/ viernes 6 de septiembre de 2019

Empatía de AMLO con Donald Trump

Quienes se preguntan cómo fue posible el arrastre en la votación que llevó a Palacio Nacional al presidente López Obrador, deben valorar los atributos y virtudes del gobernante, sin detenerse únicamente a criticarlo por las ocurrencias que suelta en sus conferencias mañaneras o en sus giras de trabajo por la provincia, donde en ocasiones sus detractores le han revertido sus buenas intenciones.

Reconocer que López Obrador tiene arrojo es importante, basta recordar cuando estuvo anunciando que presentaría unos puercos, gallinas y cabras, como pruebas del fraude electoral cometido por Felipe Calderón en el año 2006, fraude que le impidió ser presidente de la República desde entonces. El mismo arrojo tiene que ver con su atrevimiento para cerrar el Paseo de la Reforma en la CDMX o para salir de Tabasco en una marcha que lo llevaría a la capital, y la amenaza de incendiar algunos pozos petroleros.

Por su parte, Donald Trump, que no es ningún tonto, también tiene arrojo y le ha ido bien en la vida, en el plano de los negocios inmobiliarios, por medio de los cuales se hizo multimillonario. Trump, al igual que Andrés Manuel, prefiere la intuición a la reflexión y aunque se muestra cínico con toda intención, los responsables de su imagen pública se encargan de difundir la honestidad de Donald Trump.

La llegada a su fin del neoliberalismo permitió que los cambios entre los nuevos jefes de gobierno de todo el mundo fueran bien vistos y aceptados por movimientos sociales, que no les garantizan su permanencia en el poder, pero sí permite el oportunismo político que podría dejar daños incalculables al planeta. Recordar la posición de Donald Trump cuando decidió no apoyar el cambio climático, ganándose el repudio de la mayoría de los defensores del medio ambiente.

Otra cualidad de AMLO es la disciplina para alcanzar sus metas. El estribillo de “primero los pobres” lo traía desde que fungió como jefe de Gobierno de la CDMX y ahora desde Palacio Nacional proclama que “no debe haber gobierno rico y pueblo pobre”. En el caso de Donald Trump, hay que recordar que desde su campaña anunció la construcción del muro fronterizo y la expulsión de indocumentados de su país; a la fecha Trump ha regresado a México a 200 mil ilegales y no sólo ha disciplinado a López Obrador, para que acate sus propuestas, sino que ha ido más allá convirtiendo en los hechos a México en un Tercer País Seguro. Mayor empatía entre ambos gobernantes no puede existir.

Quienes se preguntan cómo fue posible el arrastre en la votación que llevó a Palacio Nacional al presidente López Obrador, deben valorar los atributos y virtudes del gobernante, sin detenerse únicamente a criticarlo por las ocurrencias que suelta en sus conferencias mañaneras o en sus giras de trabajo por la provincia, donde en ocasiones sus detractores le han revertido sus buenas intenciones.

Reconocer que López Obrador tiene arrojo es importante, basta recordar cuando estuvo anunciando que presentaría unos puercos, gallinas y cabras, como pruebas del fraude electoral cometido por Felipe Calderón en el año 2006, fraude que le impidió ser presidente de la República desde entonces. El mismo arrojo tiene que ver con su atrevimiento para cerrar el Paseo de la Reforma en la CDMX o para salir de Tabasco en una marcha que lo llevaría a la capital, y la amenaza de incendiar algunos pozos petroleros.

Por su parte, Donald Trump, que no es ningún tonto, también tiene arrojo y le ha ido bien en la vida, en el plano de los negocios inmobiliarios, por medio de los cuales se hizo multimillonario. Trump, al igual que Andrés Manuel, prefiere la intuición a la reflexión y aunque se muestra cínico con toda intención, los responsables de su imagen pública se encargan de difundir la honestidad de Donald Trump.

La llegada a su fin del neoliberalismo permitió que los cambios entre los nuevos jefes de gobierno de todo el mundo fueran bien vistos y aceptados por movimientos sociales, que no les garantizan su permanencia en el poder, pero sí permite el oportunismo político que podría dejar daños incalculables al planeta. Recordar la posición de Donald Trump cuando decidió no apoyar el cambio climático, ganándose el repudio de la mayoría de los defensores del medio ambiente.

Otra cualidad de AMLO es la disciplina para alcanzar sus metas. El estribillo de “primero los pobres” lo traía desde que fungió como jefe de Gobierno de la CDMX y ahora desde Palacio Nacional proclama que “no debe haber gobierno rico y pueblo pobre”. En el caso de Donald Trump, hay que recordar que desde su campaña anunció la construcción del muro fronterizo y la expulsión de indocumentados de su país; a la fecha Trump ha regresado a México a 200 mil ilegales y no sólo ha disciplinado a López Obrador, para que acate sus propuestas, sino que ha ido más allá convirtiendo en los hechos a México en un Tercer País Seguro. Mayor empatía entre ambos gobernantes no puede existir.