/ sábado 17 de julio de 2021

La cárcel de Lecumberri

Una de las grandes obras que hasta hoy sigue impactando al mundo es la construcción de la cárcel de Lecumberri. Porfirio Díaz quería dar una imagen de poderío, una arquitectura imponente y una economía fuerte, gracias a la reforma del Código Penal de 1871; buscaba poner en práctica las ciencias penales y criminalísticas que se desarrollaban en Europa y Estados Unidos, que apuntaban al éxito de la readaptación social.

Lecumberri. Su construcción comenzó el 9 de mayo de 1885, en un terreno cuyo propietario había sido un español de apellido Lecumberri. Comenzó a operar como prisión el 29 de septiembre de 1900, en un terreno de mi 500 metros cuadrados.

El modelo de la cárcel de Lecumberri era una rotonda o cuerpo central poligonal, con siete brazos, una torre central de 35 metros de altura destinada para la vigilancia de todo el penal; se construyeron mil celdas, incluyendo las de castigo, destinadas para albergar a 996 hombres, mujeres y menores de edad. Los presos que eran trasladados a Lecumberri se decía que eran los peores delincuentes. Los primeros en ocuparla fueron Manuel Zúñiga, quien mató a su hermano en una borrachera; Pedro Sánchez, por encajar un puñal a su amante; Cenobio Godoy, quien mató a una de sus ocho mujeres, con las que tuvo 20 hijos; cada celda tenía una cama y un sanitario. En 1971 tuvo una sobrepoblación de 3 mil 800 reclusos.

El fracaso de la cárcel de Lecumberri fue la corrupción, extorsión de los comandantes y cabos. Los propios policías eran los encargados de cobrar desde talleres, baños, comida, bebida; el costo de las celdas eran de mil pesos hasta 15 mil pesos. Todo era venta de privilegios y extorsiones, de ahí salió el dicho que dice “El que tenga más saliva, traga más pinole”.

Los reclusos eran torturados, principalmente los que estaban en contra del gobierno; los homosexuales eran enviados a la crujía “J”, de ahí nació el término “jotos”. En 1913 ahí fue enviado Ignacio de la Torre y Mier, acusado de estar implicado en la muerte de Madero y Pino Suárez. Otros de los reclusos que estuvieron ahí fueron el zapatista Gildardo Magaña, Francisco Villa, los escritores José Agustín y Álvaro Mutis, José Revueltas, el pintor y muralista David Alfaro Siqueiros, el asesino serial de mujeres Goyo Cárdenas, Juan Gabriel, entre otros.

Los estudiantes de la UNAM, IPN y otros participaron en protestas. Lecumberri también fue cómplice de encerrar, torturar y asesinar a estudiantes que participaron en el movimiento del 68. Todo empezó desde agosto de 1968, cuando los estudiantes que protestaban contra el gobierno desaparecían o eran llevados a la cárcel de Lecumberri, donde los torturaban con descargas eléctricas en los genitales y los mataban a golpes. Cuando el gobierno ordenó la intervención del 2 de octubre en la plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, docenas de estudiantes fueron llevados al palacio negro, ahí los tenían en las celdas de castigo, eran torturados y asesinados, los tenían sin comer, semidesnudos, en condiciones infrahumanas. Los estudiantes fueron acusados de daños en propiedad ajena, sedición, asociación delictuosa, robo, invitación a la rebelión, homicidio, lesiones, entre otros delitos.

Los trabajadores cuentan que por las noches se escuchaban gritos perturbadores, lamentos, golpes que le daban a los reclusos. Hubo dos fugas: Alberto Sicilia Falcón y sus secuaces salieron por un túnel que daba a la calle Av. Héroes de Nacozari, y el narcotraficante Dwight Worker, disfrazado de mujer, en 1975.

En 1976 fue clausurada la cárcel de Lecumberri y la desalojaron. Los celadores cuentan que cuando trabajaron en la cárcel veían apariciones de reclusos ya muertos, escuchaban lamentos cuando la estaban remodelando para darle otro uso a la cárcel y que encontraron cientos de cuerpos enterrados en el traspatio. En 1977, por decreto presidencial de José López Portillo, se trasformó en archivo nacional. Aún se encuentra el mural de David Alfaro Siqueiros.

mail: Lexfemme.12@hotmail.com

Lexfemme.12@hotmail.com

Una de las grandes obras que hasta hoy sigue impactando al mundo es la construcción de la cárcel de Lecumberri. Porfirio Díaz quería dar una imagen de poderío, una arquitectura imponente y una economía fuerte, gracias a la reforma del Código Penal de 1871; buscaba poner en práctica las ciencias penales y criminalísticas que se desarrollaban en Europa y Estados Unidos, que apuntaban al éxito de la readaptación social.

Lecumberri. Su construcción comenzó el 9 de mayo de 1885, en un terreno cuyo propietario había sido un español de apellido Lecumberri. Comenzó a operar como prisión el 29 de septiembre de 1900, en un terreno de mi 500 metros cuadrados.

El modelo de la cárcel de Lecumberri era una rotonda o cuerpo central poligonal, con siete brazos, una torre central de 35 metros de altura destinada para la vigilancia de todo el penal; se construyeron mil celdas, incluyendo las de castigo, destinadas para albergar a 996 hombres, mujeres y menores de edad. Los presos que eran trasladados a Lecumberri se decía que eran los peores delincuentes. Los primeros en ocuparla fueron Manuel Zúñiga, quien mató a su hermano en una borrachera; Pedro Sánchez, por encajar un puñal a su amante; Cenobio Godoy, quien mató a una de sus ocho mujeres, con las que tuvo 20 hijos; cada celda tenía una cama y un sanitario. En 1971 tuvo una sobrepoblación de 3 mil 800 reclusos.

El fracaso de la cárcel de Lecumberri fue la corrupción, extorsión de los comandantes y cabos. Los propios policías eran los encargados de cobrar desde talleres, baños, comida, bebida; el costo de las celdas eran de mil pesos hasta 15 mil pesos. Todo era venta de privilegios y extorsiones, de ahí salió el dicho que dice “El que tenga más saliva, traga más pinole”.

Los reclusos eran torturados, principalmente los que estaban en contra del gobierno; los homosexuales eran enviados a la crujía “J”, de ahí nació el término “jotos”. En 1913 ahí fue enviado Ignacio de la Torre y Mier, acusado de estar implicado en la muerte de Madero y Pino Suárez. Otros de los reclusos que estuvieron ahí fueron el zapatista Gildardo Magaña, Francisco Villa, los escritores José Agustín y Álvaro Mutis, José Revueltas, el pintor y muralista David Alfaro Siqueiros, el asesino serial de mujeres Goyo Cárdenas, Juan Gabriel, entre otros.

Los estudiantes de la UNAM, IPN y otros participaron en protestas. Lecumberri también fue cómplice de encerrar, torturar y asesinar a estudiantes que participaron en el movimiento del 68. Todo empezó desde agosto de 1968, cuando los estudiantes que protestaban contra el gobierno desaparecían o eran llevados a la cárcel de Lecumberri, donde los torturaban con descargas eléctricas en los genitales y los mataban a golpes. Cuando el gobierno ordenó la intervención del 2 de octubre en la plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, docenas de estudiantes fueron llevados al palacio negro, ahí los tenían en las celdas de castigo, eran torturados y asesinados, los tenían sin comer, semidesnudos, en condiciones infrahumanas. Los estudiantes fueron acusados de daños en propiedad ajena, sedición, asociación delictuosa, robo, invitación a la rebelión, homicidio, lesiones, entre otros delitos.

Los trabajadores cuentan que por las noches se escuchaban gritos perturbadores, lamentos, golpes que le daban a los reclusos. Hubo dos fugas: Alberto Sicilia Falcón y sus secuaces salieron por un túnel que daba a la calle Av. Héroes de Nacozari, y el narcotraficante Dwight Worker, disfrazado de mujer, en 1975.

En 1976 fue clausurada la cárcel de Lecumberri y la desalojaron. Los celadores cuentan que cuando trabajaron en la cárcel veían apariciones de reclusos ya muertos, escuchaban lamentos cuando la estaban remodelando para darle otro uso a la cárcel y que encontraron cientos de cuerpos enterrados en el traspatio. En 1977, por decreto presidencial de José López Portillo, se trasformó en archivo nacional. Aún se encuentra el mural de David Alfaro Siqueiros.

mail: Lexfemme.12@hotmail.com

Lexfemme.12@hotmail.com