/ sábado 17 de septiembre de 2022

Hacia un nacionalismo independentista de México

Comentar de la relación que cada uno de nosotros hemos mantenido con la identidad de ser mexicanos en ocasiones nos resulta difícil, ya que estamos impregnados de malinchismo y extranjerismos, pero además hemos adoptado y crecido con muchas influencias externas.

La mexicanidad no es ningún tipo de mito, por el contrario, resulta ser el apego y el cariño a nuestras raíces y que bien incluyen, en la mayor parte de nosotros, rasgos extranjeros, orígenes europeos, asiáticos, africanos, indígenas y varios más. Como tal no existe una raza pura, tal y como lo proclamaba Adolfo Hitler, quien usó y abusó en extremos psicóticos y paranoides de la exclusión y el odio hacia gitanos, polacos, judíos y negros, por mencionar algunas de sus estúpidas fobias, ya que era un hombre lleno de odios, un ser perseguido por la intolerancia y la autodestrucción de Alemania.

México es demasiado importante en el contexto internacionalista de la compatibilidad y el equilibrio del poder entre las naciones, si bien ahora los asuntos globales son más compartidos que el siglo pasado, resulta que en él ahora se debe generar un marco conceptual de lo que es ser ciudadano o ciudadana mexicanos, y hay mucha cultura patria que nos define, no me daría el espacio para hablar de ella, pero enumeremos algunos productos que nos dan identidad: el tequila, la mejor cerveza es mexicana, la vainilla y sus aplicaciones, la herbolaria nacional, el mágico peyote, el pulque y las enchiladas, los dulces tradicionales, nuestras frutas deliciosas, y en sí la gastronomía en lo general. Que si nos dicen frijoleros con un tono despectivo, ello no nos importa, al fin de cuentas el orgullo nacional es la envidia de los esbirros de un ego vano y prepotente.

El señor presidente AMLO ha hecho énfasis en coaligar nuestro pasado con nuestro presente, y estoy muy de acuerdo en que así sea. Los únicos perjudicados de sentirse ampliamente pseudo extranjeros son aquellos que cargan un pesimismo mórbido en su identidad personal. Claro que tampoco negaré el valor positivo, educativo y cultural de otros pueblos, somos ciudadanos del mundo y nos retroalimentamos en la proporcionalidad de nuestros gustos y hasta conveniencias, lo que no debe ser permitido es vender los intereses nacionales de formas indiscriminadas y sacrificando el progreso nacional.

La independencia no sólo es un grito y los actos pletóricos de marcialidad y pueblo, ya que todos somos pueblo, unos con ropas de marca, otros con ropas sencillas pero dignas de llevar. Nacionalismo es identidad, es unidad y esfuerzo, es tener la representación de no ser un pueblo bárbaro, como algunos nos han querido pintar; es llevar la dignidad y entereza de ser mexicanos.

Se criticó al presidente AMLO por los personajes invitados en las fiestas patrias, tal como Pepe Mujica o Evo Morales, pero ya se les olvidó el caso Alberto Fujimori, el cual atropelló a su propio pueblo sistemáticamente hablando, un ejemplo fue la esterilización química de miles y miles de mujeres indígenas allá en Perú. También se fueron encima del canciller Marcelo Ebrard, por la misma situación claro está, y sin embargo la crítica responde más a intereses políticos que a todo sentimiento de patriotas, sino que algunos críticos se ven convertidos en meros patrioteros o discurseros del antinacionalismo mexicano, pero sí a favor de querer seguir lucrando bajo la apariencia del falso patriota.

Comentar de la relación que cada uno de nosotros hemos mantenido con la identidad de ser mexicanos en ocasiones nos resulta difícil, ya que estamos impregnados de malinchismo y extranjerismos, pero además hemos adoptado y crecido con muchas influencias externas.

La mexicanidad no es ningún tipo de mito, por el contrario, resulta ser el apego y el cariño a nuestras raíces y que bien incluyen, en la mayor parte de nosotros, rasgos extranjeros, orígenes europeos, asiáticos, africanos, indígenas y varios más. Como tal no existe una raza pura, tal y como lo proclamaba Adolfo Hitler, quien usó y abusó en extremos psicóticos y paranoides de la exclusión y el odio hacia gitanos, polacos, judíos y negros, por mencionar algunas de sus estúpidas fobias, ya que era un hombre lleno de odios, un ser perseguido por la intolerancia y la autodestrucción de Alemania.

México es demasiado importante en el contexto internacionalista de la compatibilidad y el equilibrio del poder entre las naciones, si bien ahora los asuntos globales son más compartidos que el siglo pasado, resulta que en él ahora se debe generar un marco conceptual de lo que es ser ciudadano o ciudadana mexicanos, y hay mucha cultura patria que nos define, no me daría el espacio para hablar de ella, pero enumeremos algunos productos que nos dan identidad: el tequila, la mejor cerveza es mexicana, la vainilla y sus aplicaciones, la herbolaria nacional, el mágico peyote, el pulque y las enchiladas, los dulces tradicionales, nuestras frutas deliciosas, y en sí la gastronomía en lo general. Que si nos dicen frijoleros con un tono despectivo, ello no nos importa, al fin de cuentas el orgullo nacional es la envidia de los esbirros de un ego vano y prepotente.

El señor presidente AMLO ha hecho énfasis en coaligar nuestro pasado con nuestro presente, y estoy muy de acuerdo en que así sea. Los únicos perjudicados de sentirse ampliamente pseudo extranjeros son aquellos que cargan un pesimismo mórbido en su identidad personal. Claro que tampoco negaré el valor positivo, educativo y cultural de otros pueblos, somos ciudadanos del mundo y nos retroalimentamos en la proporcionalidad de nuestros gustos y hasta conveniencias, lo que no debe ser permitido es vender los intereses nacionales de formas indiscriminadas y sacrificando el progreso nacional.

La independencia no sólo es un grito y los actos pletóricos de marcialidad y pueblo, ya que todos somos pueblo, unos con ropas de marca, otros con ropas sencillas pero dignas de llevar. Nacionalismo es identidad, es unidad y esfuerzo, es tener la representación de no ser un pueblo bárbaro, como algunos nos han querido pintar; es llevar la dignidad y entereza de ser mexicanos.

Se criticó al presidente AMLO por los personajes invitados en las fiestas patrias, tal como Pepe Mujica o Evo Morales, pero ya se les olvidó el caso Alberto Fujimori, el cual atropelló a su propio pueblo sistemáticamente hablando, un ejemplo fue la esterilización química de miles y miles de mujeres indígenas allá en Perú. También se fueron encima del canciller Marcelo Ebrard, por la misma situación claro está, y sin embargo la crítica responde más a intereses políticos que a todo sentimiento de patriotas, sino que algunos críticos se ven convertidos en meros patrioteros o discurseros del antinacionalismo mexicano, pero sí a favor de querer seguir lucrando bajo la apariencia del falso patriota.