/ viernes 26 de febrero de 2021

Juan Díaz Covarrubias y el positivismo

El triunfo del liberalismo, a mediados del siglo XIX, significó para los liberales también el compromiso de sustituir la antigua estructura social por otra nueva.

Ahora se trataba de constituir una institución moderna y laica. Fue en ese entonces, expresa Gabriel Vargas Lozano, que surge la idea de introducir en México al positivismo de Augusto Comte.

En 1867, corresponde a Gabino Barreda pronunciar la oración cívica del acto de independencia de Guanajuato y ahí formula una interpretación filosófica de la historia de México, a partir de los estadios señalados por Comte: “Así como la humanidad había pasado por una etapa mítica y otra metafísica, ahora se iniciaba la positiva, que en otras palabras era la sociedad industrial capitalista”.

Cabe recordar que el “liberalismo sostenía un individualismo, la separación de poderes, el federalismo, la autonomía municipal, el constitucionalismo y el Estado laico”. Por su parte, “el positivismo se opone al individualismo, al utilitarismo, al derecho natural, consideraba que en la sociedad debería haber un orden, una evolución histórica en cierto modo determinista: orden y progreso”. Vargas Lozano opina que se introdujo el positivismo porque se requería una filosofía educativa distinta a la escolástica, una filosofía basada en la ciencia que propiciara una mentalidad progresista.

De acuerdo con Elssié Núñez Carpizo, en su libro El positivismo en México, su impacto en la educación, Gabino Barreda es el primero en abordar el tema global de la educación pública para lograr un orden político y social. Él sostenía que “la tarea esencial de los mexicanos es combatir la ignorancia, formar seres libres, emancipados”. Precisamente en 1867, Benito Juárez encomendó a don Antonio Martínez de Castro, ministro de Justicia y de Instrucción Pública, la tarea de reorganizar la educación mexicana. El ministro confió, a su vez, tal labor al ingeniero Francisco Díaz Covarrubias, quien nació en Xalapa, Veracruz, en 1833. Por su postura liberal formó parte del equipo de trabajo del presidente Juárez.

En su labor para reorganizar la educación incluyó en la Comisión a Gabino Barreda, José Díaz Covarrubias, Pedro Contreras Lizalde, Ignacio Alvarado y a Eulalio María Ortega. Díaz Covarrubias ya tenía antecedentes en el campo educativo y científico, enseñó las materias de matemáticas, geodesia y astronomía en la Escuela Nacional de Ingenieros; impartió filosofía natural en la Escuela Nacional Preparatoria, también astronomía y topografía en la Escuela de Minas. Díaz Covarrubias fue además geógrafo, astrónomo, científico y diplomático, destacó por el estudio geográfico del territorio mexicano y fundador del observatorio en el Castillo de Chapultepec.

Su dedicación a la ciencia junto con Francisco Bulnes, Agustín Barroso y Manuel Fernández Leal lo llevó a formar la Comisión Astronómica Mexicana, encargada de observar el paso de Venus por el disco solar. Y también actuó como representante de México en varios congresos científicos llevados a cabo en diversas sedes europeas.

Junto con Gabino Barreda, introductor del positivismo y fundador de la Escuela Nacional Preparatoria, Díaz Covarrubias contribuyó a la reforma de la educación pública como docente e impulsor del proyecto educativo.

A pesar de que algunos grupos liberales atacaron el positivismo, éste se implantó de una manera significativa y profunda. “Antecedió, se mantuvo y sucedió a la Revolución Mexicana, influyendo en la obra de Molina Enríquez y otros. Sirvió para impulsar otra mentalidad basada en la ciencia y la técnica, necesarias para el desarrollo del país, pero distaba mucho de ser la única expresión de la ciencia en el plano mundial”.

Al término del gobierno de Juárez, Díaz Covarrubias continuó sus actividades científicas y diplomáticas con el presidente Lerdo de Tejada. Héctor Darío Aguirre Arvizu comenta que el xalapeño Díaz Covarrubias logró reubicar en el contexto geográfico internacional las coordenadas de la Ciudad de México y con ello modificar la ubicación de otros puntos geográficos del país a partir del meridiano de Greenwich, lo cual formaba parte de la internacionalización de los patrones de medida. Las anteriores observaciones habían sido hechas por Alexander Von Humbold, en el siglo XVIII, en su visita a Nueva España entre 1803 y 1804.

Francisco Díaz Covarrubias fue un hombre de ciencia, reformador, maestro; durante la última parte de su vida fue cónsul general de México en París, donde murió en 1889. “El proceso que inicia Barreda en la reforma a la educación tiene como digno sucesor a Justo Sierra –crítico reformista–, quien postula que la escuela es la salvación de nuestra personalidad nacional, a ella tenemos que confiar la unidad y la persistencia de nuestra lengua, la consolidación de nuestro carácter”, concluye Núñez Carpizo, de la UNAM.

El triunfo del liberalismo, a mediados del siglo XIX, significó para los liberales también el compromiso de sustituir la antigua estructura social por otra nueva.

Ahora se trataba de constituir una institución moderna y laica. Fue en ese entonces, expresa Gabriel Vargas Lozano, que surge la idea de introducir en México al positivismo de Augusto Comte.

En 1867, corresponde a Gabino Barreda pronunciar la oración cívica del acto de independencia de Guanajuato y ahí formula una interpretación filosófica de la historia de México, a partir de los estadios señalados por Comte: “Así como la humanidad había pasado por una etapa mítica y otra metafísica, ahora se iniciaba la positiva, que en otras palabras era la sociedad industrial capitalista”.

Cabe recordar que el “liberalismo sostenía un individualismo, la separación de poderes, el federalismo, la autonomía municipal, el constitucionalismo y el Estado laico”. Por su parte, “el positivismo se opone al individualismo, al utilitarismo, al derecho natural, consideraba que en la sociedad debería haber un orden, una evolución histórica en cierto modo determinista: orden y progreso”. Vargas Lozano opina que se introdujo el positivismo porque se requería una filosofía educativa distinta a la escolástica, una filosofía basada en la ciencia que propiciara una mentalidad progresista.

De acuerdo con Elssié Núñez Carpizo, en su libro El positivismo en México, su impacto en la educación, Gabino Barreda es el primero en abordar el tema global de la educación pública para lograr un orden político y social. Él sostenía que “la tarea esencial de los mexicanos es combatir la ignorancia, formar seres libres, emancipados”. Precisamente en 1867, Benito Juárez encomendó a don Antonio Martínez de Castro, ministro de Justicia y de Instrucción Pública, la tarea de reorganizar la educación mexicana. El ministro confió, a su vez, tal labor al ingeniero Francisco Díaz Covarrubias, quien nació en Xalapa, Veracruz, en 1833. Por su postura liberal formó parte del equipo de trabajo del presidente Juárez.

En su labor para reorganizar la educación incluyó en la Comisión a Gabino Barreda, José Díaz Covarrubias, Pedro Contreras Lizalde, Ignacio Alvarado y a Eulalio María Ortega. Díaz Covarrubias ya tenía antecedentes en el campo educativo y científico, enseñó las materias de matemáticas, geodesia y astronomía en la Escuela Nacional de Ingenieros; impartió filosofía natural en la Escuela Nacional Preparatoria, también astronomía y topografía en la Escuela de Minas. Díaz Covarrubias fue además geógrafo, astrónomo, científico y diplomático, destacó por el estudio geográfico del territorio mexicano y fundador del observatorio en el Castillo de Chapultepec.

Su dedicación a la ciencia junto con Francisco Bulnes, Agustín Barroso y Manuel Fernández Leal lo llevó a formar la Comisión Astronómica Mexicana, encargada de observar el paso de Venus por el disco solar. Y también actuó como representante de México en varios congresos científicos llevados a cabo en diversas sedes europeas.

Junto con Gabino Barreda, introductor del positivismo y fundador de la Escuela Nacional Preparatoria, Díaz Covarrubias contribuyó a la reforma de la educación pública como docente e impulsor del proyecto educativo.

A pesar de que algunos grupos liberales atacaron el positivismo, éste se implantó de una manera significativa y profunda. “Antecedió, se mantuvo y sucedió a la Revolución Mexicana, influyendo en la obra de Molina Enríquez y otros. Sirvió para impulsar otra mentalidad basada en la ciencia y la técnica, necesarias para el desarrollo del país, pero distaba mucho de ser la única expresión de la ciencia en el plano mundial”.

Al término del gobierno de Juárez, Díaz Covarrubias continuó sus actividades científicas y diplomáticas con el presidente Lerdo de Tejada. Héctor Darío Aguirre Arvizu comenta que el xalapeño Díaz Covarrubias logró reubicar en el contexto geográfico internacional las coordenadas de la Ciudad de México y con ello modificar la ubicación de otros puntos geográficos del país a partir del meridiano de Greenwich, lo cual formaba parte de la internacionalización de los patrones de medida. Las anteriores observaciones habían sido hechas por Alexander Von Humbold, en el siglo XVIII, en su visita a Nueva España entre 1803 y 1804.

Francisco Díaz Covarrubias fue un hombre de ciencia, reformador, maestro; durante la última parte de su vida fue cónsul general de México en París, donde murió en 1889. “El proceso que inicia Barreda en la reforma a la educación tiene como digno sucesor a Justo Sierra –crítico reformista–, quien postula que la escuela es la salvación de nuestra personalidad nacional, a ella tenemos que confiar la unidad y la persistencia de nuestra lengua, la consolidación de nuestro carácter”, concluye Núñez Carpizo, de la UNAM.