/ viernes 16 de noviembre de 2018

Jornada del Pobre

Por segunda ocasión, este próximo domingo 18 de noviembre se celebrará la Jornada Mundial del pobre, la cual tiene sus motivaciones en una iniciativa del Santo Padre Francisco. Quien ha cobijado el deseo de ofrecer un día para la reflexión en favor de los pobres. El papa es claro, más que superficial sería inhumano pretender dedicar un día en el año para la reflexión de los pobres y las ayudas huecas, sin dedicar esfuerzos claros, honestos y sinceros que permitan la ruptura de la brecha hegemónica que coloca a unos encima y a otros, debajo.

Francisco solamente ha colocado el pretexto. Alienta a despertar del letargo terrible de la costumbre que nos hace estar en una paz que cansa; en esa paz que no produce gozo. Nos pone en ocasión de levantar la mirada y distinguir lo terriblemente absurdo que es pasar por la vida sin mirar al otro. Andar por la vida rígidos, gélidos. Sin ponernos en la ruta del compañero que está tirado a la orilla del camino y del cual nadie se quiere hacer prójimo.

La imagen del pobre es una que se reviste de diversas tonalidades: pobre no es este o aquél porque cumpla las características sociológicas que lo hagan pertenecer al grupo de los desposeídos. Por el contrario, la pobreza es una actitud de vida que nos hace andar a un ritmo inhumano. En el cual el aspecto económico es solo uno de los diversos modos en que se puede ser pobre. Pobre es el que está situado a la orilla del camino, pobre es aquel que no tiene un sueño que lo haga despertar enamorado. El que se acomodó al estado de las cosas sin soñar con que esto puede ser mejor. Pobre es quien no ama y no se deja amar. Pobre es quien anda los días de su vida herido, cansado, insatisfecho. Pobre es quien se afana sin saber por qué hace las cosas. El pobre no tiene sueño, porque le han arrebatado esa oportunidad.

Por eso, la actitud que la pobreza nos invita a tomar es una actitud de responsabilidad y de justicia. No podemos pasar la vida en calma sabiendo que tantos hermanos nuestros sufren por no tener las condiciones básicas para que su vida sea por lo menos humana. Los pobres están cansados de no ser tomados con seriedad. De ser tratados en la impersonalidad de la masa y sin rostro, con un nombre y una historia sagrada. Cuando se piensa que con un acto aislado de supuesta generosidad se está encarnando un hecho prodigioso, más que ofender al otro dejamos al descubierto la poca sensibilidad con que vivimos; nuestra extrema pobreza.


Por segunda ocasión, este próximo domingo 18 de noviembre se celebrará la Jornada Mundial del pobre, la cual tiene sus motivaciones en una iniciativa del Santo Padre Francisco. Quien ha cobijado el deseo de ofrecer un día para la reflexión en favor de los pobres. El papa es claro, más que superficial sería inhumano pretender dedicar un día en el año para la reflexión de los pobres y las ayudas huecas, sin dedicar esfuerzos claros, honestos y sinceros que permitan la ruptura de la brecha hegemónica que coloca a unos encima y a otros, debajo.

Francisco solamente ha colocado el pretexto. Alienta a despertar del letargo terrible de la costumbre que nos hace estar en una paz que cansa; en esa paz que no produce gozo. Nos pone en ocasión de levantar la mirada y distinguir lo terriblemente absurdo que es pasar por la vida sin mirar al otro. Andar por la vida rígidos, gélidos. Sin ponernos en la ruta del compañero que está tirado a la orilla del camino y del cual nadie se quiere hacer prójimo.

La imagen del pobre es una que se reviste de diversas tonalidades: pobre no es este o aquél porque cumpla las características sociológicas que lo hagan pertenecer al grupo de los desposeídos. Por el contrario, la pobreza es una actitud de vida que nos hace andar a un ritmo inhumano. En el cual el aspecto económico es solo uno de los diversos modos en que se puede ser pobre. Pobre es el que está situado a la orilla del camino, pobre es aquel que no tiene un sueño que lo haga despertar enamorado. El que se acomodó al estado de las cosas sin soñar con que esto puede ser mejor. Pobre es quien no ama y no se deja amar. Pobre es quien anda los días de su vida herido, cansado, insatisfecho. Pobre es quien se afana sin saber por qué hace las cosas. El pobre no tiene sueño, porque le han arrebatado esa oportunidad.

Por eso, la actitud que la pobreza nos invita a tomar es una actitud de responsabilidad y de justicia. No podemos pasar la vida en calma sabiendo que tantos hermanos nuestros sufren por no tener las condiciones básicas para que su vida sea por lo menos humana. Los pobres están cansados de no ser tomados con seriedad. De ser tratados en la impersonalidad de la masa y sin rostro, con un nombre y una historia sagrada. Cuando se piensa que con un acto aislado de supuesta generosidad se está encarnando un hecho prodigioso, más que ofender al otro dejamos al descubierto la poca sensibilidad con que vivimos; nuestra extrema pobreza.