/ martes 13 de noviembre de 2018

Experiencias de migrantes mexicanos y centroamericanos.

Quienes decidieron ir en busca del sueño americano, partiendo de diferentes rumbos de nuestro país, han relatado que esa aventura no siempre termina logrando la residencia efectiva en los Estados Unidos, junto con la visa que les permita laborar sin problemas; se estima que viven aproximadamente 30 millones de mexicanos que se fueron “para el otro lado” del Río Bravo y que por el mes de diciembre acostumbran venir a visitar a la familia, con la idea de pasar las fiestas de Navidad y Año Nuevo.

En enero, cuando la famosa “cuesta” con que se inician todos lo años, los mexicanos generalmente agotaron sus reservas económicas y están esperanzados en el Nacional Monte de Piedad, en las casas de préstamos y en los agiotistas, y peor sería la situación, si no fuera por los 33 mil millones de dólares que en el último año enviaron a México nuestros paisanos avecindados en el país de Donald Trump.

Hay quienes envían dólares a sus familiares, trabajando hasta tres turnos para poder enviar los ahorros que les quedan, después de vivir con la mayor austeridad posible, y la idea es que algún día regresarán a reunirse con la familia, para vivir en mejores condiciones que las que dejaron cuando se fueron a buscar otros horizontes. Lo malo resulta ser cuando los migrantes descubren que la familia derrochó los recursos enviados y que las deudas y las carencias los agobian todavía más. Porque entonces el migrante aún habiendo pasado dos décadas en la Unión Americana, se ve forzado a regresar para seguir manteniendo a su familia en México

Estudiosos de la filosofía política y el humanismo, aluden a la Biopolítica como la gestión política de la vida, con la intervención del poder público para dominar el pensamiento sobre la vida misma, según la exposición de Michel Foucault, y de ello conoce muy bien el presidente norteamericano Donald Trump quien intenta imponer un control directo sobre la vida biológica de las personas sin darle valor, sino considerando al hombre como una más de las mercancías que Estados Unidos puede comprar o rechazar, por considerarla inservible; inservible desde luego para los propósitos del gobierno norteamericano.

Imagínense amables lectores, lo que les espera a quienes intenten cruzar la frontera, provenientes de Guatemala, Honduras y El Salvador, cuyas Caravanas transitan por México, gozando de las facilidades, apoyos y protección institucional que les proporciona el gobierno de nuestro país.


Quienes decidieron ir en busca del sueño americano, partiendo de diferentes rumbos de nuestro país, han relatado que esa aventura no siempre termina logrando la residencia efectiva en los Estados Unidos, junto con la visa que les permita laborar sin problemas; se estima que viven aproximadamente 30 millones de mexicanos que se fueron “para el otro lado” del Río Bravo y que por el mes de diciembre acostumbran venir a visitar a la familia, con la idea de pasar las fiestas de Navidad y Año Nuevo.

En enero, cuando la famosa “cuesta” con que se inician todos lo años, los mexicanos generalmente agotaron sus reservas económicas y están esperanzados en el Nacional Monte de Piedad, en las casas de préstamos y en los agiotistas, y peor sería la situación, si no fuera por los 33 mil millones de dólares que en el último año enviaron a México nuestros paisanos avecindados en el país de Donald Trump.

Hay quienes envían dólares a sus familiares, trabajando hasta tres turnos para poder enviar los ahorros que les quedan, después de vivir con la mayor austeridad posible, y la idea es que algún día regresarán a reunirse con la familia, para vivir en mejores condiciones que las que dejaron cuando se fueron a buscar otros horizontes. Lo malo resulta ser cuando los migrantes descubren que la familia derrochó los recursos enviados y que las deudas y las carencias los agobian todavía más. Porque entonces el migrante aún habiendo pasado dos décadas en la Unión Americana, se ve forzado a regresar para seguir manteniendo a su familia en México

Estudiosos de la filosofía política y el humanismo, aluden a la Biopolítica como la gestión política de la vida, con la intervención del poder público para dominar el pensamiento sobre la vida misma, según la exposición de Michel Foucault, y de ello conoce muy bien el presidente norteamericano Donald Trump quien intenta imponer un control directo sobre la vida biológica de las personas sin darle valor, sino considerando al hombre como una más de las mercancías que Estados Unidos puede comprar o rechazar, por considerarla inservible; inservible desde luego para los propósitos del gobierno norteamericano.

Imagínense amables lectores, lo que les espera a quienes intenten cruzar la frontera, provenientes de Guatemala, Honduras y El Salvador, cuyas Caravanas transitan por México, gozando de las facilidades, apoyos y protección institucional que les proporciona el gobierno de nuestro país.