/ domingo 9 de agosto de 2020

Eso de las clases

Se ha vuelto tendencia el regreso a clases: las formas y medios a través de los cuales los miles de estudiantes de nuestro país retomarán sus procesos educativos. Esto sugiere que las clases apenas van a comenzar y que los meses anteriores no han sido de aprendizaje. Como si los únicos detentores de la educación fueran los docentes, o como si únicamente las escuelas estuvieran capacitadas para educar.

Llevamos poco más de un semestre en el que, por todos lados, se sugiere un giro en la educación. ¿Qué escuela más comprometida que la pandemia?, la cual nos ha tocado a todos sin excepción. Afectándonos con su descarga de aprendizajes y de estímulos educativos que nos han ofrecido los duelos a los que nos ha orillado.

En pleno apogeo del progreso industrial y en la cúspide de la era digital, enfrentamos esta situación que nos ha parado en seco para ayudarnos a ver -más allá de lo evidente-, los daños colaterales que está dejando a su paso el Covid-19. Todo nos está exigiendo un vuelco educativo con decisión y contundencia. ¡Es ahora o nunca!, no podemos ser tan ciegos e insensibles al pensar que es posible continuar con la andanada de información sobre los alumnos, sin ayudarnos a comprender la importancia de la educación integral. Dejar que el proceso educativo toque todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida.

Y es que no podemos seguir encumbrando como panacea de la educación la memorización de datos fríos y distantes, dejando de lado y sin prestar la mínima importancia al sujeto que aprende, con todas las necesidades que experimenta a lo largo de su desarrollo natural.

El cáliz de la educación que está dejando al descubierto el estrago incontrolable de la contingencia sanitaria consiste en permitir que la persona sea verdaderamente persona, que se desarrolle holísticamente. Que conviva con sus pensamientos, que tenga la sensibilidad de relacionarse con sus diversas emociones. Una educación que deje de castrar la creatividad con los dictados externos y que empodere de tal manera a los estudiantes, que les permita gestionar su propia creatividad. Lograr que todos dejemos de ser a-lumnos (sin luz), para ser verdaderamente iluminados: protagonistas de nuestras propias vidas.

¡Es ahora o nunca! O nos dejamos enseñar por estos nuevos maestros que la vida está poniendo a nuestro alcance, o seguimos esperando que el regreso a las aulas y a la educación bancaria siga haciendo estragos en nuestras sociedades.

Se ha vuelto tendencia el regreso a clases: las formas y medios a través de los cuales los miles de estudiantes de nuestro país retomarán sus procesos educativos. Esto sugiere que las clases apenas van a comenzar y que los meses anteriores no han sido de aprendizaje. Como si los únicos detentores de la educación fueran los docentes, o como si únicamente las escuelas estuvieran capacitadas para educar.

Llevamos poco más de un semestre en el que, por todos lados, se sugiere un giro en la educación. ¿Qué escuela más comprometida que la pandemia?, la cual nos ha tocado a todos sin excepción. Afectándonos con su descarga de aprendizajes y de estímulos educativos que nos han ofrecido los duelos a los que nos ha orillado.

En pleno apogeo del progreso industrial y en la cúspide de la era digital, enfrentamos esta situación que nos ha parado en seco para ayudarnos a ver -más allá de lo evidente-, los daños colaterales que está dejando a su paso el Covid-19. Todo nos está exigiendo un vuelco educativo con decisión y contundencia. ¡Es ahora o nunca!, no podemos ser tan ciegos e insensibles al pensar que es posible continuar con la andanada de información sobre los alumnos, sin ayudarnos a comprender la importancia de la educación integral. Dejar que el proceso educativo toque todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida.

Y es que no podemos seguir encumbrando como panacea de la educación la memorización de datos fríos y distantes, dejando de lado y sin prestar la mínima importancia al sujeto que aprende, con todas las necesidades que experimenta a lo largo de su desarrollo natural.

El cáliz de la educación que está dejando al descubierto el estrago incontrolable de la contingencia sanitaria consiste en permitir que la persona sea verdaderamente persona, que se desarrolle holísticamente. Que conviva con sus pensamientos, que tenga la sensibilidad de relacionarse con sus diversas emociones. Una educación que deje de castrar la creatividad con los dictados externos y que empodere de tal manera a los estudiantes, que les permita gestionar su propia creatividad. Lograr que todos dejemos de ser a-lumnos (sin luz), para ser verdaderamente iluminados: protagonistas de nuestras propias vidas.

¡Es ahora o nunca! O nos dejamos enseñar por estos nuevos maestros que la vida está poniendo a nuestro alcance, o seguimos esperando que el regreso a las aulas y a la educación bancaria siga haciendo estragos en nuestras sociedades.