/ lunes 25 de noviembre de 2019

La importancia de discernir por sí mismo, sin someterse a los grupos de poder

Para nadie resulta válida la decisión atribuida a un exgobernador de Veracruz, acostumbrado a los elogios de sus amigos, con quienes se dispuso a gobernar los cuatro años que le correspondieron para completar el sexenio, puesto que al igual que en los dos últimos periodos de seis y dos años, los encargados del Poder Ejecutivo local, volvieron a incurrir en el error, de nombrar a sus amigos en el gabinete, sin importar la capacidad, honestidad e inteligencia, virtudes que se requieren en los hombres dedicados al quehacer político, como única forma de evitar, el desvío de recursos públicos para provecho personal.

El viejo estilo al que por muchos años recurrió la clase política, acostumbraba guardar con secrecía los nombres de los amigos que llegarían a formar parte del nuevo gobierno, pues de la cercanía con los hombres del gabinete dependía el futuro de muchos aspirantes a cobrar en la nómina gubernamental. Lo que poco o nada importó por muchos años al pueblo, que jamás reclamó esos abusos desde el poder.

Maquiavelo clasificaba a los secretarios del príncipe en tres clases de cerebros y decía: hay los que disciernen por sí mismos; aquellos otros que entienden lo que sus compañeros disciernen y un tercer grupo que no discierne ni entiende lo que los otros disciernen. El tercer grupo lo componían los amigos del príncipe, encargados de recitar panegíricos para enaltecer y exaltar las virtudes de su jefe, ocultando o desvirtuando sus errores.

Hay que recordar el año 2000 de la transición democrática que llevó a la presidencia de la República a Vicente Fox, quien ensoberbecido por el triunfo arrollador que obtuvo en las urnas, pero sin malicia ni experiencia política alguna, le apostó a un gobierno de coalición en el que pensaba incluir a personajes destacados del PRD y del PRI, para compartir la conducción de un nuevo rumbo para la nación. Lo que nunca esperó Fox fue el desprecio, la satanización y el escarnio con que le respondieron sus derrotados adversarios.

Con esa mala experiencia que solamente quedó en intento de conformar un gobierno plural que hiciera prevalecer la ética democrática del bien común, fracasó el gobierno panista. De ahí que el desprecio de AMLO por la mafia del poder debe entenderse con la visión de quien fue víctima de las componendas de los neoliberales y conservadores que por la fuerza y con el poder económico ganaron en procesos fraudulentos las elecciones de 2006 y 2012.

Para nadie resulta válida la decisión atribuida a un exgobernador de Veracruz, acostumbrado a los elogios de sus amigos, con quienes se dispuso a gobernar los cuatro años que le correspondieron para completar el sexenio, puesto que al igual que en los dos últimos periodos de seis y dos años, los encargados del Poder Ejecutivo local, volvieron a incurrir en el error, de nombrar a sus amigos en el gabinete, sin importar la capacidad, honestidad e inteligencia, virtudes que se requieren en los hombres dedicados al quehacer político, como única forma de evitar, el desvío de recursos públicos para provecho personal.

El viejo estilo al que por muchos años recurrió la clase política, acostumbraba guardar con secrecía los nombres de los amigos que llegarían a formar parte del nuevo gobierno, pues de la cercanía con los hombres del gabinete dependía el futuro de muchos aspirantes a cobrar en la nómina gubernamental. Lo que poco o nada importó por muchos años al pueblo, que jamás reclamó esos abusos desde el poder.

Maquiavelo clasificaba a los secretarios del príncipe en tres clases de cerebros y decía: hay los que disciernen por sí mismos; aquellos otros que entienden lo que sus compañeros disciernen y un tercer grupo que no discierne ni entiende lo que los otros disciernen. El tercer grupo lo componían los amigos del príncipe, encargados de recitar panegíricos para enaltecer y exaltar las virtudes de su jefe, ocultando o desvirtuando sus errores.

Hay que recordar el año 2000 de la transición democrática que llevó a la presidencia de la República a Vicente Fox, quien ensoberbecido por el triunfo arrollador que obtuvo en las urnas, pero sin malicia ni experiencia política alguna, le apostó a un gobierno de coalición en el que pensaba incluir a personajes destacados del PRD y del PRI, para compartir la conducción de un nuevo rumbo para la nación. Lo que nunca esperó Fox fue el desprecio, la satanización y el escarnio con que le respondieron sus derrotados adversarios.

Con esa mala experiencia que solamente quedó en intento de conformar un gobierno plural que hiciera prevalecer la ética democrática del bien común, fracasó el gobierno panista. De ahí que el desprecio de AMLO por la mafia del poder debe entenderse con la visión de quien fue víctima de las componendas de los neoliberales y conservadores que por la fuerza y con el poder económico ganaron en procesos fraudulentos las elecciones de 2006 y 2012.