/ sábado 24 de julio de 2021

Grandeza y belleza de la vida

El proyecto de Jesús, el mensaje del Reino, es un estilo de vida que no se puede llevar a cabo en solitario. Mucho menos descartando o matando inocentes, en la dialéctica de la masacre. Nadie puede ser feliz al margen, ninguno puede decir que cree en Dios de manera intimista.

La fe tiene una sólida dimensión comunitaria de tal forma que, o se vive el evangelio en comunidad, o definitivamente no se vive. La relación de Dios mismo en la vida divina es una relación comunitaria, ese es el misterio de un Dios que no es en solitario, sino que es comunidad. Las elecciones que realizó Jesús, su predicación y sus actos son estrictamente comunitarios ¡La fe tiende al encuentro!, a la vida, al cuidado.

Como en todo lo que tiene que ver con lo humano, hay fantasmas que rondan la vida comunitaria, estos son: el rigorismo inhumano que trata de proyectar que en la vida comunitaria todo es miel sobre hojuelas. Lo cual es por demás inhumano e irreal. Es propio del hombre ser espontáneo, y eso implica que haya acciones que no sean del agrado de todos. Un riesgo que mutila la vida comunitaria es el deseo de que no haya problemas. Eso simplemente no puede ser. Los seres humanos entramos en relación, y estas relaciones se ven marcadas por luces y sombras.

Estos son los tiempos en los que urgen los humanos demasiado humanos, sanos y vulnerables, cálidos que salgan al encuentro los unos de los otros, que se decidan ser auténticos. Eso es ya el principio de la vida comunitaria. Nadie puede caminar junto a un desconocido o al lado de un fantasma; nadie puede convivir con un ser tan perfecto que no tiene errores, no dan ganas de acercarse a ese tipo de humanoides. La vida comunitaria sólo puede ser con humanos falibles, que aman y se encuentran.

La vida comunitaria es un proyecto que no se realiza con las solas fuerzas humanas. La vida en comunidad es un proyecto que viene de Dios; Él mismo contribuye para que podamos vivir en comunidad. Ser comunidad (como esposos, como familia, como estado y sociedad), es un don de Dios, los humanos somos tan complicados que tendemos a la autosuficiencia, a la muerte, al descarte. Creyendo que podemos con todo. Pero, por ser un don de Dios, ser comunidad exige el esfuerzo humano. Sólo se puede ser comunidad entrando en la dinámica de la vida y las limitaciones.

El proyecto de Jesús, el mensaje del Reino, es un estilo de vida que no se puede llevar a cabo en solitario. Mucho menos descartando o matando inocentes, en la dialéctica de la masacre. Nadie puede ser feliz al margen, ninguno puede decir que cree en Dios de manera intimista.

La fe tiene una sólida dimensión comunitaria de tal forma que, o se vive el evangelio en comunidad, o definitivamente no se vive. La relación de Dios mismo en la vida divina es una relación comunitaria, ese es el misterio de un Dios que no es en solitario, sino que es comunidad. Las elecciones que realizó Jesús, su predicación y sus actos son estrictamente comunitarios ¡La fe tiende al encuentro!, a la vida, al cuidado.

Como en todo lo que tiene que ver con lo humano, hay fantasmas que rondan la vida comunitaria, estos son: el rigorismo inhumano que trata de proyectar que en la vida comunitaria todo es miel sobre hojuelas. Lo cual es por demás inhumano e irreal. Es propio del hombre ser espontáneo, y eso implica que haya acciones que no sean del agrado de todos. Un riesgo que mutila la vida comunitaria es el deseo de que no haya problemas. Eso simplemente no puede ser. Los seres humanos entramos en relación, y estas relaciones se ven marcadas por luces y sombras.

Estos son los tiempos en los que urgen los humanos demasiado humanos, sanos y vulnerables, cálidos que salgan al encuentro los unos de los otros, que se decidan ser auténticos. Eso es ya el principio de la vida comunitaria. Nadie puede caminar junto a un desconocido o al lado de un fantasma; nadie puede convivir con un ser tan perfecto que no tiene errores, no dan ganas de acercarse a ese tipo de humanoides. La vida comunitaria sólo puede ser con humanos falibles, que aman y se encuentran.

La vida comunitaria es un proyecto que no se realiza con las solas fuerzas humanas. La vida en comunidad es un proyecto que viene de Dios; Él mismo contribuye para que podamos vivir en comunidad. Ser comunidad (como esposos, como familia, como estado y sociedad), es un don de Dios, los humanos somos tan complicados que tendemos a la autosuficiencia, a la muerte, al descarte. Creyendo que podemos con todo. Pero, por ser un don de Dios, ser comunidad exige el esfuerzo humano. Sólo se puede ser comunidad entrando en la dinámica de la vida y las limitaciones.