La filosofía política y social encarnada en la secretaría General de Gobierno, el ejercicio de la política-política, el jefe político del gabinete...
“El dos del palacio” que ha de cuidar la figura del gobernador, el político experimentado en las faenas rudas y duras de la vida pública, está reducido en Veracruz con Éric Cisneros Burgos, a la magnificencia de los boy scout. Incluso, al mismo castigo que Porfirio Díaz Mori impuso a “Los 41” homosexuales disfrazados de mujeres luego de su famoso baile, como fue barrer las calles y avenidas de la Ciudad de México. El fin de semana, por ejemplo, una vez más, como desde hace varios fines, el vicegobernador alcanzó la plenitud chapeando lotes baldíos en el Distribuidor Vial de las centrales de abasto de Xalapa.
El ciudadano de a pie, el que vive con sencillez y modestia, aquel que vota en las urnas, se pregunta la razón de ser de la alta política ejercida por Cisneros Burgos para enorgullecerse como boy scout de retirar maleza y basura de la vía pública, además “de realizar trabajos de pintura en banquetas y camellones y pasos peatonales”. Y más, caray, cuando a su lado incorpora como hazaña indescriptible a funcionarios y quizá burócratas. Casi casi, aplicando la mística de los conscriptos quienes cada sábado solían moruna en mano chapear camellones y jardines públicos.
El primero en chapear lotes baldíos de propiedad oficial fue el góber machetero. Luego, el vicegobernador “tiró su espada en prenda” y siguió, como hasta ahora, festinando su hazaña cívica en las redes sociales. Incluso, la primera vez lo hicieron con tanto orgullo que hasta llevaron a su Cartel de Reporteros para registrar el hecho de cara a la historia. Se ignora si Cuitláhuac o Cisneros tuvieron la ocurrencia de la que tanto alardean. Pero ni hablar, así lo privilegian y quizá los candidatos a presidentes municipales, síndicos y regidores y diputados locales y federales de Morena bien podrían ser elegidos en base al número de lotes, camellones y jardines que macheteen de aquí al momento electoral. Ojalá que el machete usado tenga la virtud de los cascos del caballo de Atila que por donde trotaba nunca volvían a crecer la mala hierba y los arbustos.
Quizá, igual que cuando Antonio López de Santa Anna se aburría de gobernar y andaba en el fastidio, inventaba cositas. Una de ellas, nombrar un interino, elegir a una mulata sabrosa y caminar de pueblo en pueblo apostando a los gallos y organizando bailongos ex profeso. El otro antecedente fue Agustín Acosta Lagunes, quien cuando descubría a un agente de Tránsito comiendo tortas en el crucero, detenía la caravana automovilística, se bajaba y le asestaba tremenda regañiza. Ahora, la mística está en saber manejar el machete sin que salgan ampollas y “desde el amanecer”, como escribiera Cisneros en sus redes sociales, dar la faena, de igual manera como los indígenas y campesinos labran el surco desde antes de la salida del sol. Es la nueva tónica sexenal. La mismita inaugurada cuando el primer acto de gobierno fue cortar el listón de un Centro de Salud en Otatitlán y una exposición de caricaturas. Y cortar el listón de un tramo diminuto de una calle pavimentada en Villa Aldama.