/ viernes 23 de agosto de 2019

La guerra fallida de Calderón contra las drogas, alborotó al avispero

La conseja popular recomienda, que en la revancha contra algún enemigo (preferentemente político), se debe esperar a estar tranquilo para tomar la decisión que mejor efecto produzca. Por ello se afirma en los restaurantes de Veracruz, Boca del Río y Xalapa, que “la venganza y el cangrejo de río, se sirven en plato frío”.

Seguramente el presidente Andrés Manuel López Obrador tuvo que esperar todo el sexenio transcurrido del expresidente Enrique Peña Nieto, para cobrar afrentas de éste y su antecesor, a quienes AMLO nunca ha dejado de acusar del fraude electoral en el que se confabularon para no reconocerle el triunfo electoral. La diferencia (en estos pleitos) entre Calderón y Peña, es que el michoacano es de “mecha corta”, mientras que el mexiquense prefiere los “oídos sordos” por aquello de su vinculación con el saqueo a Pemex, Sedesol, Sedatu y prácticamente a todo el gabinete.

Pero volviendo a la revancha presidencial, ayer el presidente López Obrador no se midió al bautizar a Felipe Calderón Hinojosa como el “comandante Borolas”, y todavía Calderón tuvo el desatino de contestarle “no me queda el saco”; claro que no le queda, se le veía tan largo y dos tallas más grande, que en un comparativo fotográfico no hay gran diferencia entre el cómico del cine mexicano Borolas y el expresidente.

En memorable foto y en portada de libros, como el escrito por Anabel Hernández “Los cómplices del presidente”, se observa a Calderón rodeado del General Guillermo Galván Galván, el hoy Ministro de la Corte Eduardo Medina Mora, el licenciado Genaro García Luna y el finado Juan Camilo Mouriño, todos ellos en su mejor momento político, disfrutando de toda clase de canonjías que conlleva la silla embrujada del Palacio Nacional.

De los excolaboradores de don Felipe, nadie sabe y nadie supo, salvo de aquellos tránsfugas como Germán Martínez, expresidente del CEN del PAN, exdirector del IMSS al inicio de este gobierno y senador de la República de la bancada de Morena. Roberto Gil Zuarth, quien fue secretario particular de Calderón al final de su mandato, alcanzó todavía escaño por el PAN y ha sido el primero y único que de inmediato respondió por su jefe y amigo a los agravios del Presidente. La lealtad de Gil Zuarth, seguramente tendrá su recompensa entre los simpatizantes de Calderón porque es bien sabido que la traición se paga, pero no se premia, en cambio la lealtad enaltece a quien la practica.

La conseja popular recomienda, que en la revancha contra algún enemigo (preferentemente político), se debe esperar a estar tranquilo para tomar la decisión que mejor efecto produzca. Por ello se afirma en los restaurantes de Veracruz, Boca del Río y Xalapa, que “la venganza y el cangrejo de río, se sirven en plato frío”.

Seguramente el presidente Andrés Manuel López Obrador tuvo que esperar todo el sexenio transcurrido del expresidente Enrique Peña Nieto, para cobrar afrentas de éste y su antecesor, a quienes AMLO nunca ha dejado de acusar del fraude electoral en el que se confabularon para no reconocerle el triunfo electoral. La diferencia (en estos pleitos) entre Calderón y Peña, es que el michoacano es de “mecha corta”, mientras que el mexiquense prefiere los “oídos sordos” por aquello de su vinculación con el saqueo a Pemex, Sedesol, Sedatu y prácticamente a todo el gabinete.

Pero volviendo a la revancha presidencial, ayer el presidente López Obrador no se midió al bautizar a Felipe Calderón Hinojosa como el “comandante Borolas”, y todavía Calderón tuvo el desatino de contestarle “no me queda el saco”; claro que no le queda, se le veía tan largo y dos tallas más grande, que en un comparativo fotográfico no hay gran diferencia entre el cómico del cine mexicano Borolas y el expresidente.

En memorable foto y en portada de libros, como el escrito por Anabel Hernández “Los cómplices del presidente”, se observa a Calderón rodeado del General Guillermo Galván Galván, el hoy Ministro de la Corte Eduardo Medina Mora, el licenciado Genaro García Luna y el finado Juan Camilo Mouriño, todos ellos en su mejor momento político, disfrutando de toda clase de canonjías que conlleva la silla embrujada del Palacio Nacional.

De los excolaboradores de don Felipe, nadie sabe y nadie supo, salvo de aquellos tránsfugas como Germán Martínez, expresidente del CEN del PAN, exdirector del IMSS al inicio de este gobierno y senador de la República de la bancada de Morena. Roberto Gil Zuarth, quien fue secretario particular de Calderón al final de su mandato, alcanzó todavía escaño por el PAN y ha sido el primero y único que de inmediato respondió por su jefe y amigo a los agravios del Presidente. La lealtad de Gil Zuarth, seguramente tendrá su recompensa entre los simpatizantes de Calderón porque es bien sabido que la traición se paga, pero no se premia, en cambio la lealtad enaltece a quien la practica.