/ viernes 13 de mayo de 2022

El rol social del maestro

A 192 años de distancia, Simón Bolívar, quien coadyuvó a poner los cimientos de la sociedad latinoamericana, en algún momento expresó: “Yo quiero como maestro… no un sabio, pero si a un hombre que se distinga por su educación, por la pureza de sus costumbres, por la naturalidad de sus modales, jovial, accesible, dócil, franco; en fin… en quien se encuentre mucho que imitar y poco que corregir”.

Al abordar el significativo rol social del maestro en el presente y futuro es necesario hacer algunas consideraciones. Durante este proceso de la pandemia, que aún no termina, William Alberto Valencia Rodríguez, de la Universidad de Antioquía Colombia, reflexiona sobre el papel de los maestros. “Este tiempo y circunstancias particulares por la que atraviesa el mundo en general, lleno de tensiones personales, familiares, sociales, políticas, culturales, económicas, sanitarias, psicológicas y, por supuesto educativas, se han convertido en una posibilidad de repensar la labor docente y las formas convencionales bajo las cuales se venía ofertando el servicio educativo en todos los niveles y modalidades. En esta perspectiva, el aislamiento social, productivo y laboral que se ha experimentado de la mano de la emergencia epidemiológica, ha representado miedos, cambios, disyuntivas, pero también nuevas interpelaciones, provocaciones, experiencias y oportunidades para innovar. Todas estas realidades no son ajenas a las dinámicas propias de las prácticas educativas, pedagógicas y docentes”.

Desde la convicción que les moviliza al asumir la educación como una experiencia relacional por excelencia, seguro es que son muchas y muy variadas las tensiones, tendencias, resistencias y situaciones que subyacen a la práctica educativa. Ahora bien, reflexionar sobre ellas y socializar la manera como se las ha abordado e intervenido (desde los disciplinar, lo pedagógico, lo didáctico, lo institucional, lo legal), es quizás lo que le dan sentido pedagógico o las denominan particularmente Práctica Pedagógica.

Este ir y venir, propio del diálogo, la confrontación, la discusión y el trabajo colectivo, es lo que precisamente permite a los maestros hacer de la práctica pedagógica una experiencia formativa, crítica e investigativa; además de ser una alternativa para de-construir las biografías escolares, partiendo de las experiencias, los saberes apropiados, los contextos habitados, las lecciones aprendidas, las relaciones que se construyen, las interacciones intra e inter institucionales, los encuentros y desencuentros generados y las reflexiones e integraciones entre el conocimiento teórico, práctico, social y ético.

Necesario es lograr la vinculación de la teoría con la práctica para acercarse mejor a la realidad. Los profesores pueden tener un excelente dominio de los conocimientos teóricos, y, sin embargo, no pocas veces algunos están alejados del mundo de sus alumnos; de las tendencias en el campo de la enseñanza y el aprendizaje, por lo tanto, se espera que tengan una mejor formación pedagógica. Además de todos los conocimientos y habilidades que el profesor debería transmitir a los alumnos, tendría que realizar una evaluación con criterio, en la cual considere la diversidad cognitiva de éstos y las diferentes realidades a las que pertenecen. Pero también es obligación del Estado brindar a los profesores las opciones para que estos continúen su formación, no es tarea fácil para el docente ya que los contenidos académicos cambian constantemente y los planes de estudio no son adecuados.

En el ámbito de la actualización docente se logrará un cambio en la medida en que el profesor tome conciencia de la importancia de contar con una buena formación, cualquiera que sea su disciplina o el campo en el que actúe. La formación del profesor en la actualidad es una labor complicada, a causa de los nuevos desafíos y desarrollos que se experimentan en los ámbitos científico y tecnológico. La formación y la capacitación de nuevos saberes y la adaptación a la tecnología es una forma estratégica que el profesor del siglo XXI debe asumir como herramienta pragmática y útil para apropiarse de los cambios y transformaciones que experimenta el sector educativo.

En la obra El Maestro y la Maestra como educadores. Una irrenunciable misión social, Orlando Varela Alfonso y Felipe de J. Pérez Cruz subrayan que “La función social educativa del maestro está orientada por y hacia una concepción del hombre, en dependencia de la cual se orientarán sus acciones educativas.

Para cumplir la misión que la sociedad le ha dado, el maestro tiene que poseer un dominio pleno del fin y los objetivos de la educación. Hay consenso en que tales finalidades deben orientarse en formar a las nuevas generaciones en la eticidad y moralidad que nace de las más progresivas tradiciones culturales, procurando desarrollar la plenitud humana, junto a una concepción científica, integrada y respetuosa del mundo que le rodea. Que estimule la búsqueda de una inserción feliz, soberana y propositiva –el buen vivir- en el concierto medioambiental, tecnológico y cultural contemporáneo”.

Es muy importante considerar que para cumplir los fines y objetivos de la educación, los docentes trabajan por desarrollar las capacidades intelectuales, físicas y espirituales de sus estudiantes, fomentan en ellos, elevados sentimientos y gustos estéticos, hábitos de conducta diaria, y forjan convicciones ciudadanas, significadoras de la condición humana, y de su integración amable y comprometida con el medio social y natural en el que viven. A todo ello nos referimos cuando hablamos de lograr la formación integral de la personalidad.

No se debe perder de vista que los maestros en tanto seres sociales y políticos, tienen sus propias posiciones ideológicas, filosóficas y religiosas. Pero en su labor docente deben cuidar la imposición y la manipulación en interés de sus puntos de vista. En plenitud de igualdad, las diferencias ideológicas, filosóficas, religiosas, culturales, permiten la pluriculturalidad y el enriquecimiento de las diferencias.

Sin duda, la labor del magisterio para superarse a sí mismo en tan difíciles circunstancias resulta una problemática compleja, pero a la que no puede renunciar por su compromiso social. La batalla es de ciencia, conocimiento y conciencia.

Este ir y venir, propio del diálogo, la confrontación, la discusión y el trabajo colectivo, es lo que permite a los maestros hacer de la práctica pedagógica una experiencia formativa.

A 192 años de distancia, Simón Bolívar, quien coadyuvó a poner los cimientos de la sociedad latinoamericana, en algún momento expresó: “Yo quiero como maestro… no un sabio, pero si a un hombre que se distinga por su educación, por la pureza de sus costumbres, por la naturalidad de sus modales, jovial, accesible, dócil, franco; en fin… en quien se encuentre mucho que imitar y poco que corregir”.

Al abordar el significativo rol social del maestro en el presente y futuro es necesario hacer algunas consideraciones. Durante este proceso de la pandemia, que aún no termina, William Alberto Valencia Rodríguez, de la Universidad de Antioquía Colombia, reflexiona sobre el papel de los maestros. “Este tiempo y circunstancias particulares por la que atraviesa el mundo en general, lleno de tensiones personales, familiares, sociales, políticas, culturales, económicas, sanitarias, psicológicas y, por supuesto educativas, se han convertido en una posibilidad de repensar la labor docente y las formas convencionales bajo las cuales se venía ofertando el servicio educativo en todos los niveles y modalidades. En esta perspectiva, el aislamiento social, productivo y laboral que se ha experimentado de la mano de la emergencia epidemiológica, ha representado miedos, cambios, disyuntivas, pero también nuevas interpelaciones, provocaciones, experiencias y oportunidades para innovar. Todas estas realidades no son ajenas a las dinámicas propias de las prácticas educativas, pedagógicas y docentes”.

Desde la convicción que les moviliza al asumir la educación como una experiencia relacional por excelencia, seguro es que son muchas y muy variadas las tensiones, tendencias, resistencias y situaciones que subyacen a la práctica educativa. Ahora bien, reflexionar sobre ellas y socializar la manera como se las ha abordado e intervenido (desde los disciplinar, lo pedagógico, lo didáctico, lo institucional, lo legal), es quizás lo que le dan sentido pedagógico o las denominan particularmente Práctica Pedagógica.

Este ir y venir, propio del diálogo, la confrontación, la discusión y el trabajo colectivo, es lo que precisamente permite a los maestros hacer de la práctica pedagógica una experiencia formativa, crítica e investigativa; además de ser una alternativa para de-construir las biografías escolares, partiendo de las experiencias, los saberes apropiados, los contextos habitados, las lecciones aprendidas, las relaciones que se construyen, las interacciones intra e inter institucionales, los encuentros y desencuentros generados y las reflexiones e integraciones entre el conocimiento teórico, práctico, social y ético.

Necesario es lograr la vinculación de la teoría con la práctica para acercarse mejor a la realidad. Los profesores pueden tener un excelente dominio de los conocimientos teóricos, y, sin embargo, no pocas veces algunos están alejados del mundo de sus alumnos; de las tendencias en el campo de la enseñanza y el aprendizaje, por lo tanto, se espera que tengan una mejor formación pedagógica. Además de todos los conocimientos y habilidades que el profesor debería transmitir a los alumnos, tendría que realizar una evaluación con criterio, en la cual considere la diversidad cognitiva de éstos y las diferentes realidades a las que pertenecen. Pero también es obligación del Estado brindar a los profesores las opciones para que estos continúen su formación, no es tarea fácil para el docente ya que los contenidos académicos cambian constantemente y los planes de estudio no son adecuados.

En el ámbito de la actualización docente se logrará un cambio en la medida en que el profesor tome conciencia de la importancia de contar con una buena formación, cualquiera que sea su disciplina o el campo en el que actúe. La formación del profesor en la actualidad es una labor complicada, a causa de los nuevos desafíos y desarrollos que se experimentan en los ámbitos científico y tecnológico. La formación y la capacitación de nuevos saberes y la adaptación a la tecnología es una forma estratégica que el profesor del siglo XXI debe asumir como herramienta pragmática y útil para apropiarse de los cambios y transformaciones que experimenta el sector educativo.

En la obra El Maestro y la Maestra como educadores. Una irrenunciable misión social, Orlando Varela Alfonso y Felipe de J. Pérez Cruz subrayan que “La función social educativa del maestro está orientada por y hacia una concepción del hombre, en dependencia de la cual se orientarán sus acciones educativas.

Para cumplir la misión que la sociedad le ha dado, el maestro tiene que poseer un dominio pleno del fin y los objetivos de la educación. Hay consenso en que tales finalidades deben orientarse en formar a las nuevas generaciones en la eticidad y moralidad que nace de las más progresivas tradiciones culturales, procurando desarrollar la plenitud humana, junto a una concepción científica, integrada y respetuosa del mundo que le rodea. Que estimule la búsqueda de una inserción feliz, soberana y propositiva –el buen vivir- en el concierto medioambiental, tecnológico y cultural contemporáneo”.

Es muy importante considerar que para cumplir los fines y objetivos de la educación, los docentes trabajan por desarrollar las capacidades intelectuales, físicas y espirituales de sus estudiantes, fomentan en ellos, elevados sentimientos y gustos estéticos, hábitos de conducta diaria, y forjan convicciones ciudadanas, significadoras de la condición humana, y de su integración amable y comprometida con el medio social y natural en el que viven. A todo ello nos referimos cuando hablamos de lograr la formación integral de la personalidad.

No se debe perder de vista que los maestros en tanto seres sociales y políticos, tienen sus propias posiciones ideológicas, filosóficas y religiosas. Pero en su labor docente deben cuidar la imposición y la manipulación en interés de sus puntos de vista. En plenitud de igualdad, las diferencias ideológicas, filosóficas, religiosas, culturales, permiten la pluriculturalidad y el enriquecimiento de las diferencias.

Sin duda, la labor del magisterio para superarse a sí mismo en tan difíciles circunstancias resulta una problemática compleja, pero a la que no puede renunciar por su compromiso social. La batalla es de ciencia, conocimiento y conciencia.

Este ir y venir, propio del diálogo, la confrontación, la discusión y el trabajo colectivo, es lo que permite a los maestros hacer de la práctica pedagógica una experiencia formativa.