/ viernes 9 de octubre de 2020

La escuela y la enseñanza presencial

Ahora que los maestros se ven obligados por las circunstancias de la pandemia a dar sus clases a distancia. Enseñar en un entorno virtual donde es indispensable contar con la tecnología necesaria, saber utilizarla y disponer de las herramientas adecuadas, recordemos lo que Francesco Tonucci comenta sobre la escuela.

En una entrevista que le hizo Carolina Cattaneo, al pedagogo italiano le preguntó: ¿Y qué es, para usted, una buena escuela? –Es aquella capaz de ofrecer los instrumentos adecuados para que se cumpla lo que el artículo 29 de la Convención de los Derechos del Niño dice muy claro, es decir, que la educación del niño deberá ser encaminada a desarrollar la personalidad, las aptitudes y la capacidad mental y física de los chicos hasta el máximo de sus posibilidades. Eso significa casi lo contrario a cumplir con los objetivos previstos por lo establecido oficialmente, que es aprobar a los que consiguen alcanzar esos objetivos y desaprobar a los que no los consiguen.

Hoy a través de la enseñanza en línea, las autoridades educativas insisten en demasía cumplir con los objetivos establecidos en los programas, en muchos casos se solicitan tareas en exceso y no pocas veces absurdas e idóneas, esto es un abuso, si tomamos en cuenta las circunstancias que viven alumnos, los padres y madres de familia. Y aquí el problema se hace complejo cuando se expresa que tanto el maestro como la escuela son los responsables “por no llevar a la práctica las técnicas educativas idóneas para desarrollar al máximo las aptitudes naturales y de inteligencia de los niños y de las niñas”, comenta Tonucci.

Esta reflexión del pedagogo italiano nos hace ver la correcta, verdadera y necesaria vocación de la escuela a pesar de las innovaciones tecnológicas que hoy están presentes, esto es desarrollar la personalidad, las aptitudes y la capacidad mental y física de los alumnos. Dice Tolucci: “Estoy convencido de que cada uno de nuestros hijos o nuestros alumnos tiene un ámbito de excelencia. El papel de la escuela debería ser ayudar a los niños y las niñas a descubrirlo y desarrollarlo al máximo nivel posible. Esto será la garantía de su trabajo futuro y de su felicidad, dos cosas que me gustaría considerarlas como los objetivos de la educación”.

Aquí un buen maestro juega un importante papel cuando indica la correcta, verdadera y necesaria vocación de la escuela. La escuela propone poco. De hecho, propone casi solo lengua y matemática como disciplinas que deciden la suerte y el destino de los niños, con lo cual, si encajan en esto, si lo aprenden, si tienen buenas notas en esas dos materias, van para adelante, sus trayectorias serán excelentes. Y viceversa, no importa si son excelentes en dibujo, baile, artesanía, investigación. Esta es la manera con la que la escuela excluye. La institución no puede perder a ninguno de sus alumnos, porque si los pierde, los confina a lo peor de nuestra sociedad, comenta Tonucci.

Este investigador italiano, quien dice que las pruebas PISA de evaluación académica deberían incluir en sus cuestionarios la pregunta sobre cuánto se aburren los estudiantes en el colegio, propone a su vez que “la educación así debería ser, una escuela con muchos laboratorios y talleres, cada uno de una disciplina distinta, que los chicos vayan de la matemática a la bicicleta, de la huerta a la biblioteca, de la música al teatro. Es decir, debe ofrecer un abanico amplio de lenguajes para que cada uno pueda elegir el suyo y desarrollarlo”.

Es puntual cuando expone que familia y escuela deberían cooperar en la educación de sus hijos. El objetivo más claro, más fácil para todos, es que los hijos y los alumnos sean felices. A partir de este objetivo, familia y escuela deberían ponerse alrededor de una mesa y explicarse los problemas. Por ejemplo: la escuela tiene que ayudar a la familia a entender por qué y cómo lleva adelante la educación de sus hijos. Igualmente hay que escuchar a los niños y jóvenes para recuperar lo que hemos olvidado. Nos falta una parte importante del mundo, el mundo de la infancia. Y finalmente una buena escuela requiere tener buenos maestros.

Ahora que los maestros se ven obligados por las circunstancias de la pandemia a dar sus clases a distancia. Enseñar en un entorno virtual donde es indispensable contar con la tecnología necesaria, saber utilizarla y disponer de las herramientas adecuadas, recordemos lo que Francesco Tonucci comenta sobre la escuela.

En una entrevista que le hizo Carolina Cattaneo, al pedagogo italiano le preguntó: ¿Y qué es, para usted, una buena escuela? –Es aquella capaz de ofrecer los instrumentos adecuados para que se cumpla lo que el artículo 29 de la Convención de los Derechos del Niño dice muy claro, es decir, que la educación del niño deberá ser encaminada a desarrollar la personalidad, las aptitudes y la capacidad mental y física de los chicos hasta el máximo de sus posibilidades. Eso significa casi lo contrario a cumplir con los objetivos previstos por lo establecido oficialmente, que es aprobar a los que consiguen alcanzar esos objetivos y desaprobar a los que no los consiguen.

Hoy a través de la enseñanza en línea, las autoridades educativas insisten en demasía cumplir con los objetivos establecidos en los programas, en muchos casos se solicitan tareas en exceso y no pocas veces absurdas e idóneas, esto es un abuso, si tomamos en cuenta las circunstancias que viven alumnos, los padres y madres de familia. Y aquí el problema se hace complejo cuando se expresa que tanto el maestro como la escuela son los responsables “por no llevar a la práctica las técnicas educativas idóneas para desarrollar al máximo las aptitudes naturales y de inteligencia de los niños y de las niñas”, comenta Tonucci.

Esta reflexión del pedagogo italiano nos hace ver la correcta, verdadera y necesaria vocación de la escuela a pesar de las innovaciones tecnológicas que hoy están presentes, esto es desarrollar la personalidad, las aptitudes y la capacidad mental y física de los alumnos. Dice Tolucci: “Estoy convencido de que cada uno de nuestros hijos o nuestros alumnos tiene un ámbito de excelencia. El papel de la escuela debería ser ayudar a los niños y las niñas a descubrirlo y desarrollarlo al máximo nivel posible. Esto será la garantía de su trabajo futuro y de su felicidad, dos cosas que me gustaría considerarlas como los objetivos de la educación”.

Aquí un buen maestro juega un importante papel cuando indica la correcta, verdadera y necesaria vocación de la escuela. La escuela propone poco. De hecho, propone casi solo lengua y matemática como disciplinas que deciden la suerte y el destino de los niños, con lo cual, si encajan en esto, si lo aprenden, si tienen buenas notas en esas dos materias, van para adelante, sus trayectorias serán excelentes. Y viceversa, no importa si son excelentes en dibujo, baile, artesanía, investigación. Esta es la manera con la que la escuela excluye. La institución no puede perder a ninguno de sus alumnos, porque si los pierde, los confina a lo peor de nuestra sociedad, comenta Tonucci.

Este investigador italiano, quien dice que las pruebas PISA de evaluación académica deberían incluir en sus cuestionarios la pregunta sobre cuánto se aburren los estudiantes en el colegio, propone a su vez que “la educación así debería ser, una escuela con muchos laboratorios y talleres, cada uno de una disciplina distinta, que los chicos vayan de la matemática a la bicicleta, de la huerta a la biblioteca, de la música al teatro. Es decir, debe ofrecer un abanico amplio de lenguajes para que cada uno pueda elegir el suyo y desarrollarlo”.

Es puntual cuando expone que familia y escuela deberían cooperar en la educación de sus hijos. El objetivo más claro, más fácil para todos, es que los hijos y los alumnos sean felices. A partir de este objetivo, familia y escuela deberían ponerse alrededor de una mesa y explicarse los problemas. Por ejemplo: la escuela tiene que ayudar a la familia a entender por qué y cómo lleva adelante la educación de sus hijos. Igualmente hay que escuchar a los niños y jóvenes para recuperar lo que hemos olvidado. Nos falta una parte importante del mundo, el mundo de la infancia. Y finalmente una buena escuela requiere tener buenos maestros.