/ viernes 21 de mayo de 2021

Eutopías, utopías y distopías

El contexto en el que Tomás Moro y el resto de los humanistas soñaron con nuevas sociedades. Distintas, mejores y felices, donde la vida se rigiera desde coordenadas distintas al desquite, la venganza y el dinero; fue el caldo de cultivo perfecto en el que estos pensadores inconformes ofrecieron sus propuestas de sociedades más humanas.

Si bien, muchas inalcanzables por lo que ellos sostienen, lo que se les reconoce son sus agallas para plantarse decididos frente al statu quo y arriesgarse a soñar con un mundo más humano. La situación que atraviesa nuestro país en estos momentos, es la ocasión perfecta que nos llama a soñar, a imaginar y nos empuja para actuar, de tal manera que juntos hagamos realidad el proyecto de nación por el que han dado su vida tantos héroes que nos han dado tierra y libertad, héroes de los que nos sentimos agradecidos y con quienes estamos en deuda.

La imagen nacional no es la mejor, se ha estirado tanto el concepto de democracia que, poco a poco y con estilos aparentemente inocentes, se está evaporando la democracia de la que nos sentíamos orgullosos porque, en varios momentos de nuestra historia ésta nos ha permitido entrar en verdaderas etapas de madurez nacional.

Poco a poco parece que los ciudadanos se van silenciando, en muchos lados impera el abstencionismo, el conformismo y el desgano en todo lo que tiene que ver con responsabilidad ciudadana. Hoy no podemos huir, no se nos permite escapar. Estamos en el tiempo perfecto de lograr que nuestras voces resuenen, en sus diferencias, para hacer juntos la sinfonía de una tierra que quiere ser mejor, más humana y generosa.

Frente a la distopía en la que estamos viviendo emerge, precisamente de ahí, el deseo de una utopía, en la que cada ciudadano cuente, en la que la vida de todos valga, se respete y se promueva. En la que la familia sea precisamente eso. En la que el trabajo realice y ensanche los horizontes de la felicidad y el verdadero esplendor personal. En la que la educación eduque y no entrene. En la que los poderes legítimamente constituidos se respeten. La utopía del México fecundado con la sangre de tantos mártires, verdaderos héroes nacionales.

Esta utopía la podemos construir todos. Juntos, unos con otros, dejando que corra por nuestras venas la pasión, la valentía, el arrojo de un pueblo lleno de valores. Que comencemos a disfrutar nuestra vida nacional para que dejemos de sufrirla. ¡Grande el desafío, pero emocionante y esperanzador!

El contexto en el que Tomás Moro y el resto de los humanistas soñaron con nuevas sociedades. Distintas, mejores y felices, donde la vida se rigiera desde coordenadas distintas al desquite, la venganza y el dinero; fue el caldo de cultivo perfecto en el que estos pensadores inconformes ofrecieron sus propuestas de sociedades más humanas.

Si bien, muchas inalcanzables por lo que ellos sostienen, lo que se les reconoce son sus agallas para plantarse decididos frente al statu quo y arriesgarse a soñar con un mundo más humano. La situación que atraviesa nuestro país en estos momentos, es la ocasión perfecta que nos llama a soñar, a imaginar y nos empuja para actuar, de tal manera que juntos hagamos realidad el proyecto de nación por el que han dado su vida tantos héroes que nos han dado tierra y libertad, héroes de los que nos sentimos agradecidos y con quienes estamos en deuda.

La imagen nacional no es la mejor, se ha estirado tanto el concepto de democracia que, poco a poco y con estilos aparentemente inocentes, se está evaporando la democracia de la que nos sentíamos orgullosos porque, en varios momentos de nuestra historia ésta nos ha permitido entrar en verdaderas etapas de madurez nacional.

Poco a poco parece que los ciudadanos se van silenciando, en muchos lados impera el abstencionismo, el conformismo y el desgano en todo lo que tiene que ver con responsabilidad ciudadana. Hoy no podemos huir, no se nos permite escapar. Estamos en el tiempo perfecto de lograr que nuestras voces resuenen, en sus diferencias, para hacer juntos la sinfonía de una tierra que quiere ser mejor, más humana y generosa.

Frente a la distopía en la que estamos viviendo emerge, precisamente de ahí, el deseo de una utopía, en la que cada ciudadano cuente, en la que la vida de todos valga, se respete y se promueva. En la que la familia sea precisamente eso. En la que el trabajo realice y ensanche los horizontes de la felicidad y el verdadero esplendor personal. En la que la educación eduque y no entrene. En la que los poderes legítimamente constituidos se respeten. La utopía del México fecundado con la sangre de tantos mártires, verdaderos héroes nacionales.

Esta utopía la podemos construir todos. Juntos, unos con otros, dejando que corra por nuestras venas la pasión, la valentía, el arrojo de un pueblo lleno de valores. Que comencemos a disfrutar nuestra vida nacional para que dejemos de sufrirla. ¡Grande el desafío, pero emocionante y esperanzador!