/ martes 19 de junio de 2018

El voto libre, usted decide

Con enorme prudencia, algunos observadores de la vida pública se han preguntado si una de las características de la era del desconcierto en que vivimos es que las elecciones se han vuelto emocionales. Los vuelcos populares son siempre producto de emociones desbocadas, de dignidades ofendidas.

Si la dignidad es buena consejera el enojo no lo es. El problema son los resultados.

En México hay muchos agravios acumulados: muertos por la guerra que dejaron decenas de familias heridas; una cifra espeluznante de desaparecidos, tres o cuatro decenas de miles; y los millones de ofendidos por la impunidad cotidiana donde la probabilidad de que un delito sea resuelto es de 0.9%. A todo eso agréguese la corrupción, la impunidad, la inseguridad la falta de empleos con salarios dignos: entramos al dormitorio y el regocijo tiene límite, los gemidos emergen de entre las carnes que se entrelazan y sacuden.

Estamos muy ofendidos, pero de la calidad de nuestra comprensible reacción dependerá nuestro futuro. Hoy la atmósfera está cargada de mayores ambigüedades, aún frente a sólidas certezas. Que gane la oposición no tiene por qué asombrarnos.

Que el tabasqueño lidere tampoco. Pero que la elección, convertida en vendaval, ciclón o huracán, destruya los pesos y contrapesos políticos e institucionales que tantas décadas llevó formar es autodestructivo, es estólido. El desprestigio de los partidos políticos está perfectamente fincado, pero no hay democracias liberales que funcionen sin partidos. Poner a todo el país a disposición de un movimiento, tal y como se autodenomina Morena, y por lo tanto en manos un solo hombre, es una reacción producto de la ira que puede traer consecuencias terribles, devastadoras, para las libertades y en favor del restablecimiento de un sistema autoritario. López Obrador necesita dar certidumbre jurídica y económica, más allá de encontrar los recursos idóneos para financiarlos. No tiene ganada la elección pese a que está cerca de lograrlo, pero si hay algo que puede afectar su desempeño es, sobre todo, la incertidumbre. Esto dijo AMLO, que no se tema a la palabra subsidio. Los subsidios no son malos, el problema es que la satanizaron porque no convenía a los intereses de los grupos de los neoliberales. Eso piensa y eso es lo que vamos a tener si gana la Presidencia: Una República de subsidios. ¿De verdad son buenos los subsidios como piensa AMLO? Depende de a quién estén dirigidos y si existen recursos suficientes para financiarlos. ¿Quién acaba pagando este subsidio? Los contribuyentes con los impuestos que pagamos. ¿Es esto bueno para la sociedad? ¿Quiénes son los más beneficiados? No son los más pobres, sino los más ricos.

Recuperar la dignidad hoy ofendida de los mexicanos llevará mucho tiempo, tiempo para crear un nuevo sistema de administración de justicia, tiempo para que el Sistema Nacional Anticorrupción tenga efectos, tiempo para ajustar cuentas con la ley en la mano. Ese es el dilema. No me da la imaginación, tampoco me da la cabeza para imaginar la crispación social en la que llevamos años sumergidos aparece hoy como fuerte crispación y polarización político-electoral. De un lado, los que defienden la libertad individual, las instituciones, los pesos y contrapesos, el mercado, la transparencia, y demás. Del otro, los que reclaman existencia, voz y justicia para los ejércitos crecientes de mexicanos y mexicanas excluidos de todo derecho efectivo y de toda oportunidad de hacerse de vidas menos inciertas, precarias y vulnerables.

Posiciones encontradas vividas como irreconciliables en cada "conversación" sea presencial o virtual. Posturas que se enfrentan desde la palabra o la imagen, pero en donde lo que se juega es la emoción visceral.

Ojalá podamos verlas y no terminemos arrollados por nuestras vísceras desbocadas.

Con enorme prudencia, algunos observadores de la vida pública se han preguntado si una de las características de la era del desconcierto en que vivimos es que las elecciones se han vuelto emocionales. Los vuelcos populares son siempre producto de emociones desbocadas, de dignidades ofendidas.

Si la dignidad es buena consejera el enojo no lo es. El problema son los resultados.

En México hay muchos agravios acumulados: muertos por la guerra que dejaron decenas de familias heridas; una cifra espeluznante de desaparecidos, tres o cuatro decenas de miles; y los millones de ofendidos por la impunidad cotidiana donde la probabilidad de que un delito sea resuelto es de 0.9%. A todo eso agréguese la corrupción, la impunidad, la inseguridad la falta de empleos con salarios dignos: entramos al dormitorio y el regocijo tiene límite, los gemidos emergen de entre las carnes que se entrelazan y sacuden.

Estamos muy ofendidos, pero de la calidad de nuestra comprensible reacción dependerá nuestro futuro. Hoy la atmósfera está cargada de mayores ambigüedades, aún frente a sólidas certezas. Que gane la oposición no tiene por qué asombrarnos.

Que el tabasqueño lidere tampoco. Pero que la elección, convertida en vendaval, ciclón o huracán, destruya los pesos y contrapesos políticos e institucionales que tantas décadas llevó formar es autodestructivo, es estólido. El desprestigio de los partidos políticos está perfectamente fincado, pero no hay democracias liberales que funcionen sin partidos. Poner a todo el país a disposición de un movimiento, tal y como se autodenomina Morena, y por lo tanto en manos un solo hombre, es una reacción producto de la ira que puede traer consecuencias terribles, devastadoras, para las libertades y en favor del restablecimiento de un sistema autoritario. López Obrador necesita dar certidumbre jurídica y económica, más allá de encontrar los recursos idóneos para financiarlos. No tiene ganada la elección pese a que está cerca de lograrlo, pero si hay algo que puede afectar su desempeño es, sobre todo, la incertidumbre. Esto dijo AMLO, que no se tema a la palabra subsidio. Los subsidios no son malos, el problema es que la satanizaron porque no convenía a los intereses de los grupos de los neoliberales. Eso piensa y eso es lo que vamos a tener si gana la Presidencia: Una República de subsidios. ¿De verdad son buenos los subsidios como piensa AMLO? Depende de a quién estén dirigidos y si existen recursos suficientes para financiarlos. ¿Quién acaba pagando este subsidio? Los contribuyentes con los impuestos que pagamos. ¿Es esto bueno para la sociedad? ¿Quiénes son los más beneficiados? No son los más pobres, sino los más ricos.

Recuperar la dignidad hoy ofendida de los mexicanos llevará mucho tiempo, tiempo para crear un nuevo sistema de administración de justicia, tiempo para que el Sistema Nacional Anticorrupción tenga efectos, tiempo para ajustar cuentas con la ley en la mano. Ese es el dilema. No me da la imaginación, tampoco me da la cabeza para imaginar la crispación social en la que llevamos años sumergidos aparece hoy como fuerte crispación y polarización político-electoral. De un lado, los que defienden la libertad individual, las instituciones, los pesos y contrapesos, el mercado, la transparencia, y demás. Del otro, los que reclaman existencia, voz y justicia para los ejércitos crecientes de mexicanos y mexicanas excluidos de todo derecho efectivo y de toda oportunidad de hacerse de vidas menos inciertas, precarias y vulnerables.

Posiciones encontradas vividas como irreconciliables en cada "conversación" sea presencial o virtual. Posturas que se enfrentan desde la palabra o la imagen, pero en donde lo que se juega es la emoción visceral.

Ojalá podamos verlas y no terminemos arrollados por nuestras vísceras desbocadas.