/ martes 5 de junio de 2018

¿Habrá espacio para la reflexión?

Considero que somos el país donde pareciera que las cosas simplemente suceden por "generación espontánea", donde simplemente ocurren acontecimientos en la vida pública de la nación como si nada pasara. Es decir, donde todo sucede, pero termina sin ocurrir nada extraordinario en el entorno social, lo que al cabo del tiempo va "minando" la credibilidad y la confianza social, al grado de llegar a los niveles en que ahora nos encontramos. De ahí la percepción social de que "todo pasa y no pasa nada".

La OCDE declaró por conducto José Ángel Gurría que "crece la desconfianza de los latinoamericanos hacia la institución del Estado y hacia sus políticos, que la mayoría considera corruptos". “En este momento hay una brecha de confianza entre los estados y la sociedad latinoamericana". "El actual paisaje político se ha llenado de una decepción generalizada que ya no se refiere a algo concreto". Estamos instalados en la era de la incertidumbre. Todo es muy raro. Cada vez resulta más complejo identificar lo que el país realmente quiere. Algo queda claro: no sabemos qué quieren estos nuevos ciudadanos, pero sí conocemos sus múltiples rechazos. No a los partidos políticos y a los políticos tradicionales, viva la novedad por sí misma. Sin duda, pienso que coincidimos usted y yo en este tema: Este proceso electoral tiene mucho de inédito, no sólo por el número de puestos de elección popular sino por el enfrentamiento de visiones del desarrollo. En los tiempos que corren, es difícil convencer quiénes después de 1982 que México no era el paraíso que vende quién afirma que el pasado es el mejor de los futuros.

Por otra parte, los que hubieran nacido 15 años antes, que hoy tendrían 50, la Docena Trágica la vivieron siendo niños, por lo que, difícilmente, tendrían conciencia clara de la tragedia que se vivía. Hoy, esos electores menores de 50 años representan casi 62 millones, 69% de la Lista Nacional. ¿Estaremos entonces, dada la aceptación que parece tener la venta del pasado como el mejor de los futuros, ante la amnesia como el factor que se explicaría es aceptación? Si bien la amnesia no carece de importancia como factor, soy de la idea que ésta no explica a cabalidad lo que estamos viviendo con relación a la venta (y compra acrítica) del pasado como el mejor de los futuros. Me parece que hay algo más; algo consciente y deliberado por parte de los gobernantes.

¿Se ha preguntado usted porque, a 31 años de la obligada apertura, tantos la rechazan en los tiempos actuales? Más aún cuando en el mundo, la apertura y la globalidad son la regla. Amnesia e ignorancia, la tormenta perfecta que hoy agota México, lo que deliberadamente desde mi punto de vista, ha contribuido a qué millones de ciudadanos compren hoy esa baratija perversa de que el pasado es lo mejor de los futuros.

Sigamos la ruta de su razonamiento: las ideologías languidecen, una identidad menos "rotunda inyecta volatilidad en las opiniones, la ‘pos verdad’ se pasea oronda en México, los partidos se debilitan, los liderazgos personalizados desplazan a las viejas estructuras, las teorías conspirativas florecen en pleno siglo XXI, la Mafia del Poder, por ejemplo. En plena era del Internet, las conspiraciones funcionan muy bien. La desinformación es el seco pastizal que facilita los incendios nacionales. Lo improbable se vuelve probable, lo irracional es conducta ciudadana cotidiana. La sintomatología es compartida, de ahí el desconcierto. Pero estamos en la era del desconcierto y en ella gobierna no lo que proponemos, sino lo que aborrecemos. Montados en las elecciones emocionales qué son dominadas por el instante, los sentimientos se sobreponen a los cálculos o razonamientos. ¿Es la política sentimental nuestro sino?

Considero que somos el país donde pareciera que las cosas simplemente suceden por "generación espontánea", donde simplemente ocurren acontecimientos en la vida pública de la nación como si nada pasara. Es decir, donde todo sucede, pero termina sin ocurrir nada extraordinario en el entorno social, lo que al cabo del tiempo va "minando" la credibilidad y la confianza social, al grado de llegar a los niveles en que ahora nos encontramos. De ahí la percepción social de que "todo pasa y no pasa nada".

La OCDE declaró por conducto José Ángel Gurría que "crece la desconfianza de los latinoamericanos hacia la institución del Estado y hacia sus políticos, que la mayoría considera corruptos". “En este momento hay una brecha de confianza entre los estados y la sociedad latinoamericana". "El actual paisaje político se ha llenado de una decepción generalizada que ya no se refiere a algo concreto". Estamos instalados en la era de la incertidumbre. Todo es muy raro. Cada vez resulta más complejo identificar lo que el país realmente quiere. Algo queda claro: no sabemos qué quieren estos nuevos ciudadanos, pero sí conocemos sus múltiples rechazos. No a los partidos políticos y a los políticos tradicionales, viva la novedad por sí misma. Sin duda, pienso que coincidimos usted y yo en este tema: Este proceso electoral tiene mucho de inédito, no sólo por el número de puestos de elección popular sino por el enfrentamiento de visiones del desarrollo. En los tiempos que corren, es difícil convencer quiénes después de 1982 que México no era el paraíso que vende quién afirma que el pasado es el mejor de los futuros.

Por otra parte, los que hubieran nacido 15 años antes, que hoy tendrían 50, la Docena Trágica la vivieron siendo niños, por lo que, difícilmente, tendrían conciencia clara de la tragedia que se vivía. Hoy, esos electores menores de 50 años representan casi 62 millones, 69% de la Lista Nacional. ¿Estaremos entonces, dada la aceptación que parece tener la venta del pasado como el mejor de los futuros, ante la amnesia como el factor que se explicaría es aceptación? Si bien la amnesia no carece de importancia como factor, soy de la idea que ésta no explica a cabalidad lo que estamos viviendo con relación a la venta (y compra acrítica) del pasado como el mejor de los futuros. Me parece que hay algo más; algo consciente y deliberado por parte de los gobernantes.

¿Se ha preguntado usted porque, a 31 años de la obligada apertura, tantos la rechazan en los tiempos actuales? Más aún cuando en el mundo, la apertura y la globalidad son la regla. Amnesia e ignorancia, la tormenta perfecta que hoy agota México, lo que deliberadamente desde mi punto de vista, ha contribuido a qué millones de ciudadanos compren hoy esa baratija perversa de que el pasado es lo mejor de los futuros.

Sigamos la ruta de su razonamiento: las ideologías languidecen, una identidad menos "rotunda inyecta volatilidad en las opiniones, la ‘pos verdad’ se pasea oronda en México, los partidos se debilitan, los liderazgos personalizados desplazan a las viejas estructuras, las teorías conspirativas florecen en pleno siglo XXI, la Mafia del Poder, por ejemplo. En plena era del Internet, las conspiraciones funcionan muy bien. La desinformación es el seco pastizal que facilita los incendios nacionales. Lo improbable se vuelve probable, lo irracional es conducta ciudadana cotidiana. La sintomatología es compartida, de ahí el desconcierto. Pero estamos en la era del desconcierto y en ella gobierna no lo que proponemos, sino lo que aborrecemos. Montados en las elecciones emocionales qué son dominadas por el instante, los sentimientos se sobreponen a los cálculos o razonamientos. ¿Es la política sentimental nuestro sino?