/ martes 13 de agosto de 2019

Imposible separarlos

Buen día apreciado lector:

Es indudable que la mejor herencia que le deja a Xalapa, a Veracruz y a México don Sergio Obeso Rivera, es haber conseguido de las más altas esferas del poder religioso en Roma, incluir oficialmente en las listas de la divinidad al primer santo xalapeño, San Rafael Guízar y Valencia, y en consecuencia, su propia, tardía pero valiosa nominación como el primer cardenal veracruzano del catolicismo mexicano.

Aún resuenan en nuestros oídos y nuestra mente los ecos de aquella celebración tumultuaria del 29 de enero de 1995, hará ya 24 años.

La imponente majestuosidad de la Basílica de San Pedro y la incomparable solemnidad del momento, combinado con la música celestial que se escuchaba, había enmudecido a quienes lo atestiguamos. Solo de un grupo de entre los cientos de paisanos y los miles de otras nacionalidades asistentes, alguien alzó una cartulina con la leyenda distintiva “México, alegría veracruzana”.

Allá en la Ciudad del Vaticano, como se conoce también a la Santa Sede, la ceremonia se había iniciado a las nueve treinta de la mañana, dos treinta de la madrugada en la entidad. Los aplausos de los fieles católicos estallaron cuando por la parte de atrás y un larguísimo pasillo central rumbo al altar apareció el muy querido Papa Juan Pablo ll, otro de los protagonistas de la historia universal, también elevado a la santidad después de su muerte en 2005.

Los “¡vivas!”, a México, al Papa, a la Virgen de Guadalupe, a Guízar y Valencia, a Veracruz y a Obeso Rivera que lo seguían en procesión con los demás obispos y sacerdotes veracruzanos y cardenales de otros países, para la concelebración, hacían sonreír al Pontífice, que con su paso cansado volteaba a bendecirlos.

Con ornamento verde brillante, el sucesor de San Pedro llegó al altar y dio comienzo el ritual de beatificación, imponente, por todo el sacro recinto sonó estelar, la voz del arzobispo de Xalapa y Presidente del Episcopado Mexicano pidiendo al Papa en latín, la beatificación no sólo de Monseñor Guízar sino también de otros tres religiosos, como alta distinción hacia el prelado xalapeño.

Así transcurrió la solemne misa en la que “atendiendo al deseo de los hermanos xalapeños”, el Santo Padre concedió se le llamara Beato y que su fiesta se celebraría cada 24 de octubre. La lucha culminaría pocos años después con la canonización definitiva para satisfacción de Don Sergio que hoy ya descansa en paz junto a San Rafael. Imposible separarlos. Paz y armonía en su hogar, no olvide sembrar árboles y plantas y cuidar el agua. gustavocadenamathey@hotmail.com


Buen día apreciado lector:

Es indudable que la mejor herencia que le deja a Xalapa, a Veracruz y a México don Sergio Obeso Rivera, es haber conseguido de las más altas esferas del poder religioso en Roma, incluir oficialmente en las listas de la divinidad al primer santo xalapeño, San Rafael Guízar y Valencia, y en consecuencia, su propia, tardía pero valiosa nominación como el primer cardenal veracruzano del catolicismo mexicano.

Aún resuenan en nuestros oídos y nuestra mente los ecos de aquella celebración tumultuaria del 29 de enero de 1995, hará ya 24 años.

La imponente majestuosidad de la Basílica de San Pedro y la incomparable solemnidad del momento, combinado con la música celestial que se escuchaba, había enmudecido a quienes lo atestiguamos. Solo de un grupo de entre los cientos de paisanos y los miles de otras nacionalidades asistentes, alguien alzó una cartulina con la leyenda distintiva “México, alegría veracruzana”.

Allá en la Ciudad del Vaticano, como se conoce también a la Santa Sede, la ceremonia se había iniciado a las nueve treinta de la mañana, dos treinta de la madrugada en la entidad. Los aplausos de los fieles católicos estallaron cuando por la parte de atrás y un larguísimo pasillo central rumbo al altar apareció el muy querido Papa Juan Pablo ll, otro de los protagonistas de la historia universal, también elevado a la santidad después de su muerte en 2005.

Los “¡vivas!”, a México, al Papa, a la Virgen de Guadalupe, a Guízar y Valencia, a Veracruz y a Obeso Rivera que lo seguían en procesión con los demás obispos y sacerdotes veracruzanos y cardenales de otros países, para la concelebración, hacían sonreír al Pontífice, que con su paso cansado volteaba a bendecirlos.

Con ornamento verde brillante, el sucesor de San Pedro llegó al altar y dio comienzo el ritual de beatificación, imponente, por todo el sacro recinto sonó estelar, la voz del arzobispo de Xalapa y Presidente del Episcopado Mexicano pidiendo al Papa en latín, la beatificación no sólo de Monseñor Guízar sino también de otros tres religiosos, como alta distinción hacia el prelado xalapeño.

Así transcurrió la solemne misa en la que “atendiendo al deseo de los hermanos xalapeños”, el Santo Padre concedió se le llamara Beato y que su fiesta se celebraría cada 24 de octubre. La lucha culminaría pocos años después con la canonización definitiva para satisfacción de Don Sergio que hoy ya descansa en paz junto a San Rafael. Imposible separarlos. Paz y armonía en su hogar, no olvide sembrar árboles y plantas y cuidar el agua. gustavocadenamathey@hotmail.com