/ viernes 7 de mayo de 2021

Hombre del pueblo

Hoy reafirmo lo que siempre he dicho, que en el hogar se forma a un ciudadano o a un delincuente.

Es importante darle a los hijos amor, pero también enseñarles a ser responsables. Con el trabajo aprenderán a ganarse el pan de cada día, le enseñarán honestidad y respeto.

Llegó a Xalapa, Veracruz, entre los años 1948-1950, un hombre llamado Alberto Ahued, de origen libanés, muy entusiasta, alegre, respetuoso, atento en su rostro una enorme barba, sus ojos grandes, así como enormes cejas pobladas, con manos grandes con huellas de trabajo, quien se distinguía por ser muy trabajador; decía que venía de Pachuca, Hidalgo, donde había fundado una fábrica de hilado, pero lamentablemente se había incendiado.

Su esposa Guadalupe, una mujer trabajadora, se encargaba de las labores del hogar y del cuidado de los hijos. Ellos llegaron con una mano atrás y otra adelante, pero la fuerza del trabajo y rectitud de don Alberto Ahued hicieron que las puertas se le abrieran. Puso un puesto de artículos en plena calle Juárez y Revolución, desde estropajos, mecates, cubetas de lámina galvanizada y trastos de plásticos, así como también llevaba su mercancía en el diablito e iba ofreciendo de casa en casa y en los negocios del centro. La familia estaba compuesta por don Alberto Ahued, Lupita Bardahuil, tres hijos varones y tres mujeres. Desafortunadamente partió de esta vida la madre de los niños, lo que significó un gran golpe. La hermana mayor se quedó a cargo del hogar, al padre le dio un infarto y los hijos se tuvieron que hacer cargo del hogar; fue difícil para los chicos quedar huérfanos, pero tenían que trabajar. Uno de los hijos, de nombre Ricardo Ahued, de 14 años de edad, y su hermano, al ver la necesidad económica tuvieron que dejar la escuela y dedicarse de lleno al negocio para sostener a la familia. Ricardo y su hermano salían a vender su mercancía en diablitos por las calles del centro, cuando había mercadito llegaban de diferentes comunidades a vender carbón en burritos o mulas y las marchantas vendían su comida y tortillas en canastas en las calles de Revolución, Abasolo y Constitución; le llamaban la Plazuela del Carbón, mejor conocido actualmente como “el Árbol”. Ahí don Ricardo y su hermano se sentaban en la banqueta a degustar su taco de arroz con mole o enchiladas; esos niños unidos eran felices trabajando. Según mis fuentes, el tío de don Ricardo Ahued era muy amigo del actor Mauricio Garcés, quien ofreció ayudarlos y les prestó una cantidad de dinero para invertir. Y así comenzó. Llegó un camión repleto de plásticos con el que don Alberto puso un local en el Pasaje Tanos.

Don Ricardo Ahued heredó un pequeño negocio de plásticos de su padre, quien murió a los 83 años de edad, y un solo empleado de nombre Isaías. El trabajo constante y la disciplina de don Ricardo hicieron crecer la tienda; es habitual verlo en las cajas registradoras, módulos de atención, en las bodegas y los pasillos de sus tiendas. Entre los empresarios comenzó a destacar no sólo por el crecimiento de sus tiendas, sino por ser respetuoso, trabajador, serio, honesto, pero algo más, por ser el gran ser humano que lo caracteriza. Fue invitado por Reynaldo Escobar para que lo acompañara los fines de semana. La visión de Reynaldo Escobar era lanzarlo como alcalde. Y así fue. Don Ricardo Ahued arrasó en las urnas en el año 2005. Un comerciante no sólo ganó los votos de los xalapeños, hoy en día es querido, respetado y admirado por muchos. Cuando fue presidente municipal de Xalapa estudió su preparatoria. Salía a jugar futbol en los barrios, en las colonias; don Ricardo es pueblo. Hoy es nuevamente candidato a la alcaldía de Xalapa y, sin duda, tiene muchas posibilidades de volver a ser presidente municipal.

lexfemme.12@hotmail.com

Hoy reafirmo lo que siempre he dicho, que en el hogar se forma a un ciudadano o a un delincuente.

Es importante darle a los hijos amor, pero también enseñarles a ser responsables. Con el trabajo aprenderán a ganarse el pan de cada día, le enseñarán honestidad y respeto.

Llegó a Xalapa, Veracruz, entre los años 1948-1950, un hombre llamado Alberto Ahued, de origen libanés, muy entusiasta, alegre, respetuoso, atento en su rostro una enorme barba, sus ojos grandes, así como enormes cejas pobladas, con manos grandes con huellas de trabajo, quien se distinguía por ser muy trabajador; decía que venía de Pachuca, Hidalgo, donde había fundado una fábrica de hilado, pero lamentablemente se había incendiado.

Su esposa Guadalupe, una mujer trabajadora, se encargaba de las labores del hogar y del cuidado de los hijos. Ellos llegaron con una mano atrás y otra adelante, pero la fuerza del trabajo y rectitud de don Alberto Ahued hicieron que las puertas se le abrieran. Puso un puesto de artículos en plena calle Juárez y Revolución, desde estropajos, mecates, cubetas de lámina galvanizada y trastos de plásticos, así como también llevaba su mercancía en el diablito e iba ofreciendo de casa en casa y en los negocios del centro. La familia estaba compuesta por don Alberto Ahued, Lupita Bardahuil, tres hijos varones y tres mujeres. Desafortunadamente partió de esta vida la madre de los niños, lo que significó un gran golpe. La hermana mayor se quedó a cargo del hogar, al padre le dio un infarto y los hijos se tuvieron que hacer cargo del hogar; fue difícil para los chicos quedar huérfanos, pero tenían que trabajar. Uno de los hijos, de nombre Ricardo Ahued, de 14 años de edad, y su hermano, al ver la necesidad económica tuvieron que dejar la escuela y dedicarse de lleno al negocio para sostener a la familia. Ricardo y su hermano salían a vender su mercancía en diablitos por las calles del centro, cuando había mercadito llegaban de diferentes comunidades a vender carbón en burritos o mulas y las marchantas vendían su comida y tortillas en canastas en las calles de Revolución, Abasolo y Constitución; le llamaban la Plazuela del Carbón, mejor conocido actualmente como “el Árbol”. Ahí don Ricardo y su hermano se sentaban en la banqueta a degustar su taco de arroz con mole o enchiladas; esos niños unidos eran felices trabajando. Según mis fuentes, el tío de don Ricardo Ahued era muy amigo del actor Mauricio Garcés, quien ofreció ayudarlos y les prestó una cantidad de dinero para invertir. Y así comenzó. Llegó un camión repleto de plásticos con el que don Alberto puso un local en el Pasaje Tanos.

Don Ricardo Ahued heredó un pequeño negocio de plásticos de su padre, quien murió a los 83 años de edad, y un solo empleado de nombre Isaías. El trabajo constante y la disciplina de don Ricardo hicieron crecer la tienda; es habitual verlo en las cajas registradoras, módulos de atención, en las bodegas y los pasillos de sus tiendas. Entre los empresarios comenzó a destacar no sólo por el crecimiento de sus tiendas, sino por ser respetuoso, trabajador, serio, honesto, pero algo más, por ser el gran ser humano que lo caracteriza. Fue invitado por Reynaldo Escobar para que lo acompañara los fines de semana. La visión de Reynaldo Escobar era lanzarlo como alcalde. Y así fue. Don Ricardo Ahued arrasó en las urnas en el año 2005. Un comerciante no sólo ganó los votos de los xalapeños, hoy en día es querido, respetado y admirado por muchos. Cuando fue presidente municipal de Xalapa estudió su preparatoria. Salía a jugar futbol en los barrios, en las colonias; don Ricardo es pueblo. Hoy es nuevamente candidato a la alcaldía de Xalapa y, sin duda, tiene muchas posibilidades de volver a ser presidente municipal.

lexfemme.12@hotmail.com