El caos se ha convertido también en una teoría, que a su vez refleja el empeño humano, demasiado humano por explicar que el atropello, y la caja de Pandora abierta, también nos pueden conducir a un cierto orden.
Abogo por cierta tranquilidad, en mi pecho se aprieta el alma, vuela mi mente con las alas de mis espíritus que han partido. Me subo al árbol frondoso que planté de niño, veo los nidos de las aves que ahí pernoctan y viven, mirando más allá de mi horizonte sólo me cautivo, veo gentes como hormigas, veo rostros fugaces y eternos gritos al cielo pegan al fondo de mis oídos; es como una manifestación en silencio, es una marcha en la lógica matemática del tiempo, no hay para dónde escapar, sólo queda el enfrentar la lucha por los días que caen como las hojas del otoño que se impactan al suelo, y que al primer viento se van a otro lugar.
Allá en el fondo del túnel oscuro rondan las sombras del olvido, son las experiencias de lo ya vivido, pero otras relucen desde mi olimpo y las abrazo en mis silencios, mis juguetes mentales quieren jugar, se mueven de un lado a otro como una vieja central telefónica que está atestada de llamadas, platicas, pensamientos y ruidos, además nunca falta un policía entrometido, él se hace llamar nuestra conciencia, y sin embargo a veces se duerme en sus laureles, dejándonos hacer travesuras y divertirnos en un mundo de por sí convulsionado. No he de apretar más las tuercas del dolor, no he de contribuir más al incendio, pero tampoco dejaré que me quemen como un brujo lleno de anatemas.
Así voy y camino por las calles sigilosas y muy vigilantes de mi ciudad laberíntica, sólo son rostros iguales al mío, nadie sabe qué hay detrás de cada mapa o arruga en las caras, Mucha gente sólo aparenta su propia irrealidad, y son pocos los que se atreven a ser auténticos como la brisa, como el mar, en la genialidad de sus propias almas, y su paz reflejada como rayos de esperanzas en sus bellos gestos y en sus cálidas miradas.
Éste poema de mi autoría va dirigido a nosotros mismos, sin querer moralizar a nadie, ya que he visto hogares rotos por el salvajismo y la agresión psicológica, verbal, económica, golpeadores de gente indefensa, ogros llenos de rencores y ardores en sus estúpidos y crueles sentimientos. Aspiramos a una mejor sociedad, aspiramos a tener una mayor paz tanto interna como externa, también a la salud integral.
Hecho que se convierte en un modo simple y holístico, es decir que abarca el conjunto de nuestros factores de bienestar, a saber son: salud orgánica, financiera y por lo tanto laboral, salud emocional y equilibrio mental, libertad plena dentro de la responsabilidad de nuestros derechos y obligaciones para con nosotros y la sociedad en su conjunto.
Las guerras de todos tipos son execrables, fatales y repudiables, y la mayor aspiración de toda la humanidad es el mantener ese frágil equilibrio, es decir la paz mundial, la paz en las regiones, la paz en las convivencias, la paz en nosotros mismos; la paradoja es que mí concepto de paz no será el tuyo, que mí concepto de justicia no será la justicia como otro ser o bando lo conciba. Es ahí en la discrepancia adonde se desarrolla la no paz y la guerra, viniendo a comprobar que la ciencia está mucho más avanzada en tecnología militar que en ciencias médicas, o en preservar y reconstituir los ecosistemas como el Amazonas, el cual se quedó seco, árido, en catástrofe debido a que la sequía los tomó brutalmente por sorpresa