/ miércoles 14 de julio de 2021

El sufragio con reelección es más efectivo

Estimado lector, le ruego me permita expresarle que durante su presidencia, Francisco I. Madero promovió reformas legales para prohibir la reelección del titular del Ejecutivo. Después de las múltiples reelecciones de Porfirio Díaz, que convirtieron la democracia mexicana en un sainete, las reformas de Madero dieron sentido a lema de su campaña electoral de 1910: "Sufragio efectivo. No reelección". Madero, desde luego, se refería a la reelección presidencial y nunca pensó en prohibir la reelección de legisladores.

En realidad, la reelección de legisladores se prohibió hasta 1933, cuando ya estaban fríos los fusiles y los cañones en silencio, como parte de una reforma política en el contexto del maximato, que buscaba debilitar y someter al Poder Legislativo. Ser legislador en México no era una carrera, era una anécdota.

La no reelección tuvo además efectos perversos sobre la representación democrática. Prohibir la reelección es además, restringir los derechos democráticos de los ciudadanos. La posibilidad de votar o no por un representante es una prerrogativa que debe estar en manos de los electores para evaluar el trabajo de los legisladores. El sufragio es más efectivo cuando los electores tenemos la posibilidad de ratificar o no a los legisladores.

Después de más de 80 años sin reelección legislativa, a principios de 2014 se promulgó una reforma política que permite nuevamente la reelección consecutiva de senadores y diputados, alcaldes, síndicos, regidores y de diputados a los congresos de las entidades federativas. Gracias esa reforma, quienes fueron electos como diputados federales para la LXIV Legislatura (2018- 2021) tuvieron la opción de buscar presentarse como candidatos nuevamente y ser electos de manera inmediata. Son pequeños pasos hacia la construcción de un Poder Legislativo más profesional, con mayor experiencia y con un vínculo más fuerte con sus representados.

Hace ya algún tiempo empezamos a hablar en esta columna que el presidente del CEN del PRI, Alejandro Moreno, sólo tiene autoridad moral, cuenta con elementos internos que pueden aplicarse en caso de gravedad, como expulsión o sanciones. Pero básicamente es su liderazgo lo que define el rumbo del partido. Debe escuchar a todos los sectores, organizaciones y grupos de militantes en sus aspiraciones, quejas, ideas, activismo, para generar una movilización en todo el país. Se apoya en su CEN para operar diversas líneas de acción, sobre todo en épocas electorales.

Cuando Alejandro Moreno tomó por sí todas las atribuciones para postular candidatos, sin cuestionamientos, pensé que esta medida podría ser útil para romper cacicazgos y postular candidatos con una mayor inclusión y más pluralidad para cuadros formados, que no han tenido oportunidad por veto de dirigencias locales. Esto podría renovar al PRI.

Pero no fue así. Decidió hacer candidatos plurinominales, federales o locales, a todo su Comité Ejecutivo, al grupo propuesto por Moreira, ahora como coordinador, y al grupo de Murat.

En las elecciones uninominales amplio más e incluyó otros grupos y en las gubernaturas se rigió por los acuerdos de la alianza “Va por México”. Si bien el PRI estaba en picada, con apenas el 8% de la intención del voto, logró remontar con la alianza y obtuvo más votos y triunfos en presidencias municipales, diputaciones locales y 11 federales, pero perdió 8 gubernaturas.

La cercanía con el Ejecutivo federal de Murat, con su hijo gobernador, en clara alianza genera desconfianza. Los votos de Moreira a favor de Morena en el Senado también se cuestionan por la militancia. Su declaración de que hay varias afinidades entre el PRI y Morena enturbian más el ambiente. El llamado del presidente de la República para contar con los votos del PRI para impulsar reformas constitucionales, anunciada con alegría, alerta a priistas y aliados.

Es normal que “Alito” esté cuestionado. Renunciar o no es su decisión.

Me pregunto, cómo piensa operar en la Cámara y en el partido si son puestos que exigen tiempo completo y todo el CEN del PRI deberá estar en ambos frentes. En la Cámara, donde Morena tiene mayoría con aliados, la agenda puede variar en cualquier momento y se necesita que la alianza opere. En los estados pueden surgir crisis que demanden presencia del CEN o de “Alito”. ¿O atiendes al PRI o atiendes a la Alianza? Como oposición ya no es igual, como antes, con doble cargo. Espacios faltan para incluir a todos. Esos son los cuestionamientos de muchos militantes y exdirigentes.

¿Cuál es la estrategia del PRI hacia 2024?

Estimado lector, le ruego me permita expresarle que durante su presidencia, Francisco I. Madero promovió reformas legales para prohibir la reelección del titular del Ejecutivo. Después de las múltiples reelecciones de Porfirio Díaz, que convirtieron la democracia mexicana en un sainete, las reformas de Madero dieron sentido a lema de su campaña electoral de 1910: "Sufragio efectivo. No reelección". Madero, desde luego, se refería a la reelección presidencial y nunca pensó en prohibir la reelección de legisladores.

En realidad, la reelección de legisladores se prohibió hasta 1933, cuando ya estaban fríos los fusiles y los cañones en silencio, como parte de una reforma política en el contexto del maximato, que buscaba debilitar y someter al Poder Legislativo. Ser legislador en México no era una carrera, era una anécdota.

La no reelección tuvo además efectos perversos sobre la representación democrática. Prohibir la reelección es además, restringir los derechos democráticos de los ciudadanos. La posibilidad de votar o no por un representante es una prerrogativa que debe estar en manos de los electores para evaluar el trabajo de los legisladores. El sufragio es más efectivo cuando los electores tenemos la posibilidad de ratificar o no a los legisladores.

Después de más de 80 años sin reelección legislativa, a principios de 2014 se promulgó una reforma política que permite nuevamente la reelección consecutiva de senadores y diputados, alcaldes, síndicos, regidores y de diputados a los congresos de las entidades federativas. Gracias esa reforma, quienes fueron electos como diputados federales para la LXIV Legislatura (2018- 2021) tuvieron la opción de buscar presentarse como candidatos nuevamente y ser electos de manera inmediata. Son pequeños pasos hacia la construcción de un Poder Legislativo más profesional, con mayor experiencia y con un vínculo más fuerte con sus representados.

Hace ya algún tiempo empezamos a hablar en esta columna que el presidente del CEN del PRI, Alejandro Moreno, sólo tiene autoridad moral, cuenta con elementos internos que pueden aplicarse en caso de gravedad, como expulsión o sanciones. Pero básicamente es su liderazgo lo que define el rumbo del partido. Debe escuchar a todos los sectores, organizaciones y grupos de militantes en sus aspiraciones, quejas, ideas, activismo, para generar una movilización en todo el país. Se apoya en su CEN para operar diversas líneas de acción, sobre todo en épocas electorales.

Cuando Alejandro Moreno tomó por sí todas las atribuciones para postular candidatos, sin cuestionamientos, pensé que esta medida podría ser útil para romper cacicazgos y postular candidatos con una mayor inclusión y más pluralidad para cuadros formados, que no han tenido oportunidad por veto de dirigencias locales. Esto podría renovar al PRI.

Pero no fue así. Decidió hacer candidatos plurinominales, federales o locales, a todo su Comité Ejecutivo, al grupo propuesto por Moreira, ahora como coordinador, y al grupo de Murat.

En las elecciones uninominales amplio más e incluyó otros grupos y en las gubernaturas se rigió por los acuerdos de la alianza “Va por México”. Si bien el PRI estaba en picada, con apenas el 8% de la intención del voto, logró remontar con la alianza y obtuvo más votos y triunfos en presidencias municipales, diputaciones locales y 11 federales, pero perdió 8 gubernaturas.

La cercanía con el Ejecutivo federal de Murat, con su hijo gobernador, en clara alianza genera desconfianza. Los votos de Moreira a favor de Morena en el Senado también se cuestionan por la militancia. Su declaración de que hay varias afinidades entre el PRI y Morena enturbian más el ambiente. El llamado del presidente de la República para contar con los votos del PRI para impulsar reformas constitucionales, anunciada con alegría, alerta a priistas y aliados.

Es normal que “Alito” esté cuestionado. Renunciar o no es su decisión.

Me pregunto, cómo piensa operar en la Cámara y en el partido si son puestos que exigen tiempo completo y todo el CEN del PRI deberá estar en ambos frentes. En la Cámara, donde Morena tiene mayoría con aliados, la agenda puede variar en cualquier momento y se necesita que la alianza opere. En los estados pueden surgir crisis que demanden presencia del CEN o de “Alito”. ¿O atiendes al PRI o atiendes a la Alianza? Como oposición ya no es igual, como antes, con doble cargo. Espacios faltan para incluir a todos. Esos son los cuestionamientos de muchos militantes y exdirigentes.

¿Cuál es la estrategia del PRI hacia 2024?