/ viernes 15 de febrero de 2019

Ese monstruo omnipresente que inspira temor e impotencia

Un periodista le preguntó a Eduardo Galeano: “¿Qué es para usted el mercado?”, Galeano le responde: “En mis tiempos de niño era divertido acompañar a mi mamá al mercado, éste era una feria de frutas, verduras, colores, voces que vendían y otras compraban o regateaban, daba gusto. Hoy el mercado tiene otro sentido, es un monstruo omnipresente que inspira temor e impotencia”. Efectivamente, el capitalismo convirtió al mundo en un gran mercado, donde el lucro, el despojo y la explotación es el motor principal de su existir. O en las palabras de Marx: “Espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse en todas partes, crear vínculos en todas partes. Mediante la explotación del mercado mundial”.

El mercado mundial tiene como centro motor el comercio y la concentración de la riqueza y del poder en pocas manos; y en el otro extremo la pobreza cada vez mayor. Las reglas las impone el mismo mercado y las instancias más elevadas y poderosas que representan el capitalismo mundial, los bancos y las grandes empresas, que someten a los países débiles económicamente a esas reglas. La explotación disfrazada se presenta de diversas formas, entre ellas, la de “libre comercio”, que no es tal sino un engaño para hacer creer a esos países explotados que compitiendo en condiciones de igualdad. Y la deuda a los grandes bancos que condicionan el préstamo a los países pobres, imponiéndoles medidas de “austeridad” siempre en perjuicio de la gente pobre: recortes en educación, en sanidad, reformas laborales en contra de los trabajadores, aumentar la edad de la jubilación, etcétera, cambiando derechos por limosnas. Cuando algún país decide no someterse a esas reglas y exige un trato equitativo y justo en defensa de sus recursos naturales y su soberanía, son intervenidos militarmente o castigados económicamente como el bloqueo económico a Cuba y descargan sobre ellos la satanización mediática y diplomática como a Venezuela, Ecuador, Bolivia, Cuba, etcétera y otros muchos países. Ese es el monstruo que dice Galeano, que ya no inspira temor. Cuba es el ejemplo, resistió más de medio siglo y ha sobrevivido al acoso de 11 presidentes gringos; Obama tuvo que reconocer que fracasaron en su intento de asfixiar económicamente a la isla.

Hugo Chávez reconoció que la construcción del Socialismo del siglo XXI requería la unión de varios países en la República Bolivariana, que deberían ser los países del cono sur los que caminaran juntos hacia ese objetivo. Tomas Sankará, presidente de Burkina Faso (antes Alto Volta), proponía en 1987 en la Cumbre de los jefes de Estados Africanos, de Addis Abeba, no pagar la deuda unidos, sin negarla ni considerar su propuesta como un acto bélico, “unidos, porque individualmente nos asesinan”. “Producir lo que necesitamos y consumir lo que producimos; aseguremos que el mercado africano pertenezca a los africanos, produzcamos y consumamos en África”. No encontró eco el “Che Guevara africano” —como lo llamaban— cuatro meses después, es asesinado por los países “democráticos” europeos junto con 15 compañeros de su gobierno; como quieren hacerle hoy a Venezuela

Ha habido y hay honrosas excepciones, de gobierno dignos, nacionalistas que han hecho respetar las leyes internas de sus países y sus recursos naturales, como Cárdenas, Jacobo Arbens, Getulio Vargas, Salvador Allende, Fidel Castro, Evo Morales, Rafael Correa y hoy López Obrador y muchos más que resistieron defendiendo las riquezas y la dignidad de sus pueblos. Sí, es posible resistir y romper con esas reglas imperiales que impone el capital mundial, con gobiernos dignos y nacionalistas, que no ejerzan la función de esquiroles o lacayos del capital mundial. Cuando deberían defender el respeto a la autodeterminación de los pueblos y no sumarse al coro de lacayos del imperio. Hoy el gobierno mexicano retoma el mandato constitucional y enarbola la divisa del derecho que tienen los pueblos, que se les respete su autonomía y su soberana voluntad de darse el gobierno que quieran, como Venezuela, que se enfrenta a ese monstruo omnipresente saqueador de nuestras riquezas, el imperialismo gringo.

Un periodista le preguntó a Eduardo Galeano: “¿Qué es para usted el mercado?”, Galeano le responde: “En mis tiempos de niño era divertido acompañar a mi mamá al mercado, éste era una feria de frutas, verduras, colores, voces que vendían y otras compraban o regateaban, daba gusto. Hoy el mercado tiene otro sentido, es un monstruo omnipresente que inspira temor e impotencia”. Efectivamente, el capitalismo convirtió al mundo en un gran mercado, donde el lucro, el despojo y la explotación es el motor principal de su existir. O en las palabras de Marx: “Espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse en todas partes, crear vínculos en todas partes. Mediante la explotación del mercado mundial”.

El mercado mundial tiene como centro motor el comercio y la concentración de la riqueza y del poder en pocas manos; y en el otro extremo la pobreza cada vez mayor. Las reglas las impone el mismo mercado y las instancias más elevadas y poderosas que representan el capitalismo mundial, los bancos y las grandes empresas, que someten a los países débiles económicamente a esas reglas. La explotación disfrazada se presenta de diversas formas, entre ellas, la de “libre comercio”, que no es tal sino un engaño para hacer creer a esos países explotados que compitiendo en condiciones de igualdad. Y la deuda a los grandes bancos que condicionan el préstamo a los países pobres, imponiéndoles medidas de “austeridad” siempre en perjuicio de la gente pobre: recortes en educación, en sanidad, reformas laborales en contra de los trabajadores, aumentar la edad de la jubilación, etcétera, cambiando derechos por limosnas. Cuando algún país decide no someterse a esas reglas y exige un trato equitativo y justo en defensa de sus recursos naturales y su soberanía, son intervenidos militarmente o castigados económicamente como el bloqueo económico a Cuba y descargan sobre ellos la satanización mediática y diplomática como a Venezuela, Ecuador, Bolivia, Cuba, etcétera y otros muchos países. Ese es el monstruo que dice Galeano, que ya no inspira temor. Cuba es el ejemplo, resistió más de medio siglo y ha sobrevivido al acoso de 11 presidentes gringos; Obama tuvo que reconocer que fracasaron en su intento de asfixiar económicamente a la isla.

Hugo Chávez reconoció que la construcción del Socialismo del siglo XXI requería la unión de varios países en la República Bolivariana, que deberían ser los países del cono sur los que caminaran juntos hacia ese objetivo. Tomas Sankará, presidente de Burkina Faso (antes Alto Volta), proponía en 1987 en la Cumbre de los jefes de Estados Africanos, de Addis Abeba, no pagar la deuda unidos, sin negarla ni considerar su propuesta como un acto bélico, “unidos, porque individualmente nos asesinan”. “Producir lo que necesitamos y consumir lo que producimos; aseguremos que el mercado africano pertenezca a los africanos, produzcamos y consumamos en África”. No encontró eco el “Che Guevara africano” —como lo llamaban— cuatro meses después, es asesinado por los países “democráticos” europeos junto con 15 compañeros de su gobierno; como quieren hacerle hoy a Venezuela

Ha habido y hay honrosas excepciones, de gobierno dignos, nacionalistas que han hecho respetar las leyes internas de sus países y sus recursos naturales, como Cárdenas, Jacobo Arbens, Getulio Vargas, Salvador Allende, Fidel Castro, Evo Morales, Rafael Correa y hoy López Obrador y muchos más que resistieron defendiendo las riquezas y la dignidad de sus pueblos. Sí, es posible resistir y romper con esas reglas imperiales que impone el capital mundial, con gobiernos dignos y nacionalistas, que no ejerzan la función de esquiroles o lacayos del capital mundial. Cuando deberían defender el respeto a la autodeterminación de los pueblos y no sumarse al coro de lacayos del imperio. Hoy el gobierno mexicano retoma el mandato constitucional y enarbola la divisa del derecho que tienen los pueblos, que se les respete su autonomía y su soberana voluntad de darse el gobierno que quieran, como Venezuela, que se enfrenta a ese monstruo omnipresente saqueador de nuestras riquezas, el imperialismo gringo.