/ martes 3 de diciembre de 2019

El rostro de la nación

Nada más revolucionario que leer, en especial, novelas (clásicas y modernas), pero bien escritas y estructuradas, ya que son la posibilidad de asomarse a un espacio que, para el autor, es democrático, en el que confluyen voces distintas, incluyendo a quien lee.

Ni duda la Cuarta Transformación deberá intentar cerrar la brecha de confrontación social que el presidente ha impuesto como político de Estado, aplicar una auténtica estrategia de seguridad, para evitar que se continúe ensangrentado como nunca al país, reactivar la economía y restañar el vulnerado Estado de derecho; restablecer los contrapesos internacionales al Poder Ejecutivo que han sido uno a uno nulificados en favor al autoritarismo presidencial, pero sobre todo deberá de tratar de recuperar el tiempo perdido.

México es, también, la historia de sus fallidas modernizaciones.

En repetidas ocasiones AMLO ha dicho que desea profundizar la transformación institucional que encabeza, que su propósito es que, de cambiar el gobierno de manos, les cueste mucho trabajo, o incluso le sea imposible, dar marcha atrás.

Pero todo lo que sube, y más aún en política, tarde o temprano tiende a caer.

Todos los gobiernos piensan que detentarán el poder sexenios o décadas.

Ahora los morenistas se sueñan en Palacio por un largo período. No toman en cuenta, lo que Moisés Naím (El final del poder) ha estudiado: que ahora como nunca el poder es inmenso y frágil.

La recesión está tocando la puerta y la alta inseguridad no cede. El saldo: descrédito internacional por la ausencia de una estrategia sería en seguridad. La producción petrolera volvió a caer. En las elecciones de 2021 se les cobrará su impericia: la gente vota con el bolsillo y las emociones.

La Cuarta Transformación, nombre ridículo, no debe plantearse como tal sino como un período de reconstrucción. Es necesario volver a equilibrar los poderes. El cesarismo revolucionario, según lo visto, no es la fórmula para resolver los problemas del país. Es preciso restaurar La República.

Los aportes del período de Morena (el combate a la corrupción y la pobreza), son invaluables, pero no han sabido aplicarlos.

La aprobación (es un decir, diría mi respetado Salvador Camarena) del Presupuesto de Egresos de la Federación 2020 dejó prácticamente en todos un muy mal sabor de boca. Ni duda, lo más relevante de esto es que pareció más una ópera bufa que otra cosa, fue el desaseo exhibido por quienes en su inmensa mayoría son menorídeos, no tienen la menor idea acerca del cual mostraron su aquiescencia y abyección.

Sin duda alguna el Presupuesto de Egresos 2020 es la más importante herramienta con la que cuenta un gobierno para expresar sus prioridades, su visión de gobierno y aquello con lo que pretende trascender.

El año 2019 significó fuertes retos de aprendizaje para el nuevo gobierno. Frente a varios de estos posibles desequilibrios, una vez que el PFF fue aprobado, habrá que dar seguimiento a la eficiencia y a la transparencia con la que el gobierno actúe para el año que viene.

La economía mexicana está lejos de ir bien. Números del INEGI confirman que llevamos tres trimestres consecutivos sin crecimiento. Oficialmente, estamos en recepción técnica.

“Al borde del precipicio”, para ponerlo en palabras del extitular de la SHCP, Carlos Urzúa. El 2% de crecimiento que AMLO pronosticó para este año se esfumó. Apostó públicamente y perdió. Sería bueno que lo reconociera. Es paso obligatorio para corregir.

Lejos de observar una mejoría, los problemas del país permanecen, crecen y surgen otros, sin soluciones viables. Seguimos entrampados e inmersos, cada parte en su propia y compleja realidad, los tiempos se van consumiendo y los desencuentros cada vez más frecuente suben el tono.

Los soberbios no callan, el silencio no es lo suyo. (Gracias Sabines).

Nada más revolucionario que leer, en especial, novelas (clásicas y modernas), pero bien escritas y estructuradas, ya que son la posibilidad de asomarse a un espacio que, para el autor, es democrático, en el que confluyen voces distintas, incluyendo a quien lee.

Ni duda la Cuarta Transformación deberá intentar cerrar la brecha de confrontación social que el presidente ha impuesto como político de Estado, aplicar una auténtica estrategia de seguridad, para evitar que se continúe ensangrentado como nunca al país, reactivar la economía y restañar el vulnerado Estado de derecho; restablecer los contrapesos internacionales al Poder Ejecutivo que han sido uno a uno nulificados en favor al autoritarismo presidencial, pero sobre todo deberá de tratar de recuperar el tiempo perdido.

México es, también, la historia de sus fallidas modernizaciones.

En repetidas ocasiones AMLO ha dicho que desea profundizar la transformación institucional que encabeza, que su propósito es que, de cambiar el gobierno de manos, les cueste mucho trabajo, o incluso le sea imposible, dar marcha atrás.

Pero todo lo que sube, y más aún en política, tarde o temprano tiende a caer.

Todos los gobiernos piensan que detentarán el poder sexenios o décadas.

Ahora los morenistas se sueñan en Palacio por un largo período. No toman en cuenta, lo que Moisés Naím (El final del poder) ha estudiado: que ahora como nunca el poder es inmenso y frágil.

La recesión está tocando la puerta y la alta inseguridad no cede. El saldo: descrédito internacional por la ausencia de una estrategia sería en seguridad. La producción petrolera volvió a caer. En las elecciones de 2021 se les cobrará su impericia: la gente vota con el bolsillo y las emociones.

La Cuarta Transformación, nombre ridículo, no debe plantearse como tal sino como un período de reconstrucción. Es necesario volver a equilibrar los poderes. El cesarismo revolucionario, según lo visto, no es la fórmula para resolver los problemas del país. Es preciso restaurar La República.

Los aportes del período de Morena (el combate a la corrupción y la pobreza), son invaluables, pero no han sabido aplicarlos.

La aprobación (es un decir, diría mi respetado Salvador Camarena) del Presupuesto de Egresos de la Federación 2020 dejó prácticamente en todos un muy mal sabor de boca. Ni duda, lo más relevante de esto es que pareció más una ópera bufa que otra cosa, fue el desaseo exhibido por quienes en su inmensa mayoría son menorídeos, no tienen la menor idea acerca del cual mostraron su aquiescencia y abyección.

Sin duda alguna el Presupuesto de Egresos 2020 es la más importante herramienta con la que cuenta un gobierno para expresar sus prioridades, su visión de gobierno y aquello con lo que pretende trascender.

El año 2019 significó fuertes retos de aprendizaje para el nuevo gobierno. Frente a varios de estos posibles desequilibrios, una vez que el PFF fue aprobado, habrá que dar seguimiento a la eficiencia y a la transparencia con la que el gobierno actúe para el año que viene.

La economía mexicana está lejos de ir bien. Números del INEGI confirman que llevamos tres trimestres consecutivos sin crecimiento. Oficialmente, estamos en recepción técnica.

“Al borde del precipicio”, para ponerlo en palabras del extitular de la SHCP, Carlos Urzúa. El 2% de crecimiento que AMLO pronosticó para este año se esfumó. Apostó públicamente y perdió. Sería bueno que lo reconociera. Es paso obligatorio para corregir.

Lejos de observar una mejoría, los problemas del país permanecen, crecen y surgen otros, sin soluciones viables. Seguimos entrampados e inmersos, cada parte en su propia y compleja realidad, los tiempos se van consumiendo y los desencuentros cada vez más frecuente suben el tono.

Los soberbios no callan, el silencio no es lo suyo. (Gracias Sabines).