/ lunes 18 de junio de 2018

Envejece quien pierde sus ideales

La edad es un concepto que el punto de vista de quien la valora depende del estado de ánimo y criterio con que se juzgue; es un punto tan importante que ha pasado a ser un criterio de evaluación para los grupos humanos que han dejado atrás la juventud.

Ser maduro o ser viejo representan un obstáculo para gran número de acciones. Después de los 40 es difícil obtener empleo, emprender un noviazgo después de los 50 es curioso para los demás y después de los 60 a muchos les parecerá cómico. Un hombre o mujer de 60 o más, vistos en un “antro”, son observados con irónica curiosidad por los “chavos” asiduos. La gente joven adopta una actitud irónica y hasta discriminatoria para las personas de la tercera edad que “incursionan” en eventos que consideran propios de jóvenes.

A esto le han llamado “edadismo”, principalmente Robert N. Butler, gerontólogo estadounidense, quien ha llegado a llamarle “gerontofobia” para compararlo con otras corrientes discriminadoras como el racismo o el sexismo.

La edad es un estado de ánimo cultivado por el optimismo con que se vive, porque envejecer no es la declinación definitiva de toda capacidad emprendedora y optimista.

Me permito transcribir parte del ensayo “Juventud” de Samuel Ullman, (poeta germano, 1840) porque sé que le hará bien a usted y le levantará el ánimo, tenga la edad que tenga.

“La juventud no es una época de la vida; es un estado mental. No consiste en tener mejillas sonrosadas, labios rojos y piernas ágiles. Es cuestión de voluntad; implica una calidad de la imaginación, un vigor de las emociones; es la frescura de las profundas fuentes de la vida. Juventud es el predominio temperamental del arrojo sobre la pusilanimidad de los apetitos; del ímpetu aventurero sobre el apego al conformismo y a menudo se encuentra más en una persona de 60 que un muchacho de 20 años.

Nadie envejece por el número de los años que cumpla. Envejecemos cuando traicionamos nuestros ideales. Los años arrugan la piel; pero cuando se renuncia al entusiasmo salen arrugas en el alma. Las preocupaciones, el temor, la falta de confianza en sí mismos, encogen el corazón y aniquilan el espíritu.

En el centro de nuestra mente, o corazón como lo acepte, existen antenas receptoras. Mientras reciban mensajes de belleza, esperanza, alegría, valor y afecto de nuestros semejantes, seguiremos siendo jóvenes, por ello hay que buscarlos.

Cuando esas antenas se desprendan porque la indiferencia del cinismo y la lápida del pesimismo cubran el espíritu, entonces envejecerás”.

Comulgue usted con este bello concepto de juventud y vejez porque, si así es, ponerlo en práctica ya sólo dependerá de que se proponga adoptar hoy mismo esa actitud ante la vida y, entonces, la vejez será sólo cuestión de usted.

hsilva_mendoza@hotmail.com

La edad es un concepto que el punto de vista de quien la valora depende del estado de ánimo y criterio con que se juzgue; es un punto tan importante que ha pasado a ser un criterio de evaluación para los grupos humanos que han dejado atrás la juventud.

Ser maduro o ser viejo representan un obstáculo para gran número de acciones. Después de los 40 es difícil obtener empleo, emprender un noviazgo después de los 50 es curioso para los demás y después de los 60 a muchos les parecerá cómico. Un hombre o mujer de 60 o más, vistos en un “antro”, son observados con irónica curiosidad por los “chavos” asiduos. La gente joven adopta una actitud irónica y hasta discriminatoria para las personas de la tercera edad que “incursionan” en eventos que consideran propios de jóvenes.

A esto le han llamado “edadismo”, principalmente Robert N. Butler, gerontólogo estadounidense, quien ha llegado a llamarle “gerontofobia” para compararlo con otras corrientes discriminadoras como el racismo o el sexismo.

La edad es un estado de ánimo cultivado por el optimismo con que se vive, porque envejecer no es la declinación definitiva de toda capacidad emprendedora y optimista.

Me permito transcribir parte del ensayo “Juventud” de Samuel Ullman, (poeta germano, 1840) porque sé que le hará bien a usted y le levantará el ánimo, tenga la edad que tenga.

“La juventud no es una época de la vida; es un estado mental. No consiste en tener mejillas sonrosadas, labios rojos y piernas ágiles. Es cuestión de voluntad; implica una calidad de la imaginación, un vigor de las emociones; es la frescura de las profundas fuentes de la vida. Juventud es el predominio temperamental del arrojo sobre la pusilanimidad de los apetitos; del ímpetu aventurero sobre el apego al conformismo y a menudo se encuentra más en una persona de 60 que un muchacho de 20 años.

Nadie envejece por el número de los años que cumpla. Envejecemos cuando traicionamos nuestros ideales. Los años arrugan la piel; pero cuando se renuncia al entusiasmo salen arrugas en el alma. Las preocupaciones, el temor, la falta de confianza en sí mismos, encogen el corazón y aniquilan el espíritu.

En el centro de nuestra mente, o corazón como lo acepte, existen antenas receptoras. Mientras reciban mensajes de belleza, esperanza, alegría, valor y afecto de nuestros semejantes, seguiremos siendo jóvenes, por ello hay que buscarlos.

Cuando esas antenas se desprendan porque la indiferencia del cinismo y la lápida del pesimismo cubran el espíritu, entonces envejecerás”.

Comulgue usted con este bello concepto de juventud y vejez porque, si así es, ponerlo en práctica ya sólo dependerá de que se proponga adoptar hoy mismo esa actitud ante la vida y, entonces, la vejez será sólo cuestión de usted.

hsilva_mendoza@hotmail.com