/ jueves 1 de abril de 2021

La transición y el punto de llegada

Como lo hemos establecido en distintas oportunidades, nada más revolucionario que leer, en especial novelas (clásicas y modernas, pero bien escritas y estructuradas), ya que son la posibilidad de asomarse a un espacio que para el autor es importante, en el que confluyen voces distintas, incluyendo al que lee.

Llevo algunas semanas leyendo sobre el milagro económico chino. Como últimamente todo lo que leo desde mis preguntas sobre México, quiero compartirles algunos de mis hallazgos.

En este texto, me concentro en lo que me sugirió la experiencia china leída desde el espectacular libro de Ang. Cómo escapó China de la trampa de la pobreza. En particular, en la utilidad de pensar procesos de cambio complejos con lentes que reconozcan el valor de estrategias gubernamentales que, lejos de mantener continuidad en el tiempo, puedan irse adaptando a las cambiantes situaciones que van surgiendo en el transcurso de transformaciones sociales de gran escala.

El proceso a través del cual China, ese país gigante y paupérrimo en 1978 que logró en tan sólo 40 años convertirse en la segunda economía del planeta y sacar a entre 800 y mil millones de personas de la pobreza, estuvo lleno de escollos, incertidumbres y saltos al vacío. Como señala Ang, no se trató en absoluto de un intinerario lineal conocido de antemano; tampoco fue el resultado de aplicar mecánicamente un conjunto de recetas, dogmas o "mejores prácticas internacionales". Las estrategias que resultaron útiles, en el arranque, para generar mercados a partir de instituciones muy débiles fueron muy distintas a las empleadas una vez creados los mercados. En suma y contra, lo que sostienen los libros de texto, la clave del milagro chino no fue la consistencia intertemporal de las políticas, es decir, su estabilidad y continuidad en el tiempo, sino la capacidad del gobierno central y los gobiernos locales para irse adaptando a las cambiantes configuraciones de restricciones y oportunidades que fueron emergiendo sobre la marcha.

El camino de China al desarrollo fue un proceso de transformación cuyo "método" fue, como dijera Deng tantas veces, "cruzar el río tentando piedras" o, como lo bautiza Ang, uno de "improvisación dirigida". Una transformación de fondo capaz de echar raíces y florecer en un contexto particular, es ante todo un proceso marcado por altas dosis de incertidumbre y, típicamente, uno basado en la prueba y el error. Pasar del subdesarrollo al desarrollo, o de una sociedad para unos cuantos a una en la que quepan los más son procesos complejos cuyas etapas no son una continuación mecánica una de la otra, sino una sucesión de situaciones cambiantes que exigen adaptabilidad y creatividad para sortear los obstáculos y riesgos que van apareciendo.

El proyecto declarado de AMLO consiste en promover una transformación de fondo que permita transitar hacia una sociedad menos injusta y desigual. Como en la cabeza de sus críticos, tanto los acérrimos como los benevolentes, hay un ideal ellos/llas desean como el punto de llegada, y lo que AMLO está haciendo no parece ir encaminado a construir eso a través de políticas consistentes en el tiempo, pareciera que AMLO fuera un simple ocurrente.

Puede ser que sea todo eso. Pudiera ser, sin embargo, y a la luz del caso chino, que el Ejecutivo federal esté impulsando una transformación menos lineal que la de los libros de texto. Una, cuya primera etapa es, en efecto, sobretodo destructiva, porque para abrir otros caminos resulta indispensable debilitar las anclas que nos condenan a repetir el pasado, y una cuyo destino final es menos claro de lo que desearían liberales, neoliberales y socialdemócratas. Menos preciso porque, guiado por ciertos valores muy generales y una visión, digamos, más orgánica del cambio social, apuesta a ir generando las condiciones de posibilidad para que emerjan formas de organización social y económica autóctonas y, por lo tanto, sostenibles en el tiempo que sean menos brutalmente injustas e inequitativas. Pudiera ser una cosa o la otra. Ya iremos viendo.

Como lo hemos establecido en distintas oportunidades, nada más revolucionario que leer, en especial novelas (clásicas y modernas, pero bien escritas y estructuradas), ya que son la posibilidad de asomarse a un espacio que para el autor es importante, en el que confluyen voces distintas, incluyendo al que lee.

Llevo algunas semanas leyendo sobre el milagro económico chino. Como últimamente todo lo que leo desde mis preguntas sobre México, quiero compartirles algunos de mis hallazgos.

En este texto, me concentro en lo que me sugirió la experiencia china leída desde el espectacular libro de Ang. Cómo escapó China de la trampa de la pobreza. En particular, en la utilidad de pensar procesos de cambio complejos con lentes que reconozcan el valor de estrategias gubernamentales que, lejos de mantener continuidad en el tiempo, puedan irse adaptando a las cambiantes situaciones que van surgiendo en el transcurso de transformaciones sociales de gran escala.

El proceso a través del cual China, ese país gigante y paupérrimo en 1978 que logró en tan sólo 40 años convertirse en la segunda economía del planeta y sacar a entre 800 y mil millones de personas de la pobreza, estuvo lleno de escollos, incertidumbres y saltos al vacío. Como señala Ang, no se trató en absoluto de un intinerario lineal conocido de antemano; tampoco fue el resultado de aplicar mecánicamente un conjunto de recetas, dogmas o "mejores prácticas internacionales". Las estrategias que resultaron útiles, en el arranque, para generar mercados a partir de instituciones muy débiles fueron muy distintas a las empleadas una vez creados los mercados. En suma y contra, lo que sostienen los libros de texto, la clave del milagro chino no fue la consistencia intertemporal de las políticas, es decir, su estabilidad y continuidad en el tiempo, sino la capacidad del gobierno central y los gobiernos locales para irse adaptando a las cambiantes configuraciones de restricciones y oportunidades que fueron emergiendo sobre la marcha.

El camino de China al desarrollo fue un proceso de transformación cuyo "método" fue, como dijera Deng tantas veces, "cruzar el río tentando piedras" o, como lo bautiza Ang, uno de "improvisación dirigida". Una transformación de fondo capaz de echar raíces y florecer en un contexto particular, es ante todo un proceso marcado por altas dosis de incertidumbre y, típicamente, uno basado en la prueba y el error. Pasar del subdesarrollo al desarrollo, o de una sociedad para unos cuantos a una en la que quepan los más son procesos complejos cuyas etapas no son una continuación mecánica una de la otra, sino una sucesión de situaciones cambiantes que exigen adaptabilidad y creatividad para sortear los obstáculos y riesgos que van apareciendo.

El proyecto declarado de AMLO consiste en promover una transformación de fondo que permita transitar hacia una sociedad menos injusta y desigual. Como en la cabeza de sus críticos, tanto los acérrimos como los benevolentes, hay un ideal ellos/llas desean como el punto de llegada, y lo que AMLO está haciendo no parece ir encaminado a construir eso a través de políticas consistentes en el tiempo, pareciera que AMLO fuera un simple ocurrente.

Puede ser que sea todo eso. Pudiera ser, sin embargo, y a la luz del caso chino, que el Ejecutivo federal esté impulsando una transformación menos lineal que la de los libros de texto. Una, cuya primera etapa es, en efecto, sobretodo destructiva, porque para abrir otros caminos resulta indispensable debilitar las anclas que nos condenan a repetir el pasado, y una cuyo destino final es menos claro de lo que desearían liberales, neoliberales y socialdemócratas. Menos preciso porque, guiado por ciertos valores muy generales y una visión, digamos, más orgánica del cambio social, apuesta a ir generando las condiciones de posibilidad para que emerjan formas de organización social y económica autóctonas y, por lo tanto, sostenibles en el tiempo que sean menos brutalmente injustas e inequitativas. Pudiera ser una cosa o la otra. Ya iremos viendo.