/ jueves 25 de febrero de 2021

El pueblo imaginario y la demagogia

La herencia del nacionalismo revolucionario, portada por los gobiernos autonombrados revolucionarios y sus partidos (PNR-PRM y PRI), fue basta en discursos, retórica y demagogia. A ese estilo exaltado y lacrimógeno no le podía faltar las abundantes alusiones al pueblo; así, en abstracto y colocado para toda mención que se les ocurriera. A nombre del pueblo gobernaban y reprimían. El pueblo era su inspiración en esos discursos interminables y huecos.

Si hubo que reprimir a los estudiantes en el 68, fue por defender al pueblo; si había que hacer fraudes electorales, era por el bien del pueblo. Lo que fuera, bueno o malo, se hacía por el pueblo. Esa comunidad anónima era tratada con paternalismo, como menor de edad. De los grandes asuntos nacionales se ocupaban las élites políticas y económicas, por supuesto a nombre del pueblo. Con el tiempo esa retórica se volvió demagogia y dejó de tener sentido. Los presidentes imperiales fueron perdiendo luces y rasgos de verosimilitud; cada vez se les veía más como seres humanos. El ingreso de los tecnócratas al poder trajo consigo un discurso distinto, acorde al acotamiento de sus gobiernos, donde la palabra se utilizaba con mayor precisión y con términos concretos. Se fue volviendo intrascendente el uso de expresiones grandilocuentes, así como las evocaciones fáciles al pasado revolucionario. Si caso acudían a la añeja simbología revolucionaria era para eludir definiciones del momento.

Con la nueva alternancia, después de los dos sexenios del PAN, ajeno al nacionalismo revolucionario, regresan muchas de las formulaciones retóricas de antes. Reaparecen las alusiones al pueblo en forma general. Todo lo que hace el actual gobierno es justificado por el beneficio del pueblo. Lo entiende y presenta como un todo. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos no protege a víctimas sino al pueblo, según lo hace saber en sus anuncios. Incluso, en un acto de exaltación mayor, se agregaron los calificativos de bueno y sabio al pueblo. Si Salgado Macedonio es acusado de agresiones sexuales, no habría tanto problema porque lo apoya el pueblo de Guerrero. No se debe dudar de las encuestas para decidir candidaturas porque son decisiones del pueblo. Los caciques no volverán porque el pueblo ya los conoce, según el gobernador de Veracruz. El término pueblo es la esencia discursiva del gobierno actual. Uno se puede preguntar exactamente a qué se refieren y quedarse sin respuestas. Es claro que simplifican su retórica y esquemas de simpatizantes-adversarios. Uno puede dudar de que ellos mismos se lo crean por la rapidez con que disparan esa expresión y por su utilización generalizada, para lo que sea.

La verdad es que decir pueblo es hablar de todo y nada, se vuelve un término abstracto que prácticamente no define nada. Pueblo comunidad, pueblo población, pueblo pobreza y pueblo caserío son palabras bonitas, pero no tienen mucha relación con el lenguaje político, aunque los liderazgos lo privilegien en ahorro de esfuerzo intelectual. Es de obviedad señalar que no hay un pueblo homogéneo, ni sabio o ignorante, ni malo o bueno. En todo caso, si pensamos al pueblo como comunidad estamos hablando de la sociedad y, con esta, de la ciudadanía. Nuestra sociedad es compleja, diversa y plural en todos los sentidos. Es bastante distinta en situación económica, en educación, valores cívicos, religiones, opciones electorales, simpatías políticas y las maneras de pensar. No es un bloque, ni dos. No se puede hablar de ella como algo anónimo y masivo, que se puede meter en una maleta, aunque ésta sea imaginaria. La ciudadanía significa individuos por separado, con su personalidad y conciencia, sobre todo con su dignidad y vida libre.

Un cambio social y político supone el respeto a la gente y el rechazo a fórmulas demagógicas. Esa película es vieja y muy vista. De esa fantasía seudo revolucionaria venimos. Cada que se escuche la santificación del pueblo no hay que dudar de que estamos ante una simulación.

Recadito: Se lee medio anarquista pero no habrá de otra, se tendrá que demoler la horrible estructura del mirador del Parque Juárez.

mail:

ufa.1959@gmail.com

ufa.1959@gmail.com

La herencia del nacionalismo revolucionario, portada por los gobiernos autonombrados revolucionarios y sus partidos (PNR-PRM y PRI), fue basta en discursos, retórica y demagogia. A ese estilo exaltado y lacrimógeno no le podía faltar las abundantes alusiones al pueblo; así, en abstracto y colocado para toda mención que se les ocurriera. A nombre del pueblo gobernaban y reprimían. El pueblo era su inspiración en esos discursos interminables y huecos.

Si hubo que reprimir a los estudiantes en el 68, fue por defender al pueblo; si había que hacer fraudes electorales, era por el bien del pueblo. Lo que fuera, bueno o malo, se hacía por el pueblo. Esa comunidad anónima era tratada con paternalismo, como menor de edad. De los grandes asuntos nacionales se ocupaban las élites políticas y económicas, por supuesto a nombre del pueblo. Con el tiempo esa retórica se volvió demagogia y dejó de tener sentido. Los presidentes imperiales fueron perdiendo luces y rasgos de verosimilitud; cada vez se les veía más como seres humanos. El ingreso de los tecnócratas al poder trajo consigo un discurso distinto, acorde al acotamiento de sus gobiernos, donde la palabra se utilizaba con mayor precisión y con términos concretos. Se fue volviendo intrascendente el uso de expresiones grandilocuentes, así como las evocaciones fáciles al pasado revolucionario. Si caso acudían a la añeja simbología revolucionaria era para eludir definiciones del momento.

Con la nueva alternancia, después de los dos sexenios del PAN, ajeno al nacionalismo revolucionario, regresan muchas de las formulaciones retóricas de antes. Reaparecen las alusiones al pueblo en forma general. Todo lo que hace el actual gobierno es justificado por el beneficio del pueblo. Lo entiende y presenta como un todo. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos no protege a víctimas sino al pueblo, según lo hace saber en sus anuncios. Incluso, en un acto de exaltación mayor, se agregaron los calificativos de bueno y sabio al pueblo. Si Salgado Macedonio es acusado de agresiones sexuales, no habría tanto problema porque lo apoya el pueblo de Guerrero. No se debe dudar de las encuestas para decidir candidaturas porque son decisiones del pueblo. Los caciques no volverán porque el pueblo ya los conoce, según el gobernador de Veracruz. El término pueblo es la esencia discursiva del gobierno actual. Uno se puede preguntar exactamente a qué se refieren y quedarse sin respuestas. Es claro que simplifican su retórica y esquemas de simpatizantes-adversarios. Uno puede dudar de que ellos mismos se lo crean por la rapidez con que disparan esa expresión y por su utilización generalizada, para lo que sea.

La verdad es que decir pueblo es hablar de todo y nada, se vuelve un término abstracto que prácticamente no define nada. Pueblo comunidad, pueblo población, pueblo pobreza y pueblo caserío son palabras bonitas, pero no tienen mucha relación con el lenguaje político, aunque los liderazgos lo privilegien en ahorro de esfuerzo intelectual. Es de obviedad señalar que no hay un pueblo homogéneo, ni sabio o ignorante, ni malo o bueno. En todo caso, si pensamos al pueblo como comunidad estamos hablando de la sociedad y, con esta, de la ciudadanía. Nuestra sociedad es compleja, diversa y plural en todos los sentidos. Es bastante distinta en situación económica, en educación, valores cívicos, religiones, opciones electorales, simpatías políticas y las maneras de pensar. No es un bloque, ni dos. No se puede hablar de ella como algo anónimo y masivo, que se puede meter en una maleta, aunque ésta sea imaginaria. La ciudadanía significa individuos por separado, con su personalidad y conciencia, sobre todo con su dignidad y vida libre.

Un cambio social y político supone el respeto a la gente y el rechazo a fórmulas demagógicas. Esa película es vieja y muy vista. De esa fantasía seudo revolucionaria venimos. Cada que se escuche la santificación del pueblo no hay que dudar de que estamos ante una simulación.

Recadito: Se lee medio anarquista pero no habrá de otra, se tendrá que demoler la horrible estructura del mirador del Parque Juárez.

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ufa.1959@gmail.com

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