/ lunes 3 de junio de 2019

La llamada desesperada al exgobernador


Cuando la lumbre llega a los aparejos de quienes en grupo, desde la función pública, se han dedicado a robar, puede esperarse cualquier cosa: asesinatos, delaciones, traiciones y cualquier otra lindeza de ese tipo, pues en la desesperación por salvarse la mayoría puede cometer eso y más.

La gente se acostumbra a lo bueno rápidamente y no quiere perder riquezas y posición social. Se aterran por la posibilidad de regresar a los tiempos de escasez y de pasar en la cárcel un buen número de años, así que las amistades, lealtades y juramentos quedan en el olvido, pues se trata simple y sencillamente de ¡sálvese el que pueda!

En algunos círculos políticos veracruzanos es comentada una llamada que habría recibido el exgobernador más defenestrado.

Dicen que el que marcó estaba desesperado, ofuscado y hablaba casi a gritos. No era para menos, a la entonces Procuraduría General de la República (PGR) le resultaba cada vez más difícil ocultar lo inocultable: el desvío de recursos cometido en Veracruz, y la Auditoría Superior de la Federación (ASF) presionaba más y más para que del resultado de sus investigaciones se diera paso a las detenciones.

El de la llamada, exsecretario de despacho que dio la cara en el manejo del dinero pero realmente no lo manejó aunque sí habría sacado su raja, preso del pánico porque sentía cerca la lumbre, exigía que el entonces gobernador hiciera algo contundente para detener las investigaciones.

Ahora sabemos que finalmente nada pudo hacer, sólo contener por un tiempo la bomba que activó y finalmente le estalló, pero en esa llamada también contuvo a su excolaborador. Lo fue calmando e incluso, con su encanto del que hacía gala cuando quería, hizo que regresara al gabinete a un puesto de secretario, en donde planeó un gran negocio con el túnel de Coatzacoalcos que a final de cuentas no pudo concretar.

El día de la llamada si ese personaje que ahora empieza a estar de nuevo en el ojo del huracán, pues la FGR ha retomado las investigaciones del caso más escandaloso de Veracruz, no hubiera escuchado las palabras que lo tranquilizaron e hicieron regresar a Veracruz, es muy probable que hubiera tomado la decisión de empezar a “comprar” un seguro para él y, con las buenas relaciones que mantenía en la Federación, tratar de salvarse a costa de lo que fuera.

Así es eso de sentirse acorralado, como ahora debe sentirse Emilio Lozoya, el director de Petróleos Mexicanos (Pemex) de 2012 a 2016, ahora con orden de aprehensión en contra porque está acusado de una venta fraudulenta de una planta de fertilizantes y lavado de dinero.

Así las cosas, hay la posibilidad de que el caso de Lozoya vaya más allá y derrumbe el mundo rosa del exsecretario de Hacienda Luis Videgaray y del expresidente Peña Nieto. Ya veremos en qué termina esto. Mucho dependerá de la ayuda que reciba.


Cuando la lumbre llega a los aparejos de quienes en grupo, desde la función pública, se han dedicado a robar, puede esperarse cualquier cosa: asesinatos, delaciones, traiciones y cualquier otra lindeza de ese tipo, pues en la desesperación por salvarse la mayoría puede cometer eso y más.

La gente se acostumbra a lo bueno rápidamente y no quiere perder riquezas y posición social. Se aterran por la posibilidad de regresar a los tiempos de escasez y de pasar en la cárcel un buen número de años, así que las amistades, lealtades y juramentos quedan en el olvido, pues se trata simple y sencillamente de ¡sálvese el que pueda!

En algunos círculos políticos veracruzanos es comentada una llamada que habría recibido el exgobernador más defenestrado.

Dicen que el que marcó estaba desesperado, ofuscado y hablaba casi a gritos. No era para menos, a la entonces Procuraduría General de la República (PGR) le resultaba cada vez más difícil ocultar lo inocultable: el desvío de recursos cometido en Veracruz, y la Auditoría Superior de la Federación (ASF) presionaba más y más para que del resultado de sus investigaciones se diera paso a las detenciones.

El de la llamada, exsecretario de despacho que dio la cara en el manejo del dinero pero realmente no lo manejó aunque sí habría sacado su raja, preso del pánico porque sentía cerca la lumbre, exigía que el entonces gobernador hiciera algo contundente para detener las investigaciones.

Ahora sabemos que finalmente nada pudo hacer, sólo contener por un tiempo la bomba que activó y finalmente le estalló, pero en esa llamada también contuvo a su excolaborador. Lo fue calmando e incluso, con su encanto del que hacía gala cuando quería, hizo que regresara al gabinete a un puesto de secretario, en donde planeó un gran negocio con el túnel de Coatzacoalcos que a final de cuentas no pudo concretar.

El día de la llamada si ese personaje que ahora empieza a estar de nuevo en el ojo del huracán, pues la FGR ha retomado las investigaciones del caso más escandaloso de Veracruz, no hubiera escuchado las palabras que lo tranquilizaron e hicieron regresar a Veracruz, es muy probable que hubiera tomado la decisión de empezar a “comprar” un seguro para él y, con las buenas relaciones que mantenía en la Federación, tratar de salvarse a costa de lo que fuera.

Así es eso de sentirse acorralado, como ahora debe sentirse Emilio Lozoya, el director de Petróleos Mexicanos (Pemex) de 2012 a 2016, ahora con orden de aprehensión en contra porque está acusado de una venta fraudulenta de una planta de fertilizantes y lavado de dinero.

Así las cosas, hay la posibilidad de que el caso de Lozoya vaya más allá y derrumbe el mundo rosa del exsecretario de Hacienda Luis Videgaray y del expresidente Peña Nieto. Ya veremos en qué termina esto. Mucho dependerá de la ayuda que reciba.