sabe cómo terminen.

Por lo pronto hay polarización entre sectores poblacionales de México, pero su abanico de “enemigos” se ha ido ampliando. En los últimos días, tras el “fallo táctico” en el operativo para detener al hijo de El Chapo en Culiacán y el enésimo reparto de culpas a otros para no quedar mal, los militares abiertamente han manifestado su inconformidad.

El discurso del general Carlos Demetrio Gaytán no puede ser minimizado. Lo dijo en un acto oficial del Ejército y por lo tanto se entiende que con la autorización del Secretario de la Defensa.

¿Qué más sigue de continuar así López Obrador? Un golpe de estado, no. “No hay nada que temer”, compuso ayer AMLO tras sus expresiones del sábado, pero sí más problemas para México.

Señor Presidente, serénese. Tenga menos “triunfos” personales y dé más resultados para el país, sobre todo en materia económica, obras y seguridad. Así tendrá tranquilos y de su parte a la mayoría.