/ lunes 12 de marzo de 2018

Jefes policiacos: muerte u olvido

Terminaba 1982 y, como sucede en esas fechas, la ocupación de la mayoría de la gente era preparar los festejos de fin de año. Tal vez porque medio lo tocó el espíritu decembrino, Florencio Mazaba Campechano, uno de los policías con más experiencia de esa época, bajó la guardia.

La cuestión es que en vísperas de finalizar el año se dejó ver, con poca gente a su alrededor, en Acayucan. Era delegado de Seguridad Pública y sabía lo que debía en esa zona. La factura que tenía pendiente por pagar, que no se la habían podido cobrar, era muy grande. Comió ahí y más tarde enfiló hacia Veracruz.

A la salida de la Llave del Sureste, con rumbo a Hueyapan, lo emboscaron. La camioneta en la que viajaba, literal, quedó como coladera. Los hoyos eran de todos los tamaños, chicos y grandes.

Florencio Mazaba fue de los jefes policiacos en los que, durante esa época, descansó la operatividad de Seguridad Pública y, por ende, parte de la estabilidad política y social de Veracruz.

Los derechos humanos contaban muy poco (actualmente es igual, pero por lo menos se llega a hacer escándalo si hay violaciones) y la policía hacía lo que quería. Pero como en todo, hay niveles y formas de hacer las cosas.

Recuérdese que en esa misma época, en concreto en la de Agustín Acosta Lagunes, el general Mario Arturo Acosta Chaparro, traído al iniciar su gobierno por AAL, hizo lo que quiso. Llegó con su equipo de militares que sembraron miedo en diversas zonas veracruzanas. Mazaba y otros jefes policiacos de esa época eran diferentes; difícilmente daban problemas.

Mucha diferencia. Pero decíamos que en el fin del citado año bajó la guardia y lo masacraron. ¿Quién ordenó su asesinato? Las autoridades en ese entonces no movieron un solo dedo para investigar. Dejaron todo al tiempo, para que el caso fuera olvidado. Ésos son los riesgos de estar en un cargo así. La muerte o el olvido o ambas cosas.

Ahora que vemos que en las cárceles no sólo hay pobres, sino que por su ambición desmedida también hay políticos y policías que rompieron todas las reglas al dar protección descarada a criminales o participar en desapariciones de personas que terminaron siendo masivas, aquellos viejos jefes policiacos han quedado lavados de sus pecados y no faltaría quien dijera que hasta reconocimiento merecen.

Y ya que hablamos de que esos personajes terminan asesinados o en el olvido, pues más claro ejemplo de que eso es así acaba de verse con el fallecimiento de Alfonso Lara Montero, otro delegado de Seguridad Pública que forjó su leyenda.

Sus amigos le decían Cartuchito, pues creo que a su padre le apodaron Cartucho, por algo sería. En los ochenta, noventa y la primera década de este siglo fue enviado a resolver por las buenas o por las malas los casos difíciles.

Ni el temido por algunos Cirilo Vázquez Lagunes se salvó de la actuación de este jefe policiaco, que terminó de ser conocido cuando detuvo al aspirante a cacique y se convirtió en su sombra durante un buen tiempo.

¿Cuántas cosas malas hizo este delegado de la SSP?, pues yo creo muchas, pero también “limpió” de maleantes a Veracruz, sobre todo en la zona sur. Nunca fue señalado de meterse contra alguien que no anduviera en malos pasos. Tampoco se le vinculó con secuestros, robos de vehículos, protección a narcotraficantes ni de enriquecimiento.

Decidió vivir su etapa final en Acayucan, en donde lo alcanzó la muerte. Hace algunos días murió en su casa y a su funeral, aparte de su familia, sólo fueron unos cuantos políticos y conocidos de esa zona.

Libró ser asesinado, pero no el olvido.

No hay lista, aún. El PRI tuvo que aclarar que aún no hay listas de candidatos plurinominales, pues ya circulaban algunas.

Por Veracruz echan su resto Anilú Ingram y Elízabeth Morales, quienes desean ser incluidas en un buen lugar del listado en la tercera circunscripción. Lo que pasó con la aspiración al Senado a lo mejor las perjudica.

Terminaba 1982 y, como sucede en esas fechas, la ocupación de la mayoría de la gente era preparar los festejos de fin de año. Tal vez porque medio lo tocó el espíritu decembrino, Florencio Mazaba Campechano, uno de los policías con más experiencia de esa época, bajó la guardia.

La cuestión es que en vísperas de finalizar el año se dejó ver, con poca gente a su alrededor, en Acayucan. Era delegado de Seguridad Pública y sabía lo que debía en esa zona. La factura que tenía pendiente por pagar, que no se la habían podido cobrar, era muy grande. Comió ahí y más tarde enfiló hacia Veracruz.

A la salida de la Llave del Sureste, con rumbo a Hueyapan, lo emboscaron. La camioneta en la que viajaba, literal, quedó como coladera. Los hoyos eran de todos los tamaños, chicos y grandes.

Florencio Mazaba fue de los jefes policiacos en los que, durante esa época, descansó la operatividad de Seguridad Pública y, por ende, parte de la estabilidad política y social de Veracruz.

Los derechos humanos contaban muy poco (actualmente es igual, pero por lo menos se llega a hacer escándalo si hay violaciones) y la policía hacía lo que quería. Pero como en todo, hay niveles y formas de hacer las cosas.

Recuérdese que en esa misma época, en concreto en la de Agustín Acosta Lagunes, el general Mario Arturo Acosta Chaparro, traído al iniciar su gobierno por AAL, hizo lo que quiso. Llegó con su equipo de militares que sembraron miedo en diversas zonas veracruzanas. Mazaba y otros jefes policiacos de esa época eran diferentes; difícilmente daban problemas.

Mucha diferencia. Pero decíamos que en el fin del citado año bajó la guardia y lo masacraron. ¿Quién ordenó su asesinato? Las autoridades en ese entonces no movieron un solo dedo para investigar. Dejaron todo al tiempo, para que el caso fuera olvidado. Ésos son los riesgos de estar en un cargo así. La muerte o el olvido o ambas cosas.

Ahora que vemos que en las cárceles no sólo hay pobres, sino que por su ambición desmedida también hay políticos y policías que rompieron todas las reglas al dar protección descarada a criminales o participar en desapariciones de personas que terminaron siendo masivas, aquellos viejos jefes policiacos han quedado lavados de sus pecados y no faltaría quien dijera que hasta reconocimiento merecen.

Y ya que hablamos de que esos personajes terminan asesinados o en el olvido, pues más claro ejemplo de que eso es así acaba de verse con el fallecimiento de Alfonso Lara Montero, otro delegado de Seguridad Pública que forjó su leyenda.

Sus amigos le decían Cartuchito, pues creo que a su padre le apodaron Cartucho, por algo sería. En los ochenta, noventa y la primera década de este siglo fue enviado a resolver por las buenas o por las malas los casos difíciles.

Ni el temido por algunos Cirilo Vázquez Lagunes se salvó de la actuación de este jefe policiaco, que terminó de ser conocido cuando detuvo al aspirante a cacique y se convirtió en su sombra durante un buen tiempo.

¿Cuántas cosas malas hizo este delegado de la SSP?, pues yo creo muchas, pero también “limpió” de maleantes a Veracruz, sobre todo en la zona sur. Nunca fue señalado de meterse contra alguien que no anduviera en malos pasos. Tampoco se le vinculó con secuestros, robos de vehículos, protección a narcotraficantes ni de enriquecimiento.

Decidió vivir su etapa final en Acayucan, en donde lo alcanzó la muerte. Hace algunos días murió en su casa y a su funeral, aparte de su familia, sólo fueron unos cuantos políticos y conocidos de esa zona.

Libró ser asesinado, pero no el olvido.

No hay lista, aún. El PRI tuvo que aclarar que aún no hay listas de candidatos plurinominales, pues ya circulaban algunas.

Por Veracruz echan su resto Anilú Ingram y Elízabeth Morales, quienes desean ser incluidas en un buen lugar del listado en la tercera circunscripción. Lo que pasó con la aspiración al Senado a lo mejor las perjudica.