Lo acontecido en La Argentina el pasado domingo, tiene una similitud extraordinaria a lo que en México vivimos en la elección federal de 2018.
Los mismos antecedentes, aunque con causas distintas.
Acá, fue el hartazgo de los malos gobiernos del PRI y del PAN los que llevaron a más de 30 millones de compatriotas a creer en las promesas de un mesías, que afirmaba que al llegar al poder acabaría en un año con la inseguridad, que los gobiernos prianistas habían generado-permitido-alentado, multiplicando los secuestros, las desapariciones, los asesinatos, los cobros de piso etc.
Que iba a bajar el precio del litro de gasolina a 10 pesos; que iba a regresar a las fuerzas navales-militares a los cuarteles; que iba a liquidar la corrupción y meter a la cárcel a todos los políticos pillos que se han enriquecido desde los cargos públicos que habían desempeñado, que en su gobierno no permitiría el nepotismo (nomas que vea, como ejemplo, al gobierno de Veracruz), entre otras muchas promesas, y que por falta de espacio me es imposible desgranarlas una a una.
Los y las mexicanas, en efecto, ya estaban tan hastiados de esos malos gobiernos, que creyeron en todas y cada una de las promesas de don Andrés, abrazando todo el discurso antigobiernista del profeta moreno, que SIN PENSARLO se volcaron sobre las urnas el primero de julio de 2018, y lo votaron para que el milagro se consumara.
Lo mismito sucedió en esta nación sudamericana. Los y las argentinas están muy enojados con los gobiernos tanto de la derecha (Mauricio Macri), como de la izquierda (Néstor Kirchner-Cristina Fernández-Alberto Fernández), que llevaron a este país a una crisis económica profunda, con una inflación que al día de la elección se encontraba en 150 %, que hacía que los precios de las mercancías subieran de las 10 de la mañana a las 6 de la tarde del mismo día (aunado a una sequía que golpeo la agricultura y ganadería -pilares de la economía argentina- este año).
Creyeron en el discurso incendiario de Javier Milei, un candidato que surgió de un mini partido, que afirmaba que el papa (argentino, por cierto), era el demonio, que había que dinamitar el banco central, que los ciudadanos vendieran sus órganos, que se dolarizara su economía, que acabaría con los programas sociales, que permitiría la compra-venta de armas sin ninguna restricción, que le daría libertad a todos los condenados por crímenes de lesa humanidad (como los militares de la dictadura argentina), entre otras muchas locuras, muy, pero muy parecidas a las que acá, nos hizo el nativo de Macuspana cuando fue candidato, pero que nunca cumplió en sus 5 años de (des)gobierno.
Heridos en su ego (ya ven como lo tienen muy alto los y las argentinas), hombres y mujeres decidieron, en la segunda vuelta (en la primera había perdido por 7 puntos porcentuales Javier Milei), ir a sufragar por él, creyendo en todas las promesas del >loco Milei<, como el mismo le gusta que lo apoden, y lo han hecho presidente electo, pero que ya lo conocerán a partir del 10 de diciembre que tome posesión, porque del dicho al hecho, hay mucho trecho, y al igual que acá, en el pecado llevaran la penitencia, porque no acabara con la inflación ni siquiera en dos años.
Lo anoto hoy en este espacio: Se van a arrepentir de haber votado con el hígado, como hoy nosotros lo estamos de López Obrador. Solo dejen que corra el tiempo.
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