/ domingo 1 de mayo de 2022

El tapado de AMLO

El presidente Andrés Manuel López Obrador hace la política que vio y aprendió de joven, por eso engaña con la verdad, destapa corcholatas y, para en caso de necesidad, tiene a su tapado.

Los presidentes, los que han sido políticos cien por ciento, asumen el poder ya con un posible (remarco, posible) sucesor en la mente.

El anecdotario político mexicano cuenta que Adolfo López Mateos el primer día como presidente le dijo a su jefe de seguridad, delante del aludido: cuídame a Gustavito (Díaz Ordaz). Cinco años después el jefe de guardias y el secretario de Gobernación supieron por qué expresó eso López Mateos.

Claro que los problemas del país, los errores y aciertos de los colaboradores, las intrigas y demás factores que intervienen en las sucesiones, hacen su parte a la hora de tomar la gran decisión.

Por eso los presidentes, además de su principal gallo, incluyen más cartas principalmente para efectos de confundir, pero sobre todo tienen su plan b, que no es otro sino el colaborador ubicado en su ánimo apenas un poco abajo del que es preparado para ser postulado. Están conscientes que algo puede suceder. Desde descubrir traiciones o incompetencias hasta la muerte del que sería ungido.

En el tiempo actual López Obrador sabe puede dejar sucesor, aunque eso no es cien por ciento seguro, pues la política es traicionera y los sentimientos del pueblo pueden cambiar casi de un día para otro.

En 2024 se completarían tres décadas (en caso de que a AMLO le pasara lo mismo) de que el presidente en turno no impone al sucesor.

En 1994 Carlos Salinas de Gortari no pudo dejarle la presidencia a Luis Donaldo Colosio, pues lo mataron y echó mano de su plan b, Ernesto Zedillo, solo para arrepentirse durante muchos años.

Ernesto Zedillo perdió la sucesión (también hizo perder al PRI por primera vez en la historia) al postular a su secretario de Gobernación, Francisco Labastida Ochoa.

Vicente Fox tampoco pudo ganar con su delfín. Se quedó en el intento de que Santiago Creel, secretario de Gobernación, lo reemplazara en la presidencia, pues internamente, es decir, dentro del Partido Acción Nacional, le ganó Felipe Calderón Hinojosa.

Calderón se sumó a esa lista de presidentes que no han podido dejar al sucesor deseado, pues maniobró para que el PAN postulara a Josefina Vázquez Mota y perdió con el priista Enrique Peña Nieto.

Peña Nieto y su candidato, José Antonio Meade, corrieron la misma suerte. Perdieron ante Andrés Manuel López Obrador.

¿Sucederá lo mismo en 2024, es decir, que el Presidente no puede dejar al sucesor deseado?

Las circunstancias son diferentes y pudiera romperse la racha. AMLO goza de una alta popularidad, los programas sociales le dan resultado y su gente ha mostrado que con sus métodos gana elecciones en los estados.

Lo sabe y ayer en tierras tabasqueñas el Presidente expresó: “Lo que sí les puedo decir es que vamos a seguir ganando, sí vamos a seguir ganando los juegos (las elecciones) por paliza”.

Así las cosas, está visto que López Obrador quiere dejar en la presidencia a Claudia Sheinbaum y hará lo posible para concretarlo, pero…

Pero le gusta ganar con holgura; como él dice, por paliza. Sus dos derrotas antes de triunfar en 2018 le dejaron lecciones que no repitió en ese año y que no querrá repetir en 2024.

Si viera que la jefa de Gobierno de la CDMX pone en riesgo la continuidad no dudará en recurrir al plan b. ¿Y quién representa ese plan?

El Presidente dice que tiene a muchos abridores y cerradores.

Le ha abierto la puerta a Marcelo Ebrard (que trabaja desde hace tiempo con la creación de comités a su favor) y menciona a otros, pero es notorio que su plan b es su secretario de Gobernación, Adán Augusto López, vitoreado hace unos días por diputados federales y abucheado ayer casualmente por trabajadores petroleros en la ceremonia del Día del Trabajo.

¿Será que pasado el 2023 López Obrador tenga que decir, ¡ni modo comadre, perdimos!, como aseguran llegó a justificarse el presidente Adolfo Ruiz Cortines ante un compadre al que no le quiso dar una candidatura?

El presidente Andrés Manuel López Obrador hace la política que vio y aprendió de joven, por eso engaña con la verdad, destapa corcholatas y, para en caso de necesidad, tiene a su tapado.

Los presidentes, los que han sido políticos cien por ciento, asumen el poder ya con un posible (remarco, posible) sucesor en la mente.

El anecdotario político mexicano cuenta que Adolfo López Mateos el primer día como presidente le dijo a su jefe de seguridad, delante del aludido: cuídame a Gustavito (Díaz Ordaz). Cinco años después el jefe de guardias y el secretario de Gobernación supieron por qué expresó eso López Mateos.

Claro que los problemas del país, los errores y aciertos de los colaboradores, las intrigas y demás factores que intervienen en las sucesiones, hacen su parte a la hora de tomar la gran decisión.

Por eso los presidentes, además de su principal gallo, incluyen más cartas principalmente para efectos de confundir, pero sobre todo tienen su plan b, que no es otro sino el colaborador ubicado en su ánimo apenas un poco abajo del que es preparado para ser postulado. Están conscientes que algo puede suceder. Desde descubrir traiciones o incompetencias hasta la muerte del que sería ungido.

En el tiempo actual López Obrador sabe puede dejar sucesor, aunque eso no es cien por ciento seguro, pues la política es traicionera y los sentimientos del pueblo pueden cambiar casi de un día para otro.

En 2024 se completarían tres décadas (en caso de que a AMLO le pasara lo mismo) de que el presidente en turno no impone al sucesor.

En 1994 Carlos Salinas de Gortari no pudo dejarle la presidencia a Luis Donaldo Colosio, pues lo mataron y echó mano de su plan b, Ernesto Zedillo, solo para arrepentirse durante muchos años.

Ernesto Zedillo perdió la sucesión (también hizo perder al PRI por primera vez en la historia) al postular a su secretario de Gobernación, Francisco Labastida Ochoa.

Vicente Fox tampoco pudo ganar con su delfín. Se quedó en el intento de que Santiago Creel, secretario de Gobernación, lo reemplazara en la presidencia, pues internamente, es decir, dentro del Partido Acción Nacional, le ganó Felipe Calderón Hinojosa.

Calderón se sumó a esa lista de presidentes que no han podido dejar al sucesor deseado, pues maniobró para que el PAN postulara a Josefina Vázquez Mota y perdió con el priista Enrique Peña Nieto.

Peña Nieto y su candidato, José Antonio Meade, corrieron la misma suerte. Perdieron ante Andrés Manuel López Obrador.

¿Sucederá lo mismo en 2024, es decir, que el Presidente no puede dejar al sucesor deseado?

Las circunstancias son diferentes y pudiera romperse la racha. AMLO goza de una alta popularidad, los programas sociales le dan resultado y su gente ha mostrado que con sus métodos gana elecciones en los estados.

Lo sabe y ayer en tierras tabasqueñas el Presidente expresó: “Lo que sí les puedo decir es que vamos a seguir ganando, sí vamos a seguir ganando los juegos (las elecciones) por paliza”.

Así las cosas, está visto que López Obrador quiere dejar en la presidencia a Claudia Sheinbaum y hará lo posible para concretarlo, pero…

Pero le gusta ganar con holgura; como él dice, por paliza. Sus dos derrotas antes de triunfar en 2018 le dejaron lecciones que no repitió en ese año y que no querrá repetir en 2024.

Si viera que la jefa de Gobierno de la CDMX pone en riesgo la continuidad no dudará en recurrir al plan b. ¿Y quién representa ese plan?

El Presidente dice que tiene a muchos abridores y cerradores.

Le ha abierto la puerta a Marcelo Ebrard (que trabaja desde hace tiempo con la creación de comités a su favor) y menciona a otros, pero es notorio que su plan b es su secretario de Gobernación, Adán Augusto López, vitoreado hace unos días por diputados federales y abucheado ayer casualmente por trabajadores petroleros en la ceremonia del Día del Trabajo.

¿Será que pasado el 2023 López Obrador tenga que decir, ¡ni modo comadre, perdimos!, como aseguran llegó a justificarse el presidente Adolfo Ruiz Cortines ante un compadre al que no le quiso dar una candidatura?