/ viernes 11 de septiembre de 2020

La escuela y la tecnología educativa

“A la luz de las tendencias actuales, observamos que una de las cuestiones que más se ha intentado vincular con el ‘futuro de la educación’ es el uso intensivo de las tecnologías. La incorporación masiva de dispositivos digitales al proceso de enseñanza (primaria, secundaria y superior) podría considerarse como uno de los inevitables clichés que aparecen en el momento de hacer análisis prospectivos de la educación. Sin embargo, no está de más preguntarnos: ¿será que la educación nos depara un futuro repleto de tecnología? Y si así fuese, ¿por qué?”.

Este espejismo tecnologizante se encuentra en una importante cantidad de políticas públicas, asevera Cristóbal Cobo en el artículo Uso invisible de las tecnologías y competencias para la globalidad, que contiene el libro “Aprendizaje invisible. Hacia una nueva ecología de la educación”, obra que realizó con John W. Moravec y editó la Universidad de Barcelona.

Muchos países han apostado por la incorporación de dispositivos digitales en los entornos formales de aprendizaje. En el caso de México ahora se ha intensificado por el Covid-19, sin embargo, hay estudios que no se han traducido necesariamente en mejores resultados educativos. En muchos casos se observa que el gran entusiasmo por la incorporación de infraestructuras tecnológicas en la educación no viene acompañado por el mismo interés en entender y atender las repercusiones tecnosociales que ello genera. Entre ellas las brechas tecnológicas de un país a otro, incluso de una región a otra.

“El impacto de las TIC en la educación y en la formación todavía no ha sido tan significativo como se esperaba, ello a pesar del amplio apoyo político y social que han tenido. [...] A pesar de que las TIC tienen el potencial para desarrollar un proceso continuo de aprendizaje [...], esto aún no se ha alcanzado”, revelaba la Comisión Europea en 2008.

“Hay una urgente necesidad de conocer más acerca de los efectos de las tecnologías en los estudiantes”. “No hay pruebas concluyentes sobre los efectos de la tecnología en el rendimiento académico”. “A pesar de miles de estudios sobre el impacto del uso de la tecnología en el rendimiento de los alumnos, esto es difícil de medir y se mantiene razonablemente abierto al debate”. “No hay pruebas concluyentes sobre los beneficios de la tecnología en el rendimiento escolar”. Resultados de la Prueba PISA y un análisis de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE, 2008).

La misma organización señalaba: “Si significativas cantidades de uso de la computadora en la escuela no están asociadas con un mayor desempeño de los estudiantes, los maestros deben mirar más de cerca la forma en que ésta se utiliza”. A la luz de la evidencia, parece ser que aún hoy, casi dos décadas después de la expansión del espejismo tecnológico catapultado por la irrupción de “lo digital”, existe insuficiente evidencia científica para medir la eficacia de la tecnología en el aprendizaje, indica L. Cuban.

“No hay pruebas concluyentes sobre los beneficios de la tecnología en el rendimiento académico. Esto abre interrogantes sobre la efectividad de aquellas políticas que atienden únicamente al equipamiento tecnológico. No existe una clara correlación entre “acceso a” y “uso de” las tecnologías. Los más altos niveles de uso de las TIC no iban necesariamente de la mano con una percepción de haber alcanzado mayores niveles de aprendizaje producto del uso de las TIC”, exponen Law, Pelgrum y Plomp. “A pesar de la creciente adopción de las TIC en la educación, existe muy poca investigación sistemática y datos duros acerca de cómo las TIC se utilizan realmente en el aula, y menos aún sobre su impacto en los resultados educativos, el comportamiento social o el empleo y la productividad de los trabajadores”, comentan Barrera-Osorio y Linden.

Cobo también significa que tampoco se identificó una sustantiva innovación en las prácticas de enseñanza-aprendizaje por parte de aquellos educadores que contaban con mejores plataformas tecnológicas. Ante estas aseveraciones, ¿qué se espera para México, que le ha dado mucha importancia a los medios de información y comunicación radio, televisión, medios digitales en este proceso de la pandemia? La SEP podrá advertir que muchas de las políticas públicas que esperaban alcanzar mejoras considerables en el logro educativo mediante la adopción de las TIC han tenido niveles de efectividad discutibles o, cuando menos, han alcanzado resultados irregulares.

“A la luz de las tendencias actuales, observamos que una de las cuestiones que más se ha intentado vincular con el ‘futuro de la educación’ es el uso intensivo de las tecnologías. La incorporación masiva de dispositivos digitales al proceso de enseñanza (primaria, secundaria y superior) podría considerarse como uno de los inevitables clichés que aparecen en el momento de hacer análisis prospectivos de la educación. Sin embargo, no está de más preguntarnos: ¿será que la educación nos depara un futuro repleto de tecnología? Y si así fuese, ¿por qué?”.

Este espejismo tecnologizante se encuentra en una importante cantidad de políticas públicas, asevera Cristóbal Cobo en el artículo Uso invisible de las tecnologías y competencias para la globalidad, que contiene el libro “Aprendizaje invisible. Hacia una nueva ecología de la educación”, obra que realizó con John W. Moravec y editó la Universidad de Barcelona.

Muchos países han apostado por la incorporación de dispositivos digitales en los entornos formales de aprendizaje. En el caso de México ahora se ha intensificado por el Covid-19, sin embargo, hay estudios que no se han traducido necesariamente en mejores resultados educativos. En muchos casos se observa que el gran entusiasmo por la incorporación de infraestructuras tecnológicas en la educación no viene acompañado por el mismo interés en entender y atender las repercusiones tecnosociales que ello genera. Entre ellas las brechas tecnológicas de un país a otro, incluso de una región a otra.

“El impacto de las TIC en la educación y en la formación todavía no ha sido tan significativo como se esperaba, ello a pesar del amplio apoyo político y social que han tenido. [...] A pesar de que las TIC tienen el potencial para desarrollar un proceso continuo de aprendizaje [...], esto aún no se ha alcanzado”, revelaba la Comisión Europea en 2008.

“Hay una urgente necesidad de conocer más acerca de los efectos de las tecnologías en los estudiantes”. “No hay pruebas concluyentes sobre los efectos de la tecnología en el rendimiento académico”. “A pesar de miles de estudios sobre el impacto del uso de la tecnología en el rendimiento de los alumnos, esto es difícil de medir y se mantiene razonablemente abierto al debate”. “No hay pruebas concluyentes sobre los beneficios de la tecnología en el rendimiento escolar”. Resultados de la Prueba PISA y un análisis de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE, 2008).

La misma organización señalaba: “Si significativas cantidades de uso de la computadora en la escuela no están asociadas con un mayor desempeño de los estudiantes, los maestros deben mirar más de cerca la forma en que ésta se utiliza”. A la luz de la evidencia, parece ser que aún hoy, casi dos décadas después de la expansión del espejismo tecnológico catapultado por la irrupción de “lo digital”, existe insuficiente evidencia científica para medir la eficacia de la tecnología en el aprendizaje, indica L. Cuban.

“No hay pruebas concluyentes sobre los beneficios de la tecnología en el rendimiento académico. Esto abre interrogantes sobre la efectividad de aquellas políticas que atienden únicamente al equipamiento tecnológico. No existe una clara correlación entre “acceso a” y “uso de” las tecnologías. Los más altos niveles de uso de las TIC no iban necesariamente de la mano con una percepción de haber alcanzado mayores niveles de aprendizaje producto del uso de las TIC”, exponen Law, Pelgrum y Plomp. “A pesar de la creciente adopción de las TIC en la educación, existe muy poca investigación sistemática y datos duros acerca de cómo las TIC se utilizan realmente en el aula, y menos aún sobre su impacto en los resultados educativos, el comportamiento social o el empleo y la productividad de los trabajadores”, comentan Barrera-Osorio y Linden.

Cobo también significa que tampoco se identificó una sustantiva innovación en las prácticas de enseñanza-aprendizaje por parte de aquellos educadores que contaban con mejores plataformas tecnológicas. Ante estas aseveraciones, ¿qué se espera para México, que le ha dado mucha importancia a los medios de información y comunicación radio, televisión, medios digitales en este proceso de la pandemia? La SEP podrá advertir que muchas de las políticas públicas que esperaban alcanzar mejoras considerables en el logro educativo mediante la adopción de las TIC han tenido niveles de efectividad discutibles o, cuando menos, han alcanzado resultados irregulares.