/ jueves 16 de mayo de 2019

En política, la experiencia se forja de tropiezos y juventud que claudica y envejece

Qué se puede recriminar a los jóvenes que han alcanzado el poder político a temprana edad, si carecen de conocimientos que solo la vida nos enseña y sus equivocaciones se minimizan por sus aduladores, rodeólogos y círculos de amistades y familiares, a quienes lo único que les interesa es el beneficio que reciban de las influencias con que cuenten para disponer del dinero público o de la inmunidad o fuero que permiten el abuso de autoridad.

La ingenuidad no resiste al tiempo, y la experiencia se va formando lentamente de desengaños; en su obra dedicada Al Político, Azorin consigna reflexiones como la mencionada sobre el dominio del tiempo para alcanzar la experiencia y enfrentar las dificultades que el hombre político tiene que resolver para convertirse en líder.

Pero Azorín, como si adivinara el futuro o hubiera recorrido este país, condena la ignorancia, el desafío y los arrebatos de los jóvenes políticos, puesto que lo que se requiere para enfrentar cualquier problema relacionado con la cosa pública, es la prudencia, y después de agotarla, se necesitará más prudencia, porque el hombre político que recurre dos veces a la prudencia, resultará más inteligente que cualquier otro ignorante y arrebatado que se deje llevar por sus irreflexivos impulsos.

Solo así se puede comprender que un experimentado político como Andrés Manuel López Obrador, no se equivoca y por eso se haya rodeado de integrantes de su gabinete que en su mayoría son octogenarios y han desempeñado más de la mitad de sus vidas, funciones en el servicio público que les han dejado experiencia y sabiduría, además de un prestigio profesional y una vida honesta.

La juventud en política no justifica ignorancia o ingenuidad, porque con esos demeritos solo se alcanza el fracaso, el desprestigio y la muerte política. Jamás hay que olvidar la frase célebre que en la década de los años sesenta, expresó en memorable discurso el exgobernador de Veracruz, Fernando López Arias: “Juventud que claudica, es juventud que envejece”, y agregaríamos nosotros, que los improvisados e irresponsables, que no valoran las oportunidades en la política, embelesados por el dinero, las frivolidades y la adulación, están condenados al ostracismo, al desprecio y al olvido por su ausencia de valores y de honorabilidad.

Qué se puede recriminar a los jóvenes que han alcanzado el poder político a temprana edad, si carecen de conocimientos que solo la vida nos enseña y sus equivocaciones se minimizan por sus aduladores, rodeólogos y círculos de amistades y familiares, a quienes lo único que les interesa es el beneficio que reciban de las influencias con que cuenten para disponer del dinero público o de la inmunidad o fuero que permiten el abuso de autoridad.

La ingenuidad no resiste al tiempo, y la experiencia se va formando lentamente de desengaños; en su obra dedicada Al Político, Azorin consigna reflexiones como la mencionada sobre el dominio del tiempo para alcanzar la experiencia y enfrentar las dificultades que el hombre político tiene que resolver para convertirse en líder.

Pero Azorín, como si adivinara el futuro o hubiera recorrido este país, condena la ignorancia, el desafío y los arrebatos de los jóvenes políticos, puesto que lo que se requiere para enfrentar cualquier problema relacionado con la cosa pública, es la prudencia, y después de agotarla, se necesitará más prudencia, porque el hombre político que recurre dos veces a la prudencia, resultará más inteligente que cualquier otro ignorante y arrebatado que se deje llevar por sus irreflexivos impulsos.

Solo así se puede comprender que un experimentado político como Andrés Manuel López Obrador, no se equivoca y por eso se haya rodeado de integrantes de su gabinete que en su mayoría son octogenarios y han desempeñado más de la mitad de sus vidas, funciones en el servicio público que les han dejado experiencia y sabiduría, además de un prestigio profesional y una vida honesta.

La juventud en política no justifica ignorancia o ingenuidad, porque con esos demeritos solo se alcanza el fracaso, el desprestigio y la muerte política. Jamás hay que olvidar la frase célebre que en la década de los años sesenta, expresó en memorable discurso el exgobernador de Veracruz, Fernando López Arias: “Juventud que claudica, es juventud que envejece”, y agregaríamos nosotros, que los improvisados e irresponsables, que no valoran las oportunidades en la política, embelesados por el dinero, las frivolidades y la adulación, están condenados al ostracismo, al desprecio y al olvido por su ausencia de valores y de honorabilidad.