/ jueves 6 de febrero de 2020

En EU habrá Trump cuatro años más y Latinoamérica tendrá que sufrirlo

La sonrisa desapareció del rostro de la presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, al conocerse el fallo que libera a Donald Trump de la destitución del cargo de presidente de los Estados Unidos, pues la acusación de traición a su cargo, que a juicio de los demócratas era violatoria de la Constitución, no se probó y cayó por su propio peso.

Para Nancy Pelosi no podía pasar por encima de la ley el presidente Donald Trump, a quien se le llevó a juicio político para analizar si la amenaza de retener ayuda militar a Ucrania, a cambio de información que debilitara la candidatura de su posible contrincante Joe Biden, habría constituido una traición a la patria.

Solo un republicano, Mitt Romney, apoyó la destitución de su correligionario Trump, y con esa actitud pasó a ocupar el lugar de primer senador que apoya la destitución de un presidente norteamericano miembro de su propio partido, pues de 53 senadores republicanos, 52 votaron por la no destitución y Romney defeccionó.

Hasta hoy las estrategias de Trump, para llegar a conquistar el poder a través del voto de la mayoría de los norteamericanos le ha funcionado a tal grado que quienes lo consideran mezquino y de carácter violento han reconocido después su habilidad para multiplicar y engrandecer millonarios negocios públicos y privados con audacia y habilidad.

La crítica de sus detractores lo ha llegado a catalogar como un narcisista que requiere de estar rodeado de admiradores y aduladores, sobre todo de aquellos que destacan su inmensa riqueza y su memorable lucha para posicionarse en la sociedad. En demérito podría decirse que la grandeza de Donald Trump revela una falta de solidaridad con los marginados sociales.

Trump ha llegado a sentirse el centro del universo y sus declaraciones de menosprecio a México y el autoritarismo con que ordenó la edificación del muro, que sigue insistiendo será pagado por los mexicanos, constituyen hechos que ratifican su prepotencia y arrogancia y su complejo de superioridad.

A Donald Trump no le ayudará para su reelección la antipatía que genera su arrogancia y falta de amabilidad con las mujeres, a las que ha tratado con discriminación, en forma autoritaria y agresiva, que lo convierten en misógino. Pero aún con todo lo que se dice de él, sus connacionales seguramente le darán su voto y sus vecinos del sur de América tendrán que padecerlo por un periodo más de gobierno.

La sonrisa desapareció del rostro de la presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, al conocerse el fallo que libera a Donald Trump de la destitución del cargo de presidente de los Estados Unidos, pues la acusación de traición a su cargo, que a juicio de los demócratas era violatoria de la Constitución, no se probó y cayó por su propio peso.

Para Nancy Pelosi no podía pasar por encima de la ley el presidente Donald Trump, a quien se le llevó a juicio político para analizar si la amenaza de retener ayuda militar a Ucrania, a cambio de información que debilitara la candidatura de su posible contrincante Joe Biden, habría constituido una traición a la patria.

Solo un republicano, Mitt Romney, apoyó la destitución de su correligionario Trump, y con esa actitud pasó a ocupar el lugar de primer senador que apoya la destitución de un presidente norteamericano miembro de su propio partido, pues de 53 senadores republicanos, 52 votaron por la no destitución y Romney defeccionó.

Hasta hoy las estrategias de Trump, para llegar a conquistar el poder a través del voto de la mayoría de los norteamericanos le ha funcionado a tal grado que quienes lo consideran mezquino y de carácter violento han reconocido después su habilidad para multiplicar y engrandecer millonarios negocios públicos y privados con audacia y habilidad.

La crítica de sus detractores lo ha llegado a catalogar como un narcisista que requiere de estar rodeado de admiradores y aduladores, sobre todo de aquellos que destacan su inmensa riqueza y su memorable lucha para posicionarse en la sociedad. En demérito podría decirse que la grandeza de Donald Trump revela una falta de solidaridad con los marginados sociales.

Trump ha llegado a sentirse el centro del universo y sus declaraciones de menosprecio a México y el autoritarismo con que ordenó la edificación del muro, que sigue insistiendo será pagado por los mexicanos, constituyen hechos que ratifican su prepotencia y arrogancia y su complejo de superioridad.

A Donald Trump no le ayudará para su reelección la antipatía que genera su arrogancia y falta de amabilidad con las mujeres, a las que ha tratado con discriminación, en forma autoritaria y agresiva, que lo convierten en misógino. Pero aún con todo lo que se dice de él, sus connacionales seguramente le darán su voto y sus vecinos del sur de América tendrán que padecerlo por un periodo más de gobierno.