/ lunes 2 de julio de 2018

La política, sin muertos

La mayoría del pueblo decidió ayer de manera contundente —y en términos generales en paz— darle su voto a López Obrador para que sea el próximo presidente de México. Ahora sigue que haga un buen gobierno y en ese sentido, dadas las circunstancias del país, tiene escaso margen para los errores.

Dicen que en política no hay muertos y eso es totalmente cierto. Lo terminó de demostrar ayer AMLO, quien tras dos derrotas consecutivas se levantó y pudo concretar el triunfo.

Por cierto, no ganó ayer. Ganó desde que, con su perseverancia, supo maniobrar para dejar al PRD y formar su propio partido, vender que era el único honesto que haría un verdadero cambio y convertirse así en la esperanza de México.

Y su triunfo se afianzó desde que el presidente Peña Nieto incurrió en errores garrafales y no pudo contra el crimen organizado, así como con la percepción de que Ricardo Anaya era otro panista corrupto.

Vendrá ahora la luna de miel de diversos sectores de la sociedad mexicana con López Obrador, de aquí hasta que tome posesión y de ahí hasta, máximo, pasado un año de su gobierno.

Pronto veremos cómo desaparece el Estado Mayor Presidencial y el pueblo espera ver honestidad al gobernar. Se verá qué impacto tiene la descentralización de secretarías de estado y cómo se echa abajo la reforma educativa. Estará el pueblo a la expectativa de cómo se analizan con lupa los contratos generados por la reforma energética y los jóvenes que no trabajan esperarán su apoyo económico, en tanto que los adultos mayores esperarán el incremento a sus ayudas. A ver también en cuánto y a quién se vende el lujoso avión presidencial.

Necesitará AMLO un buen equipo y ser un buen capitán para que los protagonismos no imperen. Necesitará no sólo capacidad sino brillantez para dar los resultados que el pueblo exige.


LA PIEZA DE MUSEO


Hace unas semanas, en entrevista para OEM, Porfirio Muñoz Ledo dijo que el PRI, tras estas elecciones, se convertiría en pieza de museo.

Y ayer fue sacudido por un tsunami. Su candidato, un destacado integrante de la alta burocracia y de los tecnócratas que no pudo conectar con el electorado, tendría el mismo destino de Francisco Labastida cuando perdió la presidencia.

¿Qué sigue para el PRI?, pues entre otras cosas una lucha interna para hacerse del partido. Los peñistas buscarán a toda costa conservar el control. Por el bien de esa organización ojalá un grupo progresista termine liderándolo. Pero hay que recordar que en política no hay muertos.


DE MARAVILLA A PERDEDOR


A Ricardo Anaya no le salió su última jugada, que era ganar la presidencia de México. Arrolló, transó y traicionó en su meteórica carrera para ser el candidato del PAN y de un frente que él fraguó para su conveniencia, pero ya no le dio para ganar la partida final.

Ayer, en su discurso para reconocer la derrota, en el que se autoelogió —soy demócrata—, lo que realmente quiso decir es que se proclama líder del PAN y de la oposición más fuerte. A ver si lo dejan.

Le tiró un lazo a López Obrador, pero éste ya sabe cómo es el joven maravilla. Igual hizo con Peña Nieto, al que también traicionó y con quien terminó peleado a muerte. Sin embargo, recordamos que en política no hay muertos.

Mientras tanto Dante —quien ya regresó del purgatorio— Delgado Rannauro, sin mucho sudar, seguirá vigente en la política. A ver con quién hace alianza de aquí a seis años. Ésa ya es su especialidad.



La mayoría del pueblo decidió ayer de manera contundente —y en términos generales en paz— darle su voto a López Obrador para que sea el próximo presidente de México. Ahora sigue que haga un buen gobierno y en ese sentido, dadas las circunstancias del país, tiene escaso margen para los errores.

Dicen que en política no hay muertos y eso es totalmente cierto. Lo terminó de demostrar ayer AMLO, quien tras dos derrotas consecutivas se levantó y pudo concretar el triunfo.

Por cierto, no ganó ayer. Ganó desde que, con su perseverancia, supo maniobrar para dejar al PRD y formar su propio partido, vender que era el único honesto que haría un verdadero cambio y convertirse así en la esperanza de México.

Y su triunfo se afianzó desde que el presidente Peña Nieto incurrió en errores garrafales y no pudo contra el crimen organizado, así como con la percepción de que Ricardo Anaya era otro panista corrupto.

Vendrá ahora la luna de miel de diversos sectores de la sociedad mexicana con López Obrador, de aquí hasta que tome posesión y de ahí hasta, máximo, pasado un año de su gobierno.

Pronto veremos cómo desaparece el Estado Mayor Presidencial y el pueblo espera ver honestidad al gobernar. Se verá qué impacto tiene la descentralización de secretarías de estado y cómo se echa abajo la reforma educativa. Estará el pueblo a la expectativa de cómo se analizan con lupa los contratos generados por la reforma energética y los jóvenes que no trabajan esperarán su apoyo económico, en tanto que los adultos mayores esperarán el incremento a sus ayudas. A ver también en cuánto y a quién se vende el lujoso avión presidencial.

Necesitará AMLO un buen equipo y ser un buen capitán para que los protagonismos no imperen. Necesitará no sólo capacidad sino brillantez para dar los resultados que el pueblo exige.


LA PIEZA DE MUSEO


Hace unas semanas, en entrevista para OEM, Porfirio Muñoz Ledo dijo que el PRI, tras estas elecciones, se convertiría en pieza de museo.

Y ayer fue sacudido por un tsunami. Su candidato, un destacado integrante de la alta burocracia y de los tecnócratas que no pudo conectar con el electorado, tendría el mismo destino de Francisco Labastida cuando perdió la presidencia.

¿Qué sigue para el PRI?, pues entre otras cosas una lucha interna para hacerse del partido. Los peñistas buscarán a toda costa conservar el control. Por el bien de esa organización ojalá un grupo progresista termine liderándolo. Pero hay que recordar que en política no hay muertos.


DE MARAVILLA A PERDEDOR


A Ricardo Anaya no le salió su última jugada, que era ganar la presidencia de México. Arrolló, transó y traicionó en su meteórica carrera para ser el candidato del PAN y de un frente que él fraguó para su conveniencia, pero ya no le dio para ganar la partida final.

Ayer, en su discurso para reconocer la derrota, en el que se autoelogió —soy demócrata—, lo que realmente quiso decir es que se proclama líder del PAN y de la oposición más fuerte. A ver si lo dejan.

Le tiró un lazo a López Obrador, pero éste ya sabe cómo es el joven maravilla. Igual hizo con Peña Nieto, al que también traicionó y con quien terminó peleado a muerte. Sin embargo, recordamos que en política no hay muertos.

Mientras tanto Dante —quien ya regresó del purgatorio— Delgado Rannauro, sin mucho sudar, seguirá vigente en la política. A ver con quién hace alianza de aquí a seis años. Ésa ya es su especialidad.