/ sábado 14 de diciembre de 2019

La Carta del Papa Francisco

El pasado primero de diciembre el Santo Padre Francisco ha firmado el vigésimo documento de su magisterio pontificio. Esta vez en forma de Carta Apostólica, siendo Admirabile Signum, la décimo primera de su pluma. Firmada en la localidad de Greccio, una pequeña provincia italiana, en la que se encuentra el santuario del pesebre. Es un documento que tiene la fortuna de ser muy breve, en tan sólo 10 numerales, distribuidos en apenas 30 párrafos. Un escrito bellísimo con el que el Papa llama a la contemplación, a la humildad, a la humanización.

El tema central es el pesebre, un signo muy estimado por el pueblo cristiano, es como un evangelio vivo; es la representación del acontecimiento del nacimiento de Jesús con sencillez y alegría.

El origen de esta práctica es el mismo evangelio, específicamente el texto de Lucas, en el que afirma que, al nacer el primogénito de María, fue puesto en un pesebre, porque no hubo sitio para ellos en la posada.

Esta forma remite a San Francisco de Asís, quien llenó de su espiritualidad esta práctica al ser una invitación a sentir y a tocar la pobreza del Hijo de Dios que eligió para sí mismo la encarnación.

El significado de los elementos es muy alentador: el cielo estrellado alude a la oscuridad y silencio de la noche en la que Dios hace sentir su presencia, sobre todo cuando la noche envuelve nuestras vidas.

Los paisajes, las ruinas son el signo de la humanidad caída, derrumbada, corrompida y deprimida; el escenario que Jesús ha venido a sanar y a devolverle su esplendor.

Los ángeles y la estrella son el signo de la invitación a ponernos en camino para llegar al Señor.

Los pastores, son los primeros testigos de lo esencial, los que no conocen otra abundancia que la del corazón.

El palacio de Herodes, refleja que no podemos dejarnos engañar por las promesas efímeras de felicidad, por eso está cerrado y sordo al anuncio de la alegría.

Las demás figuras: el herrero, la mujer del jarro, en fin, representan la santidad cotidiana.

Los reyes magos, son los que inauguran el viaje del evangelio entre las gentes, con sus alegóricos dones que son una profesión de fe en el Mesías.

El Papa llama a no quedarse sólo en la belleza del simbolismo, sino en descubrir la importancia de emprender el camino de la humildad, de la pobreza y del despojo.

Viendo y tocando el acontecimiento que ha querido cambiar el rumbo de la historia.

Esta hermosa práctica de los nacimientos, es el resultado de una noble aspiración del corazón sediento.

El origen de esta práctica es el mismo evangelio, específicamente el texto de Lucas, en el que afirma que, al nacer el primogénito de María, fue puesto en un pesebre, porque no hubo sitio para ellos en la posada.

El pasado primero de diciembre el Santo Padre Francisco ha firmado el vigésimo documento de su magisterio pontificio. Esta vez en forma de Carta Apostólica, siendo Admirabile Signum, la décimo primera de su pluma. Firmada en la localidad de Greccio, una pequeña provincia italiana, en la que se encuentra el santuario del pesebre. Es un documento que tiene la fortuna de ser muy breve, en tan sólo 10 numerales, distribuidos en apenas 30 párrafos. Un escrito bellísimo con el que el Papa llama a la contemplación, a la humildad, a la humanización.

El tema central es el pesebre, un signo muy estimado por el pueblo cristiano, es como un evangelio vivo; es la representación del acontecimiento del nacimiento de Jesús con sencillez y alegría.

El origen de esta práctica es el mismo evangelio, específicamente el texto de Lucas, en el que afirma que, al nacer el primogénito de María, fue puesto en un pesebre, porque no hubo sitio para ellos en la posada.

Esta forma remite a San Francisco de Asís, quien llenó de su espiritualidad esta práctica al ser una invitación a sentir y a tocar la pobreza del Hijo de Dios que eligió para sí mismo la encarnación.

El significado de los elementos es muy alentador: el cielo estrellado alude a la oscuridad y silencio de la noche en la que Dios hace sentir su presencia, sobre todo cuando la noche envuelve nuestras vidas.

Los paisajes, las ruinas son el signo de la humanidad caída, derrumbada, corrompida y deprimida; el escenario que Jesús ha venido a sanar y a devolverle su esplendor.

Los ángeles y la estrella son el signo de la invitación a ponernos en camino para llegar al Señor.

Los pastores, son los primeros testigos de lo esencial, los que no conocen otra abundancia que la del corazón.

El palacio de Herodes, refleja que no podemos dejarnos engañar por las promesas efímeras de felicidad, por eso está cerrado y sordo al anuncio de la alegría.

Las demás figuras: el herrero, la mujer del jarro, en fin, representan la santidad cotidiana.

Los reyes magos, son los que inauguran el viaje del evangelio entre las gentes, con sus alegóricos dones que son una profesión de fe en el Mesías.

El Papa llama a no quedarse sólo en la belleza del simbolismo, sino en descubrir la importancia de emprender el camino de la humildad, de la pobreza y del despojo.

Viendo y tocando el acontecimiento que ha querido cambiar el rumbo de la historia.

Esta hermosa práctica de los nacimientos, es el resultado de una noble aspiración del corazón sediento.

El origen de esta práctica es el mismo evangelio, específicamente el texto de Lucas, en el que afirma que, al nacer el primogénito de María, fue puesto en un pesebre, porque no hubo sitio para ellos en la posada.