/ miércoles 21 de octubre de 2020

La oportunidad de los 4tes no se repetirá en 2021

La renuncia a la Embajada de México en Bruselas, Bélgica, del electo y no reconocido dirigente nacional de Morena, Porfirio Muñoz Ledo, tuvo entre sus propósitos principales escribir sobre la ruptura que venía y que se convirtió en una crónica de una transición catastrófica, con la derrota a un viejo sistema político, más que a un partido, y la esperanza del cambio democrático que el pueblo de México anhelaba.

Esas ideas las compartió Porfirio con el presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien su tenacidad y las circunstancias (que en política nunca faltan) lo llevaron al triunfo electoral en 2018. El anuncio principal que hizo Andrés Manuel en su asunción al poder presidencial, fue instaurar un gobierno que sería la 4T histórica de México, considerando el tabasqueño que la primera transformación coincidió con la Independencia de México, la segunda transformación se dio con Juérez, en la Reforma, y la tercera transformación estaba agotada por el trayecto recorrido desde el Constituyente de Querétaro hasta la actualidad.

Periodistas, políticos e historiadores han aprobado en su mayoría esa cronología y en un ambiente festivo y de esperanza, nos hemos quedado esperando el cumplimiento de todas las promesas de campaña que convencieron para votar en favor de López Obrador, y como siempre sucede al más cercano de sus correligionarios, lo ha relegado para decidir de manera unipersonal una forma de gobernar que trae de cabeza a todo el país.

Maquiavelo relata en El Príncipe, que cuando se gobierna un Estado que antes se regía por sus propias leyes, el pueblo se acostumbra a vivir en libertad y no acepta que se destruyan sus instituciones y sus leyes, mucho menos que se impongan nuevas cargas tributarias a las personas que se desprenden de su riqueza personal para el sostenimiento del gobierno.

Al reducido grupo de personas que forman parte del gabinete del gobernante, sus únicas obligaciones que les interesa cumplir son mantenerse en el poder y congraciarse con el que manda en Palacio Nacional; todas las necesidades del pueblo no importan, mucho menos el combate a la delincuencia o el Estado de Derecho, que está a punto de desaparecer y conducirnos al Estado fallido.

Quienes votaron por AMLO ahora se manifiestan decepcionados y urgidos de un cambio que ya comenzó con la derrota de Morena en Hidalgo y Coahuila, con el triunfo de su acérrimo rival: el Partido Revolucionario Institucional (PRI).

La renuncia a la Embajada de México en Bruselas, Bélgica, del electo y no reconocido dirigente nacional de Morena, Porfirio Muñoz Ledo, tuvo entre sus propósitos principales escribir sobre la ruptura que venía y que se convirtió en una crónica de una transición catastrófica, con la derrota a un viejo sistema político, más que a un partido, y la esperanza del cambio democrático que el pueblo de México anhelaba.

Esas ideas las compartió Porfirio con el presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien su tenacidad y las circunstancias (que en política nunca faltan) lo llevaron al triunfo electoral en 2018. El anuncio principal que hizo Andrés Manuel en su asunción al poder presidencial, fue instaurar un gobierno que sería la 4T histórica de México, considerando el tabasqueño que la primera transformación coincidió con la Independencia de México, la segunda transformación se dio con Juérez, en la Reforma, y la tercera transformación estaba agotada por el trayecto recorrido desde el Constituyente de Querétaro hasta la actualidad.

Periodistas, políticos e historiadores han aprobado en su mayoría esa cronología y en un ambiente festivo y de esperanza, nos hemos quedado esperando el cumplimiento de todas las promesas de campaña que convencieron para votar en favor de López Obrador, y como siempre sucede al más cercano de sus correligionarios, lo ha relegado para decidir de manera unipersonal una forma de gobernar que trae de cabeza a todo el país.

Maquiavelo relata en El Príncipe, que cuando se gobierna un Estado que antes se regía por sus propias leyes, el pueblo se acostumbra a vivir en libertad y no acepta que se destruyan sus instituciones y sus leyes, mucho menos que se impongan nuevas cargas tributarias a las personas que se desprenden de su riqueza personal para el sostenimiento del gobierno.

Al reducido grupo de personas que forman parte del gabinete del gobernante, sus únicas obligaciones que les interesa cumplir son mantenerse en el poder y congraciarse con el que manda en Palacio Nacional; todas las necesidades del pueblo no importan, mucho menos el combate a la delincuencia o el Estado de Derecho, que está a punto de desaparecer y conducirnos al Estado fallido.

Quienes votaron por AMLO ahora se manifiestan decepcionados y urgidos de un cambio que ya comenzó con la derrota de Morena en Hidalgo y Coahuila, con el triunfo de su acérrimo rival: el Partido Revolucionario Institucional (PRI).