/ miércoles 6 de noviembre de 2019

En política, los muertos están vivos

Pues bien, el lenguaje popular tiene muchos refranes y dichos que relacionan nuestra propensión casi compulsiva a negar la realidad, con la inevitabilidad de ésta, un buen ejemplo sería: Te lo dije, Ya te llegará tu hora.

Por encima de lo que para muchos es algo inevitable (tarde o temprano, la realidad siempre tocará a nuestra puerta), para no pocos políticos, sean gobernantes, legisladores, funcionarios o dirigentes políticos partidarios, eso jamás sucede.

Viven en un mundo que ellos mismos, como consecuencia de su soberbia y/o necedad, han inventado; crean reglas que jamás pueden ser aplicadas porque, de entrada, no parten de la realidad y su inevitabilidad, sino de sus ilusiones y ocurrencias.

Hoy, nuestra clase política está más aferrada que en otros años, sin embargo, es tal la necedad exhibida por quienes dicen hoy gobernar, que el agravamiento de los ya de por sí graves problemas y el volver a padecer otros que poco a poco habían empezado a dejar de serlo, nos ha sumido en una crisis creación completamente nuestra.

Ante esto, la pregunta del título es más que relevante: ¿Qué harán cuando se presente la realidad? ¿Qué excusas ofrecerán por el estallido de los problemas que ellos mismos, con sus desatinos y ocurrencias y su renuencia a rectificar en la debida oportunidad crearon? ¿A quién culparán? ¿A los ya conocidos causantes de todos nuestros males el neoliberalismo, los corruptos conservadores?

En este escenario, la realidad no es tan tonta como piensan; inevitablemente llegará y así, de la misma manera que desnudará a quienes hoy ya pretenden eludir toda responsabilidad, exhibirá las sinrazones de tanta ocurrencia y desatino padecido. Ahora bien, pienso que convendría preguntarnos acerca de las razones de una gobernación como la que subyace a lo planteado en los párrafos anteriores. ¿A qué se debe que tanto gobernante se aferre a continuar con lo que a todas luces es un fracaso? ¿Hacer lo mismo dará resultados diferentes?

A otro perro con ese hueso.

Cambio de tema, no podemos negar que vivimos tiempos de grandes movilizaciones, de inconformidad ciudadana y de gran inestabilidad política, económica y social. Vemos distintos grados de abandono de la confianza en la democracia y los partidos políticos como mecanismos de representación política, de degradación de la instituciones democráticas y de frustración de los ciudadanos con los resultados de la globalización y el capitalismo.

Incluso, el economista serbio Branko Milanovic ha planteado que 2019-20 serán años comparables a un 1968 global y que las movilizaciones originadas por la inconformidad social marcarán estos años.

El caso de Chile es una lección para otros países que en grados distintos también hemos fracasado en convertir la prosperidad económica en sociedades más justas, y que hemos visto cómo la política y la democracia se deslizan hacia un mercado corrompido que no tiene relación con los intereses y preocupaciones de las personas. El embrujo del retorno infinito de la fechas brinda perspectiva y debe provocar reflexión. Si, AMLO, como afirmó hace una año mientras lo ungían chamanes y ordenamientos jurídicos, de verdad quiere ser un buen presidente, éste es el momento de corregir. Una gran oportunidad.

Un daño severo ya está hecho, pero podría ser mucho peor.

Los pronósticos son malos. Y ahora ¿de dónde cortar? Algo, mucho, han hecho mal. Deben reconocerlo.

Presidente, muchos queremos que sea usted un buen presidente. Deje de perseguir fantasmas y persiga criminales. Entierren las amenazas como forma de gobierno.

Muchos mexicanos le tienen miedo y el miedo corroe a una nación.

Pues bien, el lenguaje popular tiene muchos refranes y dichos que relacionan nuestra propensión casi compulsiva a negar la realidad, con la inevitabilidad de ésta, un buen ejemplo sería: Te lo dije, Ya te llegará tu hora.

Por encima de lo que para muchos es algo inevitable (tarde o temprano, la realidad siempre tocará a nuestra puerta), para no pocos políticos, sean gobernantes, legisladores, funcionarios o dirigentes políticos partidarios, eso jamás sucede.

Viven en un mundo que ellos mismos, como consecuencia de su soberbia y/o necedad, han inventado; crean reglas que jamás pueden ser aplicadas porque, de entrada, no parten de la realidad y su inevitabilidad, sino de sus ilusiones y ocurrencias.

Hoy, nuestra clase política está más aferrada que en otros años, sin embargo, es tal la necedad exhibida por quienes dicen hoy gobernar, que el agravamiento de los ya de por sí graves problemas y el volver a padecer otros que poco a poco habían empezado a dejar de serlo, nos ha sumido en una crisis creación completamente nuestra.

Ante esto, la pregunta del título es más que relevante: ¿Qué harán cuando se presente la realidad? ¿Qué excusas ofrecerán por el estallido de los problemas que ellos mismos, con sus desatinos y ocurrencias y su renuencia a rectificar en la debida oportunidad crearon? ¿A quién culparán? ¿A los ya conocidos causantes de todos nuestros males el neoliberalismo, los corruptos conservadores?

En este escenario, la realidad no es tan tonta como piensan; inevitablemente llegará y así, de la misma manera que desnudará a quienes hoy ya pretenden eludir toda responsabilidad, exhibirá las sinrazones de tanta ocurrencia y desatino padecido. Ahora bien, pienso que convendría preguntarnos acerca de las razones de una gobernación como la que subyace a lo planteado en los párrafos anteriores. ¿A qué se debe que tanto gobernante se aferre a continuar con lo que a todas luces es un fracaso? ¿Hacer lo mismo dará resultados diferentes?

A otro perro con ese hueso.

Cambio de tema, no podemos negar que vivimos tiempos de grandes movilizaciones, de inconformidad ciudadana y de gran inestabilidad política, económica y social. Vemos distintos grados de abandono de la confianza en la democracia y los partidos políticos como mecanismos de representación política, de degradación de la instituciones democráticas y de frustración de los ciudadanos con los resultados de la globalización y el capitalismo.

Incluso, el economista serbio Branko Milanovic ha planteado que 2019-20 serán años comparables a un 1968 global y que las movilizaciones originadas por la inconformidad social marcarán estos años.

El caso de Chile es una lección para otros países que en grados distintos también hemos fracasado en convertir la prosperidad económica en sociedades más justas, y que hemos visto cómo la política y la democracia se deslizan hacia un mercado corrompido que no tiene relación con los intereses y preocupaciones de las personas. El embrujo del retorno infinito de la fechas brinda perspectiva y debe provocar reflexión. Si, AMLO, como afirmó hace una año mientras lo ungían chamanes y ordenamientos jurídicos, de verdad quiere ser un buen presidente, éste es el momento de corregir. Una gran oportunidad.

Un daño severo ya está hecho, pero podría ser mucho peor.

Los pronósticos son malos. Y ahora ¿de dónde cortar? Algo, mucho, han hecho mal. Deben reconocerlo.

Presidente, muchos queremos que sea usted un buen presidente. Deje de perseguir fantasmas y persiga criminales. Entierren las amenazas como forma de gobierno.

Muchos mexicanos le tienen miedo y el miedo corroe a una nación.