/ viernes 3 de enero de 2020

El trasfondo del Día de Reyes

La fiesta de la Epifanía del Señor -que es la que da lugar a la celebración festiva con motivo de la llegada de los reyes magos-, está rodeada de un bello misterio...

La visita de esos hombres sabios y observadores que, una vez que vieron surgir una estrella en el cielo, se decidieron ponerse en camino para adorar a Jesús, al cual ellos reconocen como rey; el rey de los judíos.

Pero, según el relato oficial, ellos distinguen que éste es un rey especial. Tan lo es que merece ser adorado. Entonces, para ellos, bien vale la pena ponerse en camino y vencer todas las distancias con tal de encontrarlo y mostrarle sus parabienes. Ofrendando ante él los más preciosos de sus dones.

Este relato es una hermosa expresión de lo que significa la vida humana. Los magos representan a quienes llegan a Dios por medio de la ciencia: la verdadera ciencia lleva a Dios, las baratijas alejan. Pero, no basta con saber de Dios, lo cual es muy importante y comprende ya un avance, es preciso ir y adorarle. ¡No basta saber, es preciso ponerse en camino! Buscar vale la pena porque el que busca encuentra. Aún con todo, el consejo de Herodes, quien sabía, pero no fue -Herodes es la representación del poder siempre rígido, conservador e incólume-, es una exhortación aún vigente para nosotros: ir, averiguar cuidadosamente qué hay del niño, encontrarlo y comunicarlo para que los otros vayan también. Esto último es muy importante, sobre todo en temas tan espinosos como el de la fe y lo que la religión implica. Para poder tomar una postura al respecto es importantísimo averiguar hasta el fondo, lo más y mejor que se pueda.

La Escritura repara en las ofrendas. Lo cual pudiera desconcertar y llamar profundamente la atención, porque en lo práctico, esos dones en ese momento resultaban poco funcionales. Estas ofrendas constituyen una gran profesión de fe, en el niño se descubre un rey al que se le ofrece oro. Dios, digno del incienso y un hombre merecedor del perfume. Esa es la verdadera epifanía: la comprensión de la manifestación de Dios en toda su grandeza y en su vulnerable cercanía. Sin escandalizaros por la humildad y sencillez con la que Dios ha querido llegar al mundo. Los nombres, los animales en los que se trasladaban y los lugares desde los cuales se desplazaron, son asuntos secundarios en los que no ha querido reparar el autor sagrado, precisamente porque la importancia y el centro de atención no radica en ello. Sólo comprendiendo la razón, es como podemos, verdaderamente, celebrar nuestras fiestas.

La fiesta de la Epifanía del Señor -que es la que da lugar a la celebración festiva con motivo de la llegada de los reyes magos-, está rodeada de un bello misterio...

La visita de esos hombres sabios y observadores que, una vez que vieron surgir una estrella en el cielo, se decidieron ponerse en camino para adorar a Jesús, al cual ellos reconocen como rey; el rey de los judíos.

Pero, según el relato oficial, ellos distinguen que éste es un rey especial. Tan lo es que merece ser adorado. Entonces, para ellos, bien vale la pena ponerse en camino y vencer todas las distancias con tal de encontrarlo y mostrarle sus parabienes. Ofrendando ante él los más preciosos de sus dones.

Este relato es una hermosa expresión de lo que significa la vida humana. Los magos representan a quienes llegan a Dios por medio de la ciencia: la verdadera ciencia lleva a Dios, las baratijas alejan. Pero, no basta con saber de Dios, lo cual es muy importante y comprende ya un avance, es preciso ir y adorarle. ¡No basta saber, es preciso ponerse en camino! Buscar vale la pena porque el que busca encuentra. Aún con todo, el consejo de Herodes, quien sabía, pero no fue -Herodes es la representación del poder siempre rígido, conservador e incólume-, es una exhortación aún vigente para nosotros: ir, averiguar cuidadosamente qué hay del niño, encontrarlo y comunicarlo para que los otros vayan también. Esto último es muy importante, sobre todo en temas tan espinosos como el de la fe y lo que la religión implica. Para poder tomar una postura al respecto es importantísimo averiguar hasta el fondo, lo más y mejor que se pueda.

La Escritura repara en las ofrendas. Lo cual pudiera desconcertar y llamar profundamente la atención, porque en lo práctico, esos dones en ese momento resultaban poco funcionales. Estas ofrendas constituyen una gran profesión de fe, en el niño se descubre un rey al que se le ofrece oro. Dios, digno del incienso y un hombre merecedor del perfume. Esa es la verdadera epifanía: la comprensión de la manifestación de Dios en toda su grandeza y en su vulnerable cercanía. Sin escandalizaros por la humildad y sencillez con la que Dios ha querido llegar al mundo. Los nombres, los animales en los que se trasladaban y los lugares desde los cuales se desplazaron, son asuntos secundarios en los que no ha querido reparar el autor sagrado, precisamente porque la importancia y el centro de atención no radica en ello. Sólo comprendiendo la razón, es como podemos, verdaderamente, celebrar nuestras fiestas.