/ martes 17 de noviembre de 2020

Inundación premeditada resulta equiparable a genocidio

Todo ciudadano o servidor público que de manera consciente reconozca que con sus acciones o bajo sus órdenes se destruya total o parcialmente a uno o más grupos nacionales o de carácter étnico, atente contra la vida o se ataque la integridad corporal y la salud de integrantes de una comunidad, deberá ser juzgado por el delito de genocidio.

Esta hipótesis se ha cumplido con la decisión presidencial de inundar, con todo propósito, las zonas más pobres de Tabasco, mediante el desfogue de la presa Peñitas, todo por salvar los intereses creados por grupos de poder, económico y político asentados en la capital tabasqueña.

“A confesión de parte, relevo de pruebas”, es la frase que en la barandilla de policía y en los tribunales sirvió para condenar a cualquier mortal, por haber declarado sin presión alguna la comisión de una conducta tipificada por la ley penal como delito. Tal como ha sucedido ahora que el presidente AMLO decidió desfogar el agua que ordenó saliera por el río Samaria, perjudicando a miles de chontales, que son los más pobres, ocasionando con tal acción la muerte y desaparición de personas, la miseria total de familias que llevan más de una semana sobreviviendo a la intemperie en espera de ayuda humanitaria.

Esa desembocadura de los ríos Usumacinta y Grijalva no ha podido desazolvarse en diez días transcurridos desde la inundación que tomó por sorpresa a los tabasqueños, dejando daños a la salud, de la misma o mayor intensidad que la pandemia del Covid-19. El pueblo, que nunca se equivoca, ya dictó su veredicto ante la confesión de su paisano, el presidente López Obrador, quien ha evitado a toda costa enfrentarlos para justificar su equivocada determinación y ordenar la reparación inmediata de los daños que recibió “el pueblo pobre” de Macuspana y comunidades aledañas, donde nació el gran tlatoani.

De joven, quien fuera idealista y luchador social, hoy presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, trabajó muy cerca del escritor, poeta, político y senador tabasqueño Carlos Pellicer Cámara y muchas veces le escuchó decir una frase que coincide con una verdad universal: “Los que aquí nacimos tenemos una idea propia de lo que es el alma y lo que es el cuerpo”. Qué lástima que el presidente López Obrador, por su falta de solidaridad y compromiso con sus paisanos, demuestre lo poco que le importan los tabasqueños y peor aún, los mexicanos.

Todo ciudadano o servidor público que de manera consciente reconozca que con sus acciones o bajo sus órdenes se destruya total o parcialmente a uno o más grupos nacionales o de carácter étnico, atente contra la vida o se ataque la integridad corporal y la salud de integrantes de una comunidad, deberá ser juzgado por el delito de genocidio.

Esta hipótesis se ha cumplido con la decisión presidencial de inundar, con todo propósito, las zonas más pobres de Tabasco, mediante el desfogue de la presa Peñitas, todo por salvar los intereses creados por grupos de poder, económico y político asentados en la capital tabasqueña.

“A confesión de parte, relevo de pruebas”, es la frase que en la barandilla de policía y en los tribunales sirvió para condenar a cualquier mortal, por haber declarado sin presión alguna la comisión de una conducta tipificada por la ley penal como delito. Tal como ha sucedido ahora que el presidente AMLO decidió desfogar el agua que ordenó saliera por el río Samaria, perjudicando a miles de chontales, que son los más pobres, ocasionando con tal acción la muerte y desaparición de personas, la miseria total de familias que llevan más de una semana sobreviviendo a la intemperie en espera de ayuda humanitaria.

Esa desembocadura de los ríos Usumacinta y Grijalva no ha podido desazolvarse en diez días transcurridos desde la inundación que tomó por sorpresa a los tabasqueños, dejando daños a la salud, de la misma o mayor intensidad que la pandemia del Covid-19. El pueblo, que nunca se equivoca, ya dictó su veredicto ante la confesión de su paisano, el presidente López Obrador, quien ha evitado a toda costa enfrentarlos para justificar su equivocada determinación y ordenar la reparación inmediata de los daños que recibió “el pueblo pobre” de Macuspana y comunidades aledañas, donde nació el gran tlatoani.

De joven, quien fuera idealista y luchador social, hoy presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, trabajó muy cerca del escritor, poeta, político y senador tabasqueño Carlos Pellicer Cámara y muchas veces le escuchó decir una frase que coincide con una verdad universal: “Los que aquí nacimos tenemos una idea propia de lo que es el alma y lo que es el cuerpo”. Qué lástima que el presidente López Obrador, por su falta de solidaridad y compromiso con sus paisanos, demuestre lo poco que le importan los tabasqueños y peor aún, los mexicanos.