/ viernes 12 de julio de 2019

La Declaración de la Juventud

Hace unos días, en el contexto de la Asamblea General de la OEA, han sido los jóvenes, en no menor cantidad, los que han exigido a la Organización de los Estados Americanos, que ésta vuelva a sus orígenes y remarque los objetivos por los cuales ha sido creada. Permitiendo que esta Organización se examine concienzudamente y vaya a lo más humano y solidario de su ser, favoreciendo la soberanía, la paz, la justicia y la fraterna solidaridad. Se han plantado firmes, recordando que la Organización de los Estados no nació para ser meretriz de ideologías, sino custodia de la soberanía.

Mucho ha sorprendido y de forma positiva, que hayan sido los jóvenes quienes hayan roto el silencio con gran valentía, para demandar la agenda de muerte con la que algunas organizaciones, lejos de fomentar la paz y la cordialidad entre los estados, han querido llenar de luto y sangre los países implantando una agenda de muerte. Agendas plagadas de una ideología inhumana, dañina, lacerante y del confort. Que deja de lado la familia, la vida, la salud y la paz.

Los jóvenes de la llamada generación por la vida han dejado al descubierto el dolor que los hace padecer la estampa de nuestra América, la cual sufre terriblemente la grave crisis de seguridad, en la que somos presas de los regímenes autoritarios, de los hilos de la corrupción, del doloroso narcotráfico, de la forzada migración y de la terrible pobreza a la que condenan las estructuras. La estampa de una América que sufre, que está en la debacle de la tristeza y del sinsentido.

Los jóvenes de esta generación se sienten llamados a un fuerte compromiso consigo mismos, con los valores y con el futuro de sus respectivos países. Así pues, la redacción de la Declaración por la vida es la apuesta por una sociedad humana y generosa. Estos son los jóvenes que vuelven a la fuente, al origen y se deciden por hacer frente a los antivalores que, tras la imagen de bondad se van enraizando en la sociedad. No apuestan por una ideología, están a favor de la verdad, de la vida, del bien, de la persona humana y de la familia.

Estos son los jóvenes que no han querido sucumbir ante la trampa de la negatividad, que no se quieren dejar robar la esperanza. Son los jóvenes que apuestan por la salida, que están decididos a salir adelante. Que demuestran que no es cierto que los jóvenes sólo buscan los placeres pasajeros y los éxitos superficiales. Son los jóvenes que quieren ser fecundos.

Hace unos días, en el contexto de la Asamblea General de la OEA, han sido los jóvenes, en no menor cantidad, los que han exigido a la Organización de los Estados Americanos, que ésta vuelva a sus orígenes y remarque los objetivos por los cuales ha sido creada. Permitiendo que esta Organización se examine concienzudamente y vaya a lo más humano y solidario de su ser, favoreciendo la soberanía, la paz, la justicia y la fraterna solidaridad. Se han plantado firmes, recordando que la Organización de los Estados no nació para ser meretriz de ideologías, sino custodia de la soberanía.

Mucho ha sorprendido y de forma positiva, que hayan sido los jóvenes quienes hayan roto el silencio con gran valentía, para demandar la agenda de muerte con la que algunas organizaciones, lejos de fomentar la paz y la cordialidad entre los estados, han querido llenar de luto y sangre los países implantando una agenda de muerte. Agendas plagadas de una ideología inhumana, dañina, lacerante y del confort. Que deja de lado la familia, la vida, la salud y la paz.

Los jóvenes de la llamada generación por la vida han dejado al descubierto el dolor que los hace padecer la estampa de nuestra América, la cual sufre terriblemente la grave crisis de seguridad, en la que somos presas de los regímenes autoritarios, de los hilos de la corrupción, del doloroso narcotráfico, de la forzada migración y de la terrible pobreza a la que condenan las estructuras. La estampa de una América que sufre, que está en la debacle de la tristeza y del sinsentido.

Los jóvenes de esta generación se sienten llamados a un fuerte compromiso consigo mismos, con los valores y con el futuro de sus respectivos países. Así pues, la redacción de la Declaración por la vida es la apuesta por una sociedad humana y generosa. Estos son los jóvenes que vuelven a la fuente, al origen y se deciden por hacer frente a los antivalores que, tras la imagen de bondad se van enraizando en la sociedad. No apuestan por una ideología, están a favor de la verdad, de la vida, del bien, de la persona humana y de la familia.

Estos son los jóvenes que no han querido sucumbir ante la trampa de la negatividad, que no se quieren dejar robar la esperanza. Son los jóvenes que apuestan por la salida, que están decididos a salir adelante. Que demuestran que no es cierto que los jóvenes sólo buscan los placeres pasajeros y los éxitos superficiales. Son los jóvenes que quieren ser fecundos.