/ miércoles 29 de julio de 2020

Hay que empezar a construir

Hoy la ciencia ha desplazado a la religión. Lo vemos ahora: ante el peligro de contagio y muerte, los científicos, no los sacerdotes, están en el centro de las decisiones y del foco público.

Ningún lugar ocupan ni el Papa ni los cardenales ni los arzobispos ni los obispos ni los pastores ni el Dalai Lama o algún Imán; ni siquiera un iluminado, un gurú que dijera las grandes verdades ante la posibilidad de la muerte, que es a lo que ahora nos enfrentamos: a la muerte.

La ciencia está en el centro.

Las batas blancas desplazaron ¿definitivamente? a las sotanas. La fe en la ciencia desplazó a la fe en la religión. La ciencia proveerá. La ciencia nos salvará de las garras de la muerte. La ciencia encontrará vacunas, medicinas, tratamientos. He leído, escuchado: la vacuna estará lista en octubre o noviembre, o en junio del año entrante habrá vacunas ¿para todos? En varios países del mundo están cerca de alcanzar la ansiada vacuna. En México estamos discutiendo si sería bueno construir un laboratorio Covid, el año entrante. La vacuna parece al alcance de la mano. La ciencia dará pronto con las vacunas salvadoras. Pero ¿y si no ocurriera?

Una de las características de este virus es su novedad, no lo conocemos, lo estamos apenas estudiando, es imprevisible. No sabemos si se fortalece con nuestras defensas. Un virus que lo único que quiere como nosotros, es vivir. Por más sistemas de protección que vayamos a crear el virus seguirá propagándose porque es imposible vivir en una burbuja.

En caso de que el virus saltara la primera barrera de contención que es la ciencia, volverían por sus fueros el pensamiento religioso y mágico. Las sociedades ya no se organizarían para reactivar la economía sino para planear la sobrevivencia.

Somos hijos de la Ilustración. De la idea de que el progreso nos librará de enfermedades y prolongará nuestras vidas. Sabemos que la ciencia puede acabar con bombas nucleares o con el calentamiento global de origen industrial con nuestra especie. ¿Y si el virus hubiera salido de un laboratorio (como accidente, no con fines conspiratorios)?

El sueño de la razón produce monstruos. No sabíamos que el mundo entero podía detener casi del todo su marcha. Este mundo increíblemente paralizado llama a la rebelión. Si podemos detener el mundo podríamos entonces girarlo en cualquier dirección. En una dirección que tomara en cuenta el riesgo ecológico, por ejemplo. O un sistema económico alternativo. Si el mundo puede detenerse, puede también reorganizarse mejor.

La vida es una larga enfermedad que desemboca en la muerte. El Covid viene a sacudirnos y nos obliga a enfrentar a nuestra mortalidad. Hoy estamos más preparados que nunca para enfrentar y vencer al virus. Se despertó ya la codicia. Hay laboratorios que ya compiten por ser los primeros en hallar la vacuna. Curar la enfermedad será también un negocio y una obligación de los estados. Habrá vacunas y tratamientos de diversa calidad.

Cambiando de tema, como lo he venido repitiendo en múltiples espacios, el combate a la corrupción es una bandera que todos apoyan. Es un lastre sobre todo cuando se trata de obras públicas, especialmente porque “los moches” que se piden aumentan con la adjudicación directa, se inflan costos y se utilizan las escalatorias para aumentar un 20% al menos, el contrato. Lo saben contadores, abogados, ingenieros, arquitectos, directivos de empresas constructoras, maestros de obra y supervisores. Y desde luego, los servidores públicos.

Algo semejante sucede con las compras gubernamentales. Este gobierno dijo que acabaría con la corrupción, lo que implicaría bajar costos para ahorrar cerca de 500 mil millones de pesos. Sin embargo, no lo han cumplido, los costos de los proyectos aumentan costos, bajan metas y no se registran beneficios. Hay muchas formas de corrupción y muchos participan en ellas.

Desde luego, no cumplir con metas para educación, atención a la salud, atención a víctimas y desaparecidos, mejora de la seguridad pública, son otras formas de corrupción.

La gestión para conseguir fondos públicos para obras municipales de coyotes y servidores públicos sigue vigente.

Hoy la ciencia ha desplazado a la religión. Lo vemos ahora: ante el peligro de contagio y muerte, los científicos, no los sacerdotes, están en el centro de las decisiones y del foco público.

Ningún lugar ocupan ni el Papa ni los cardenales ni los arzobispos ni los obispos ni los pastores ni el Dalai Lama o algún Imán; ni siquiera un iluminado, un gurú que dijera las grandes verdades ante la posibilidad de la muerte, que es a lo que ahora nos enfrentamos: a la muerte.

La ciencia está en el centro.

Las batas blancas desplazaron ¿definitivamente? a las sotanas. La fe en la ciencia desplazó a la fe en la religión. La ciencia proveerá. La ciencia nos salvará de las garras de la muerte. La ciencia encontrará vacunas, medicinas, tratamientos. He leído, escuchado: la vacuna estará lista en octubre o noviembre, o en junio del año entrante habrá vacunas ¿para todos? En varios países del mundo están cerca de alcanzar la ansiada vacuna. En México estamos discutiendo si sería bueno construir un laboratorio Covid, el año entrante. La vacuna parece al alcance de la mano. La ciencia dará pronto con las vacunas salvadoras. Pero ¿y si no ocurriera?

Una de las características de este virus es su novedad, no lo conocemos, lo estamos apenas estudiando, es imprevisible. No sabemos si se fortalece con nuestras defensas. Un virus que lo único que quiere como nosotros, es vivir. Por más sistemas de protección que vayamos a crear el virus seguirá propagándose porque es imposible vivir en una burbuja.

En caso de que el virus saltara la primera barrera de contención que es la ciencia, volverían por sus fueros el pensamiento religioso y mágico. Las sociedades ya no se organizarían para reactivar la economía sino para planear la sobrevivencia.

Somos hijos de la Ilustración. De la idea de que el progreso nos librará de enfermedades y prolongará nuestras vidas. Sabemos que la ciencia puede acabar con bombas nucleares o con el calentamiento global de origen industrial con nuestra especie. ¿Y si el virus hubiera salido de un laboratorio (como accidente, no con fines conspiratorios)?

El sueño de la razón produce monstruos. No sabíamos que el mundo entero podía detener casi del todo su marcha. Este mundo increíblemente paralizado llama a la rebelión. Si podemos detener el mundo podríamos entonces girarlo en cualquier dirección. En una dirección que tomara en cuenta el riesgo ecológico, por ejemplo. O un sistema económico alternativo. Si el mundo puede detenerse, puede también reorganizarse mejor.

La vida es una larga enfermedad que desemboca en la muerte. El Covid viene a sacudirnos y nos obliga a enfrentar a nuestra mortalidad. Hoy estamos más preparados que nunca para enfrentar y vencer al virus. Se despertó ya la codicia. Hay laboratorios que ya compiten por ser los primeros en hallar la vacuna. Curar la enfermedad será también un negocio y una obligación de los estados. Habrá vacunas y tratamientos de diversa calidad.

Cambiando de tema, como lo he venido repitiendo en múltiples espacios, el combate a la corrupción es una bandera que todos apoyan. Es un lastre sobre todo cuando se trata de obras públicas, especialmente porque “los moches” que se piden aumentan con la adjudicación directa, se inflan costos y se utilizan las escalatorias para aumentar un 20% al menos, el contrato. Lo saben contadores, abogados, ingenieros, arquitectos, directivos de empresas constructoras, maestros de obra y supervisores. Y desde luego, los servidores públicos.

Algo semejante sucede con las compras gubernamentales. Este gobierno dijo que acabaría con la corrupción, lo que implicaría bajar costos para ahorrar cerca de 500 mil millones de pesos. Sin embargo, no lo han cumplido, los costos de los proyectos aumentan costos, bajan metas y no se registran beneficios. Hay muchas formas de corrupción y muchos participan en ellas.

Desde luego, no cumplir con metas para educación, atención a la salud, atención a víctimas y desaparecidos, mejora de la seguridad pública, son otras formas de corrupción.

La gestión para conseguir fondos públicos para obras municipales de coyotes y servidores públicos sigue vigente.