/ lunes 3 de junio de 2019

Espionaje y control gubernamental discriminatorio, en México y en el mundo

En México el gobierno a través de programas electrónicos realiza un espionaje que se pretende justificar oficialmente como instrumento para garantizar la democracia y evitar la intromisión de dinero contaminado, proveniente del narcotráfico y el crimen organizado, o de magnates y acaparadores de la economía y la riqueza, interesados en actividades políticas para favorecer a candidatos y partidos al servicio de sus intereses; lo anterior les permitiría conservar sus privilegios en un país agobiado por la pobreza y el desempleo.

Según el uso ilegal del programa Pegasus, México ocupa el primer lugar en espionaje a periodistas, activistas, políticos y empresarios, cuyos teléfonos celulares fueron insertados en un sistema de cómputo que permite acceder a la información de las actividades del usuario, desde donde se obtiene un mundo de información privada, de negocios y de actividades políticas, con violación flagrante al derecho a la vida privada, a la información y a los derechos humanos en general, que impide vivir en libertad, con tranquilidad y paz.

Si al mencionado programa se agregan otros rastreadores para móvil o software, que con pocos recursos se pueden adquirir, y si además, se cuenta con toda la información secreta, acumulada por el CISEN (ahora abierta a consulta pública), más el acervo de otras instituciones que trabajan encubiertas, para obtener información que se usa discrecionalmente, se puede afirmar que “un mundo nos vigila”, con la complicidad del gobierno.

Los golpes bajos de la política y de murmuradores que satisfacen su morbo, conociendo y difundiendo la vida privada de los demás, no se terminarán; y será difícil para el pueblo bueno, descartar las malas noticias, el chismerío, las murmuraciones, cizañas y calumnias o la difamación de honor, pues con la rapidez con que se suben y se bajan de las redes las famosas “fakenews”, ni los más experimentados bots son capaces de distinguir cuando estamos en presencia de verdades, medias verdades o calumnias.

Salvarse del espionaje gubernamental, solo será posible para quienes puedan costear un blindaje personal, empresarial o político, que impida la penetración de los espías a la intimidad de los gobernados. El pueblo pobre y bueno, no tiene escapatoria.


En México el gobierno a través de programas electrónicos realiza un espionaje que se pretende justificar oficialmente como instrumento para garantizar la democracia y evitar la intromisión de dinero contaminado, proveniente del narcotráfico y el crimen organizado, o de magnates y acaparadores de la economía y la riqueza, interesados en actividades políticas para favorecer a candidatos y partidos al servicio de sus intereses; lo anterior les permitiría conservar sus privilegios en un país agobiado por la pobreza y el desempleo.

Según el uso ilegal del programa Pegasus, México ocupa el primer lugar en espionaje a periodistas, activistas, políticos y empresarios, cuyos teléfonos celulares fueron insertados en un sistema de cómputo que permite acceder a la información de las actividades del usuario, desde donde se obtiene un mundo de información privada, de negocios y de actividades políticas, con violación flagrante al derecho a la vida privada, a la información y a los derechos humanos en general, que impide vivir en libertad, con tranquilidad y paz.

Si al mencionado programa se agregan otros rastreadores para móvil o software, que con pocos recursos se pueden adquirir, y si además, se cuenta con toda la información secreta, acumulada por el CISEN (ahora abierta a consulta pública), más el acervo de otras instituciones que trabajan encubiertas, para obtener información que se usa discrecionalmente, se puede afirmar que “un mundo nos vigila”, con la complicidad del gobierno.

Los golpes bajos de la política y de murmuradores que satisfacen su morbo, conociendo y difundiendo la vida privada de los demás, no se terminarán; y será difícil para el pueblo bueno, descartar las malas noticias, el chismerío, las murmuraciones, cizañas y calumnias o la difamación de honor, pues con la rapidez con que se suben y se bajan de las redes las famosas “fakenews”, ni los más experimentados bots son capaces de distinguir cuando estamos en presencia de verdades, medias verdades o calumnias.

Salvarse del espionaje gubernamental, solo será posible para quienes puedan costear un blindaje personal, empresarial o político, que impida la penetración de los espías a la intimidad de los gobernados. El pueblo pobre y bueno, no tiene escapatoria.