/ domingo 1 de abril de 2018

Estampita repetida no completa el álbum

Los tiempos tienen la mejor tonada, pero aún no encuentran la letra para acompañarla, podría parecer exagerado hablar en México de darwinismo social, cuya teoría explica que el más apto es quien sobrevive. No lo es si consideramos que en Occidente, en 2018, la meta no es sólo sobrevivir, sino vivir con dignidad, calidad, esperanza futuro. Quienes viven endeudados desde el útero sobreviven con dificultad y mueren más empobrecidos. Los responsables de esta tragedia han sido y son los políticos. Para evitar que el futuro nos siga alcanzando, quienes gobiernan deberían ceñirse a un código ético mínimo y lógico.

Sería ético que existiese una suerte de Código de ética para nuestros políticos o para quienes se desencanten por tan fructífero negocio.

Ruego al lector expresar algunas ideas. Todas debatibles. Seguro debe haber muchas más. 1) Los políticos que deseen continuar no podrán haber pertenecido a más de dos partidos. Cambiar de ideología, cualquier adulto lo sabe, no es sencillo. 2) Mientras ejerzan su oficio, no podrán ocupar más de dos Secretarías. Imposible fungir como secretario de Turismo, de Hacienda y de Salud. Cada una requiere habilidades y conocimientos distintos. 3) Al igual que en la mayoría de las profesiones, deberán presentar exámenes de competencia cada tres años con el fin de validar la vigencia de sus conocimientos. 4) Deberán escribir un listado, cada dos años de las acciones positivas y de sus logros. 5) Deberán escribir un listado, cada dos años de los fracasos y omisiones. 6) Tendrá la obligación de opinar sobre: a) Situaciones políticas “limítrofes”, b) Situaciones político-humanas “limítrofes”, desnutrición, trabajo infantil, muertes por inanición, personas que laboren en la calle para sobrevivir y que carecen de todo tipo de protección social. 7) Cada dos o tres años deberán opinar sobre el inciso previo y contrastar los resultados. 8) Al iniciar el sexenio, los nuevos o reciclados políticos deberán opinar por escrito sobre la labor desempeñada por sus predecesores. La opinión pública decidirá si debe publicarse o no dicho análisis. 9) Compartir, además de sus bienes económicos, su producción científica, universitaria académica, cultural o periodística. 10) Enlistar metas y propósitos laborales al inicio del sexenio. 11) Enlistar logros y alcances al final del sexenio. 12) Hablar y escribir tres idiomas. 13) Etcétera.

Etcétera es una palabra interesante. Quizás algún lector o político pueda añadir o eliminar incisos. El papel no permite alargarse.

Si permite lo que ha sucedido en los últimos sexenios. Son muchos cánceres los que agobian a México. Imposible decir cuál es el peor. Obligado por el espacio apto por la pobreza. La pobreza no es responsabilidad de quienes nacen sin esperanza. Es fruto de la inoperancia y de los hurtos de nuestros políticos. Si hubiese un código de ética pública para políticos mexicanos quizás podríamos detener el avance de todos los cánceres que nos amenazan. Repasar, valorar, reflexionar, medir, son espacios propios de las elecciones.

Todos los sexenios finalizan mal. No hay uno donde el balance sea positivo. Los políticos reprueban, el país reprueba. Economía, seguridad, educación y salud decrecen, Contrastar las cifras oficiales con la realidad es buen ejercicio. Los números no mienten.

Cambiando de página contra lo que muchos creen la vida y la política sin complejas y frecuentemente azarosas; llegó la “hora de la verdad”.

La crítica fácil al oponente político deberá quedar en el pasado. Ahora sí, los ciudadanos esperamos menos “golpes” y más “iniciativas”, las propuestas deberán ser la parte fundamental del discurso de quienes aspiren a gobernar.

Pero no generalidades; de esas hemos tenido muchas; faltan propuestas concretas sobre la forma en que se puedan resolver los grandes problemas que nos afecta a todos los ciudadanos. Y de ahí el debate serio, profundo y reflexivo, de los proyectos de cada candidato. Sin debate no hay democracia, han repetido hasta el cansancio los intelectuales que aún creen en esa forma de gobierno para el país. Llegó la hora de tenerlo. Sin ello, los votantes no tendremos los elementos para contrastar cada proyecto y poder escoger el que más nos convenza para emitir nuestro sufragio.

Los tiempos tienen la mejor tonada, pero aún no encuentran la letra para acompañarla, podría parecer exagerado hablar en México de darwinismo social, cuya teoría explica que el más apto es quien sobrevive. No lo es si consideramos que en Occidente, en 2018, la meta no es sólo sobrevivir, sino vivir con dignidad, calidad, esperanza futuro. Quienes viven endeudados desde el útero sobreviven con dificultad y mueren más empobrecidos. Los responsables de esta tragedia han sido y son los políticos. Para evitar que el futuro nos siga alcanzando, quienes gobiernan deberían ceñirse a un código ético mínimo y lógico.

Sería ético que existiese una suerte de Código de ética para nuestros políticos o para quienes se desencanten por tan fructífero negocio.

Ruego al lector expresar algunas ideas. Todas debatibles. Seguro debe haber muchas más. 1) Los políticos que deseen continuar no podrán haber pertenecido a más de dos partidos. Cambiar de ideología, cualquier adulto lo sabe, no es sencillo. 2) Mientras ejerzan su oficio, no podrán ocupar más de dos Secretarías. Imposible fungir como secretario de Turismo, de Hacienda y de Salud. Cada una requiere habilidades y conocimientos distintos. 3) Al igual que en la mayoría de las profesiones, deberán presentar exámenes de competencia cada tres años con el fin de validar la vigencia de sus conocimientos. 4) Deberán escribir un listado, cada dos años de las acciones positivas y de sus logros. 5) Deberán escribir un listado, cada dos años de los fracasos y omisiones. 6) Tendrá la obligación de opinar sobre: a) Situaciones políticas “limítrofes”, b) Situaciones político-humanas “limítrofes”, desnutrición, trabajo infantil, muertes por inanición, personas que laboren en la calle para sobrevivir y que carecen de todo tipo de protección social. 7) Cada dos o tres años deberán opinar sobre el inciso previo y contrastar los resultados. 8) Al iniciar el sexenio, los nuevos o reciclados políticos deberán opinar por escrito sobre la labor desempeñada por sus predecesores. La opinión pública decidirá si debe publicarse o no dicho análisis. 9) Compartir, además de sus bienes económicos, su producción científica, universitaria académica, cultural o periodística. 10) Enlistar metas y propósitos laborales al inicio del sexenio. 11) Enlistar logros y alcances al final del sexenio. 12) Hablar y escribir tres idiomas. 13) Etcétera.

Etcétera es una palabra interesante. Quizás algún lector o político pueda añadir o eliminar incisos. El papel no permite alargarse.

Si permite lo que ha sucedido en los últimos sexenios. Son muchos cánceres los que agobian a México. Imposible decir cuál es el peor. Obligado por el espacio apto por la pobreza. La pobreza no es responsabilidad de quienes nacen sin esperanza. Es fruto de la inoperancia y de los hurtos de nuestros políticos. Si hubiese un código de ética pública para políticos mexicanos quizás podríamos detener el avance de todos los cánceres que nos amenazan. Repasar, valorar, reflexionar, medir, son espacios propios de las elecciones.

Todos los sexenios finalizan mal. No hay uno donde el balance sea positivo. Los políticos reprueban, el país reprueba. Economía, seguridad, educación y salud decrecen, Contrastar las cifras oficiales con la realidad es buen ejercicio. Los números no mienten.

Cambiando de página contra lo que muchos creen la vida y la política sin complejas y frecuentemente azarosas; llegó la “hora de la verdad”.

La crítica fácil al oponente político deberá quedar en el pasado. Ahora sí, los ciudadanos esperamos menos “golpes” y más “iniciativas”, las propuestas deberán ser la parte fundamental del discurso de quienes aspiren a gobernar.

Pero no generalidades; de esas hemos tenido muchas; faltan propuestas concretas sobre la forma en que se puedan resolver los grandes problemas que nos afecta a todos los ciudadanos. Y de ahí el debate serio, profundo y reflexivo, de los proyectos de cada candidato. Sin debate no hay democracia, han repetido hasta el cansancio los intelectuales que aún creen en esa forma de gobierno para el país. Llegó la hora de tenerlo. Sin ello, los votantes no tendremos los elementos para contrastar cada proyecto y poder escoger el que más nos convenza para emitir nuestro sufragio.