/ jueves 9 de julio de 2020

El triunfalismo, a la larga, resulta dañino

Promotores de la 4T han hecho fiesta con los resultados de la visita del presidente López Obrador a la Casa Blanca, en donde el anfitrión, Donald Trump, por enésima vez reitera su amistad y aprecio al mandatario mexicano, quien acompañado de los que antes fueron considerados como una parte importante de la “mafia del poder”, ahora son aliados del gobierno que generosamente les ha otorgado contratos millonarios en obra pública y servicios.

Solo que, desde acá, no se conoce a detalle ninguno de los resultados concretos que fueron el motivo del viaje y que pudieran beneficiar al pueblo, pues en las conferencias de prensa se volvió a exhibir como un “club de elogios mutuos” que no quiso comprometerse a nada.

Por acuerdo de ambas partes se omitió discutir en la agenda del T-MEC, la problemática relativa al fenómeno de la migración, con el argumento de que el tema no implica los intercambios comerciales y las facilidades para instalar ensambladoras, maquiladoras y fábricas, que constituyen en esencia la materia prima del tratado comercial trilateral, mediante la imposición de cuotas arancelarias previamente acordadas para favorecer a México, Estados Unidos y Canadá.

La memoria de Joe Biden resultó sorprendente al manifestar que hace precisamente cuatro años, en su campaña política presidencial, Donald Trump acusó a los mexicanos de ser delincuentes, violadores y asesinos que migraban hacia el vecino país, con el propósito de evadir a la justicia.

En ese entonces, el gobierno de Enrique Peña Nieto (ya de salida) no resultaba atractivo para expresar un afectuoso aprecio y menos para generar votos latinos para su causa; sin embargo, tales expresiones denigrantes enardecieron a varios sectores del pueblo norteamericano, que no habían decidido su voto por Trump y que cambiaron de opinión por el desprecio que se generó en contra de la candidata demócrata Hillary Clinton, quien siempre se mostró amable y comprometida con los latinos residentes en Estados Unidos, particularmente con los mexicanos.

Es sabido que la palabra de un político no se sustenta en la deontología y menos en la moral pública, pues el propio AMLO, “culpando a los gobiernos pasados” de la quiebra financiera nacional, ha incumplido sus promesas de campaña. Por esa razón nadie podría esperar más de esa reunión, que terminó sin resultados concretos.

Promotores de la 4T han hecho fiesta con los resultados de la visita del presidente López Obrador a la Casa Blanca, en donde el anfitrión, Donald Trump, por enésima vez reitera su amistad y aprecio al mandatario mexicano, quien acompañado de los que antes fueron considerados como una parte importante de la “mafia del poder”, ahora son aliados del gobierno que generosamente les ha otorgado contratos millonarios en obra pública y servicios.

Solo que, desde acá, no se conoce a detalle ninguno de los resultados concretos que fueron el motivo del viaje y que pudieran beneficiar al pueblo, pues en las conferencias de prensa se volvió a exhibir como un “club de elogios mutuos” que no quiso comprometerse a nada.

Por acuerdo de ambas partes se omitió discutir en la agenda del T-MEC, la problemática relativa al fenómeno de la migración, con el argumento de que el tema no implica los intercambios comerciales y las facilidades para instalar ensambladoras, maquiladoras y fábricas, que constituyen en esencia la materia prima del tratado comercial trilateral, mediante la imposición de cuotas arancelarias previamente acordadas para favorecer a México, Estados Unidos y Canadá.

La memoria de Joe Biden resultó sorprendente al manifestar que hace precisamente cuatro años, en su campaña política presidencial, Donald Trump acusó a los mexicanos de ser delincuentes, violadores y asesinos que migraban hacia el vecino país, con el propósito de evadir a la justicia.

En ese entonces, el gobierno de Enrique Peña Nieto (ya de salida) no resultaba atractivo para expresar un afectuoso aprecio y menos para generar votos latinos para su causa; sin embargo, tales expresiones denigrantes enardecieron a varios sectores del pueblo norteamericano, que no habían decidido su voto por Trump y que cambiaron de opinión por el desprecio que se generó en contra de la candidata demócrata Hillary Clinton, quien siempre se mostró amable y comprometida con los latinos residentes en Estados Unidos, particularmente con los mexicanos.

Es sabido que la palabra de un político no se sustenta en la deontología y menos en la moral pública, pues el propio AMLO, “culpando a los gobiernos pasados” de la quiebra financiera nacional, ha incumplido sus promesas de campaña. Por esa razón nadie podría esperar más de esa reunión, que terminó sin resultados concretos.