/ martes 16 de octubre de 2018

Entre desastres y corrupción

En el ciclo noticioso hay notas sobre verdaderos y grandes desastres que se repiten cada año y que nos muestran las desgracias por las que pasa un país que sufre por el embate de fenómenos naturales inevitables pero que hace poco o nada para que sus ciudadanos sean afectados cada vez menos.

En temporada de huracanes, las zonas regularmente afectadas en el país abarcan más del 60 por ciento del territorio. Cuando nos referimos a nombres como Wilma y Stan en 2002, Dean en 2007 o Ingrid y Manuel en 2013 sólo por recordar algunos de muchos ejemplos, sabemos que se trata de huracanes que han traído pérdida de vidas humanas, un gran número en cientos o hasta miles de damnificados y muchos millones de pesos en pérdidas económicas.

¿Tiene que ser así? ¿Qué es lo que hay que hacer para que las lluvias nos afecten menos? Porque viene peor. Los principales científicos del clima en el mundo nos advirtieron al inicio de este mes que solo tenemos 12 años para mantener el crecimiento del calentamiento global en un máximo de 1.5°C y, de lograrlo, aun así habrá alteraciones climáticas que en muchos casos significarán sequías muy severas y en otros tormentas más violentas y destructivas.

¿Estamos preparándonos? El presupuesto de 2018 para el Fondo de Desastres Naturales (Fonden) es de 18 mil millones de pesos, pero más allá de todo ese dinero que se usa cuando la tragedia ya se presentó, hay que revisar los presupuestos de obras y servicios de estados y municipios. ¿Por qué las comunidades más afectadas en cada época de lluvias no terminan de estar bien? ¿Es falta de administración? ¿Corrupción? También nuestros hábitos y falta de conciencia y planeación nos cuestan mucho cada año.

En Veracruz por ejemplo, uno de los estados con más fenómenos hidrometeorológicos frecuentes, los especialistas sostienen que en las zonas más pobladas habrá inundaciones cada vez peores porque el crecimiento de la mancha urbana genera mucho más calor para la atmósfera que se traduce en tormentas más potentes en la época de lluvias. Además, el suelo pavimentado o cubierto por construcciones no puede filtrar el agua hacia los mantos subterráneos y lagunas naturales, lo que ocasiona torrentes mucho más desastrosos que se hacen todavía peores por el taponamiento con basura de alcantarillas y desagües.

El escenario es muy parecido en otros sitios como la Ciudad de México, que tiene problemas se sobrepoblación en áreas que deberían estar libres para la recarga de los mantos freáticos, una urbanización muy extendida y problemas mayúsculos de drenaje y basura.

Pero más aún, el informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático del que hablábamos dice: “A pesar de las incertidumbres asociadas a las proyecciones de cambio climático y econometría, es más probable que haya grandes diferencias en el crecimiento económico bajo 1,5°C y 2°C del calentamiento global para los países en desarrollo en lugar de los países desarrollados. Se proyectan reducciones estadísticamente significativas en el Producto Interno Bruto (PIB) y el crecimiento per cápita en gran parte del continente africano, sureste de Asia, India, Brasil y México”.

O sea que, además de que los desastres nos costarán cada vez más, en lo que a la naturaleza se refiere seremos cada vez más pobres.

@AdriDelgadoRuiz


En el ciclo noticioso hay notas sobre verdaderos y grandes desastres que se repiten cada año y que nos muestran las desgracias por las que pasa un país que sufre por el embate de fenómenos naturales inevitables pero que hace poco o nada para que sus ciudadanos sean afectados cada vez menos.

En temporada de huracanes, las zonas regularmente afectadas en el país abarcan más del 60 por ciento del territorio. Cuando nos referimos a nombres como Wilma y Stan en 2002, Dean en 2007 o Ingrid y Manuel en 2013 sólo por recordar algunos de muchos ejemplos, sabemos que se trata de huracanes que han traído pérdida de vidas humanas, un gran número en cientos o hasta miles de damnificados y muchos millones de pesos en pérdidas económicas.

¿Tiene que ser así? ¿Qué es lo que hay que hacer para que las lluvias nos afecten menos? Porque viene peor. Los principales científicos del clima en el mundo nos advirtieron al inicio de este mes que solo tenemos 12 años para mantener el crecimiento del calentamiento global en un máximo de 1.5°C y, de lograrlo, aun así habrá alteraciones climáticas que en muchos casos significarán sequías muy severas y en otros tormentas más violentas y destructivas.

¿Estamos preparándonos? El presupuesto de 2018 para el Fondo de Desastres Naturales (Fonden) es de 18 mil millones de pesos, pero más allá de todo ese dinero que se usa cuando la tragedia ya se presentó, hay que revisar los presupuestos de obras y servicios de estados y municipios. ¿Por qué las comunidades más afectadas en cada época de lluvias no terminan de estar bien? ¿Es falta de administración? ¿Corrupción? También nuestros hábitos y falta de conciencia y planeación nos cuestan mucho cada año.

En Veracruz por ejemplo, uno de los estados con más fenómenos hidrometeorológicos frecuentes, los especialistas sostienen que en las zonas más pobladas habrá inundaciones cada vez peores porque el crecimiento de la mancha urbana genera mucho más calor para la atmósfera que se traduce en tormentas más potentes en la época de lluvias. Además, el suelo pavimentado o cubierto por construcciones no puede filtrar el agua hacia los mantos subterráneos y lagunas naturales, lo que ocasiona torrentes mucho más desastrosos que se hacen todavía peores por el taponamiento con basura de alcantarillas y desagües.

El escenario es muy parecido en otros sitios como la Ciudad de México, que tiene problemas se sobrepoblación en áreas que deberían estar libres para la recarga de los mantos freáticos, una urbanización muy extendida y problemas mayúsculos de drenaje y basura.

Pero más aún, el informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático del que hablábamos dice: “A pesar de las incertidumbres asociadas a las proyecciones de cambio climático y econometría, es más probable que haya grandes diferencias en el crecimiento económico bajo 1,5°C y 2°C del calentamiento global para los países en desarrollo en lugar de los países desarrollados. Se proyectan reducciones estadísticamente significativas en el Producto Interno Bruto (PIB) y el crecimiento per cápita en gran parte del continente africano, sureste de Asia, India, Brasil y México”.

O sea que, además de que los desastres nos costarán cada vez más, en lo que a la naturaleza se refiere seremos cada vez más pobres.

@AdriDelgadoRuiz


ÚLTIMASCOLUMNAS